Por Pegaso
Estaba yo analizando el famoso video del ratero de la combi acá, en mi mullido cumulonimbus, y no dejó de parecerme sospechosa la precisión con que ocurrió toda la acción.
En primer lugar, dos imberbes ladrones hacen la parada a una combi del transporte público. La combi para. Uno de los cacos sube a la unidad, pero al ver que viene atestada de fornidos y malencarados sujetos, se patrasea. El compañero de atracos no alcanza a subir.
Antes de bajarse de la unidad, el chofer de la combi hace como que arranca; uno de los pasajeros le aplica una zancadilla al amigo de lo ajeno y los demás se le van como a Juan Charrasqueado, de a montón.
Ya en el suelo lo tunden a patadas y lo dejan como Santo Cristo. Para ese entonces, su compañero ya peló gallo y lo dejó solo, en medio de los enfurecidos ciudadanos.
Número uno: Qué casualidad que sólo iban hombres robustos y ninguna mujer, niño o anciano.
Número dos: El timing bien calculado, tanto por el chofer, como por los pasajeros.
Número tres: ¿Quién tomó el video?
Y número cuatro: ¡Qué buena putiza la arrimaron!
Para mí que fue un montaje.
Imaginemos esto: Decenas de quejas diariamente en esa ruta del transporte colectivo. Las autoridades no pueden desplegar a la policía, porque ahuyentan a los delincuentes y éstos atacan en otro punto. Además, los policías no cantan mal las rancheras.
A alguien se le ocurre la original idea de integrar un grupo de militares vestidos de civil para dar un escarmiento público a los ladrones. Se instala una cámara. El grupo espera pacientemente hasta que ven subir a los cacos. El chofer, otro militar, arranca la unidad para aislar a uno de ellos y el resto, es historia conocida.
O simplemente fue un ratero con mala suerte.
Pienso, sin embargo, que pronto habrán de sacar una versión diferente de los hechos, porque a final de cuentas, el periodismo se trata de ver las dos caras de la moneda.
“Yo tengo otroj datoj”,-diría alguien por ahí, y entonces, vendría la versión alternativa, la de un atribulado padre de familia que tuvo que delinquir:
“Fulano de tal era un empleado en una fábrica de Neza. A consecuencia del coronavirus, la empresa tuvo que despedir a la mitad de sus empleados y Fulano quedó sin trabajo. Además, su esposa y sus tres hijos enfermaron de COVID-19 y lo poco que había ahorrado se le fue en medicamentos. Desesperado por la situación, fue a platicar con su compadre Sutano, que también había sido despedido. Entre ambos planearon el atraco a una combi del transporte colectivo con el objetivo de obtener el dinero suficiente para pagar las medicinas.
No contaban con la furibunda reacción de los pasajeros y Fulano resultó con heridas contusas en el abdomen y cráneo, lo que lo llevó al hospital y lo dejó con más problemas económicos”.
Por supuesto que este es solo un ejercicio de imaginación. La verdad, por el momento, no la sabemos en su totalidad, porque únicamente se ha manejado la versión que todos conocemos.
La opinión pública ha condenado al infortunado caco, quien vivirá por muchos años con el estigma de haber sido masacrado por sus presuntas víctimas, y será conocido desde ahora como “el ratero de la combi”, con cumbia incluida.
Sus amigos no dejarán de hacerle bullying, si es que le queda alguno, después de que su compañero lo abandonó entre la furiosa muchedumbre.
Pero, asumiendo que no se trata de un padre angustiado, dentro de poco tiempo volverá a las andadas, porque a este tipo de individuos algo en el interior de su cabeza ya no les funciona bien.
Vámonos con el refrán estilo Pegaso: “Roedor bípedo, ¡me dirijo a tu persona!” (Rata de dos patas, ¡te estoy hablando a ti!)