Por Pegaso
Volando sobre el cielo de Reynosa, allá, por las colonias Cumbres y Aztlán, cuidándome de no chocar con el helicóptero de la Marina que andaba vuelta y vuelta, me puse a reflexionar sobre una de las más conspicuas y arraigadas tradiciones de nuestro país: El dedazo.
Aunque se creía una práctica extinta, resulta que ha regresado con más vigor, como un Matrix Recargado de la vida real.
El espaldarazo que el Presidente Peña Nueto dio al ex secretario de hacienda, José Antonio Meade Kuribreña fue interpretado por propios y extraños como el renacimiento del dedazo, pero a mí me recuerda aquella frase famosa que se acuñó en la década de los setenta u ochenta que dice: «Y cuando desperté, el dinosaurio seguía ahí».
Para hacer apología del dedazo permítaseme reproducir en este espacio los encabezados de algunos medios de comunicación del país cuando se supo que Toño Mid es el candidato de unidad del PRI para buscar la Presidencia de la República.
«Ante el dedazo se recrudece la guerra entre priístas». Proceso.
«Peña Nieto revive el ritual del dedazo». Proceso.
«El dedazo y la democracia mexicana». Milenio.
«Vuelve el dedazo». El Diario de Yucatán.
«PRI sigue la lógica más antigua: El dedazo». Aristegui Noticias.
«Meade es el dedazo de siempre». XEU Noticias de Veracruz.
«El dedazo de Peña». Excélsior.
Buscando en la red me encuentro con una definición de la Real Academia de la Lengua Española que dice: Dedazo: Designación de un candidato a un puesto público, de parte del poder ejecutivo, sin las formalidades de rigor.
La Wikipedia, que en otros temas se extiende bastante, dedica solamente unos cuantos párrafos para explicar lo que significa la palabra dedazo: «El término dedazo (utilizado también en expresiones tales como «aplicar el dedazo») se utiliza a modo de crítica para incidir en que un político o servidor público designa a su sucesor sin seguir ningún proceso público y/o democrático de selección. El término se deriva del ademán de señalar con el dedo cuando se elige a alguien. Un sinónimo es el de «dedocracia», que surge de la fusión de dedo y democracia. (…) En la sociedad mexicana las clases populares usaron el término como una forma popular de burla y protesta hacia los políticos mexicanos y las características autoritarias del régimen surgido del Partido Revolucionario Institucional que gobernó México desde 1928 hasta el año 2000. El «dedazo mayor» se realiza cada seis años, cuando el presidente saliente elige a su sucesor, hasta la fecha recurrente en el sistema político mexicano».
Más no me queda muy claro si después de Ernesto Zedillo el dedazo quedó en un impass o simplemente cumplió con un ciclo y se jubiló.
Lo cierto es que Labastida perdió gacho ante Vicente Fox, a pesar de que Juan Gabriel cantaba con su voz tipluda aquella cancioncita que decía: «Ni Temo, ni Chente, Francisco será Presidente».
Al finalizar el sexenio de Fox el dedazo tampoco estuvo presente. Él quería imponer a su esposa Martita, pero finalmente Felipillo Calderón, «el hijo desobediente», les comió el mandado y se alzó con la candidatura del PAN, ganando la elección. Madrazo, el candidato del PRI, no aguantó el madrazo y se retiró de la polilla de manera definitiva.
Calderón, tal vez quiso imponer a su hermanita «Cocoa» o a su esposa Margarita, pero no se le hizo porque hubo concertacesión a favor de Enrique Peña Nieto, a pesar de los berrinches de la candidata panista Chepina Vázquez Mota, alias «La Chupitos».
Desde el primer milisegundo de su Gobierno, Enrique Peña Nieto ha hecho todo lo posible para que los mexicanos vomiten a su partido, el PRI.
A la fecha, el Revolucionario Institucional es el más repudiado y muy difícilmente un candidato emergido de él podrá superar esa animadversión.
Las reformas aplicadas en casi todos los ámbitos de la vida nacional, desde la laboral hasta la fiscal, pasando por la energética, han sido un fiasco, y cada vez estamos peor que antes.
Ante esa acuciante realidad, no es nada arriesgado suponer que los ciudadanos se inclinarán por otras opciones, y aquí es donde entra la figura de El Peje, Andrés Manuel López Obrador, quien se define a sí mismo como «el rayito de ejperanja» para el país.
Entonces, el dedazo, como institución política, ha vuelto renovada y fortalecida.
No sé si el PRI vuelva a ganar la Presidencia de la República, lo que sí sé es que hemos retrocedido como chorromil años al retomar la práctica antidemocrática de designar al sucesor del Presidente sin mediar un legítimo proceso de selección.
Y con el dedazo renacieron otras figuras de la picaresca nacional: «El tapado», «el bueno» y «la cargada».
«El tapado» se hizo popular en los sesenta, cuando los caricaturistas políticos empezaron a dibujar a un personaje entacuchado con una especie de manta que le cubría la cara casi por completo, a excepción de los ojos, que siempre eran hoyos negros.
«El tapado» permanecía de esa manera, creando la expectativa sobre quién sería el sucesor del Presidente, hasta que éste, con su dedo (de ahí el término dedazo) designaba a «el bueno», y entonces, todos se iban a «la cargada»
Entonces, luego entonces, todos los lamehuevos que estaban dentro del gobierno y que no querían perder su chamba se complacían al expresar la siguiente frase: «Siempre lo dije, fulano era el bueno».
Que es exactamente lo que está ocurriendo en estos momentos en el país: «Meade es el mejor candidato del PRI», «Con Meade sí vamos a progresar», «Meade es a toda madre», «Con Meade sí sacaremos al buey de la barranca», etc.
Yo lo que le recomendaría a Meade es que no se le ocurra ni por asomo ponerse a dar discursos que incluyan las palabras: «Veo», «pueblo», «hambre» y «justicia».
Sólo es una sugerencia. Vale.
Ahora, la frase estilo Pegaso: «Acongojada vuestra estructura craneal». (Triste tu calavera).