Por Pegaso
I
Nuestros cuerpos se juntan como dos potentes imanes. Se separan un poco y vuelven a repegarse, así, en frenético vaivén.
La música ensordecedora ralentiza los sentidos y todo en derredor gira de manera incontrolable.
La pista es nuestra.
II
Miro hacia afuera de nuestro pequeño micromundo. Las demás se suman al frenesí. Se tocan, se separan, se juntan y se deslizan a todo lo ancho y largo de sus gráciles cuerpos.
Son planetas, son estrellas, son constelaciones y galaxias en un baile perpetuo, y tú y yo en el centro del Universo.
III
Palpita el corazón, los poros hacen erupción.
La música parece no terminar jamás y evoluciona en un crescendo que rebasa los tímpanos y retumba en la pituitaria.
Tú y yo bailando, como en una danza tribal. Siento que nuestras pieles se repegan y el sudor lubrica el roce. Se siente bien. Me siento en un torbellino.
IV
La danza continúa y las otras se cruzan, se alejan, se acercan y frotan, bajo una atmósfera pesada y humeante.
¡Por fin nos unimos! El baile enloquecedor nos ha hecho una sola.
¡Lo hemos logrado, Andrómeda!