Por Pegaso
Al regresar de mi vuelo nocturno me puse a pensar sobre las grandes desigualdades que hasta hace medio segundo prevalecen en materia laboral.
Por un lado, el Gobierno Federal paga muy bien a sus empleados, por el otro, la iniciativa privada otorga sueldos de miseria a sus trabajadores y los que están privados de iniciativa, pues prácticamente viven en la chilla.
Yo recuerdo que en los buenos tiempos del Sindicato Petrolero, los afortunados que conseguían contratos de base lo tenían todo:
-Un sueldo que ya lo quisiera un jeque árabe.
-Prestaciones al por mayor, por ejemplo, aguinaldo de tres meses, vacaciones de dos meses todo pagado, préstamos personales e hipotecarios con descuentos que daban risa (cinco o seis pesos por catorcena).
-Créditos para vivienda. Igualmente, cada trabajador podía obtener un crédito para una casa, no como las palomeras del INFONAVIT, sino una señora casa, con un terrenón bruto y una construcción tipo residencial californiano, pagando una cantidad simbólica que le rebajaban de su salario.
-Todos los años estrenaban auto nuevo. PEMEX les concedía un crédito, pero además ¡les pagaba una renta por usarlo!, o sea, que no sólo les salía gratis, sino que salían ganando.
-Les pagaban por catorcena, lo que quiere decir que cada quince catorcenas les pagagan una extra.
-Tenían derecho a heredar el puesto a sus hijos. Esta práctica nefasta dura todavía hasta la fecha, aunque el Gobierno del Pejidente López Obrador pretende desaparecerla por completo. No es posible que, habiendo millones de mexicanos que necesitan un empleo bien pagado porque se están muriendo de hambre, no tengan derecho a por lo menos, obtener un trabajo de «chango» en la paraestatal. Pero los júniors de los petroleros sí que se cuajaban, porque sabían que al jubilarse el viejón, podían tener trabajo seguro, casa, auto nuevo y un sueldo estratosférico.
Y la cosa se repetía en otras dependencias, como la Aduana, donde aparte de robar a manos llenas con el consentimiento del Gobierno, los vistas aduanales, administradores y toda la rufla de cabrones contaban con una fabulosa percepción salarial y pingües prestaciones. Y cuando se jubilaban, su vida estaba resuelta.
Vámonos con los maestros, que son los consentidos de cualquier régimen porque representan muchos votos. Cada fin de año les llega un aguinaldo de 90 días, es decir, ¡3 meses!, cuando en el sector privado si bien les va, sólo les dan una quincena.
Analizando el punto, calculo que si cada maestro gana 15 mil pesos por quincena, fácilmente se embuchaca como aguinaldo unos 90 mil pesos, mientras que la raza mahuacatera tiene que conformarse con pinchis 1,800 devaluados.
Pero el maestro sólo trabaja la mitad del año, o menos, cuando el trabajador de maquila tiene que sobarse el lomo durante ocho, o hasta diez horas diarias los 365 días, las 25 horas del día. (Nota de la Redacción: Oye, Pegaso, el día sólo tiene 24 horas). (Respuesta del Redactor: ¿Y la de descanso?)
Y si analizamos cada dependencia, vemos que durante muchas, muchas décadas, el Gobierno Federal apapachó a sus muchachitos con buenos sueldos y magníficas prestaciones, en contraste con los obreros de a pie, que cada día ven cómo su sueldo pierde poder adquisitivo.
Qué bueno que quiten muchos de los vicios, como ese de los puestos heredados, los pantagruélicos salarios y exageradísimas prestaciones.
Si algún día veo al Peje por ahí le hablaré de frente, sacando el pecho y elevando la voz, en impecable idioma tabasqueño: «Jeñor Prejidente, lo que ujté debería hajer es aumentar loj jalarioj de loj trabajadorej para que ganen lo mijmo que loj empleadoj de gobierno. Que no baje de 10 mil por quinjena, que ej lo mínimo para que puedan afrontar loj gajtoj de una familia promedio».
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Termino mi colaboración con el refrán estilo Pegaso: «De acuerdo, Jesusa, ¿y tus enormes prendas íntimas?» (Sí, Chucha, ¿y tus calzonsotes?)