Por Pegaso
En el programa de Tele Aztuerca “Veneneando”, sale un viejo pelón que vende almohadas y colchones con un estilo muy peculiar.
Gabriel Varela se llama el sujeto. Se agarra a hablar como perico diciendo las mil y una bondades del producto que promociona y termina con una frase que las y los televidentes esperan: “¡Abuelita, soy tu nieto!”, que es una forma modificada de decir: “¡A güevo!”
La técnica de ventas usada por los merolicos para comercializar sus pociones y pomadas mágicas ha sido efectiva desde mucho, mucho tiempo atrás.
Si alguna vez tiene la suerte de encontrarse en una avenida o plaza concurrida con un merolico, acérquese y analice la forma en que envuelve e hipnotiza a sus incautos clientes.
Para empezar, siempre tiene a uno o dos patiños que le agarran el pañuelito, le cuidan a la serpiente o reparten cuentas de plástico.
Cuando trata de demostrar algo, utilizando jerga seudo científica o citas ambiguas, el patiño empieza a mover la cabeza afirmativamente, o dice alguna palabra de aprobación, y entonces, por un acto reflejo, las personas que están más cerca de él hacen lo mismo, y luego las más alejadas, en un efecto de ola que es algo maravilloso de ver.
Merolico, de acuerdo con una definición, es aquel vendedor callejero que cuenta con gran facilidad de palabra. El término viene de un polaco judío llamado Raphael J. Meraulyok, quien emigró a México en la segunda mitad del Siglo XIX y vendía hierbas y líquidos de colores, que según él tenían poderes curativos.
Pues bien, la técnica del merolico llegó a la televisión mexicana.
El pelón habla y habla, o casi grita, se hinca y suplica para que el televidente marque un número y compre las almohadas Soñare.
Y debe ser un método efectivo, porque el programa Veneneando ya tiene más de un año de presentarlo diariamente.
Eso le genera al programa que dirige la gallina vieja de Paty Chamoy (con el perdón de las gallinas viejas) una millonaria entrada económica.
Aquí los patiños son Piedrito Solo y Daniel Ponzoño, quienes se acercan a seguirle el juego al cabeza de rodilla.
Ya que estoy en el tema de los merolicos, hace algunos meses deambulaba por la peatonal Hidalgo, buscando una buena fotografía para la nota principal del día siguiente.
En eso, vi a una bolita de gente ahí, frente a la tienda Del Sol, y me acerqué.
El merolico que estaba en medio tenía un pañuelo en su mano. Mientras lo doblaba, daba una explicación a la gente acerca de la mala voluntad de algunas personas que buscan hacernos daño con recursos como la magia negra.
Puso una foto en el pañuelo y luego lo envolvió, amarrándolo tres veces, mientras aseguraba que de esa manera es como nos controlan y nos tienen amarrados.
Los espectadores, gente común y corriente, hombres y mujeres, miraban y escuchaban con asombro, como si estuvieran hipnotizados.
Uno de los patiños, a indicación del merolico, pasó a ofrecer una pequeña piedrita que dijo eran de cuarzo o de otra sustancia que atrae la buena suerte y aleja las envidias.
Me retiré sin saber qué diablos vendía.
Seguramente alguna botellita con agua de colores para curar el mal de amores o algún amuleto para proteger de las envidias.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Hacia la parte posterior de la línea, puesto que estoy desempeñando una actividad productiva”. (Atrás de la raya, que estoy trabajando).