Por Pegaso
Andaba yo volando allá, cerca de la unidad deportiva Solidaridad, viendo cómo los jóvenes y no tan jóvenes se preparaban para participar en un evento deportivo que organizó la asociación Leones Unidos por la Vista para construir una clínica oftalmológica.
Se notaba el entusiasmo de los corredores, la buena vibra, el deseo de vivir sanamente, en armonía con su familia y con su comunidad.
Por desgracia no todo es así en el deporte y el espectáculo, y ahí tenemos el más reciente ejemplo de Rafa Márquez y Julión Álvarez.
Saber que ambos están metidos hasta las chanclas en negocios sucios fue una enorme y desagradable sorpresa para todos.
Pero como siempre ocurre, tuvo que ser el gobierno de Estados Unidos el que destapara la cloaca, y entonces nos dimos cuenta que dos de los ídolos populares estaban asociados con un mafioso.
Por eso resulta infantil que el cantante de narcocorridos se haya defendido diciendo: «Pos no, compa, yo no sabía que mi socio era narco».
Pienso que por más güey que esté uno, si se va a asociar con alguien primero indago de quién se trata y después hago negocios con él.
Si bien de los cantantes todo se puede esperar porque ya se han dado casos, no así de deportistas consagrados, como Rafa Márquez, ariete de la Selección Nacional cuyas empresas y fundaciones servían para lavar el dinero sucio proveniente del tráfico de estupefacientes.
«Escuela de Fútbol Rafael Márquez», «Fútbol y Corazón», «Grupo Deportivo Márquez Pardo», «Grupo Nutricional Alhoma», «Grupo Terapéutico Hormaral», «Grupo Terapéutico Puerto Vallarta», «Prosport Healt Imagen», todas ellas ligadas a negocios ilícitos, de acuerdo con la Secretaría del Tesoro de los Estados Unidos.
Ahora sé por qué no gana la Selección Nacional… en lugar de estar pensando en cómo triangular la pelota se la pasan pensando en cómo triangular el dinero mal habido.
¿Y de Julió Alvarez?
Hasta antes del escándalo yo ni siquiera lo hacía en el mundo. Es más, ni siquiera sabía cuáles canciones cantaba, o qué tipo de berridos emitía.
Buscando en Internet me encuentro con una parte de su repertorio en su más reciente álbum «Ni diablo ni santo».
«No soy diablo ni santo, más bien estoy en el medio; soy tranquilo si hay que serlo pero tampoco me dejo. En la vida hay más colores, no nomás es blanco y negro»,-dice la rola.
En «Cómo está cabrón», se suelta diciendo que es un mujeriego y un borracho machista e infiel.
«Cuando pregunten por qué no me dejas, diles que ya te robé el corazón y que por más que has buscado no encuentras quién pueda amarte como éste cabrón»,-canta el intérprete acompañado con música de banda, y las chiquillas de doce, trece y catorce años se desgañitan y lloran de la emoción sin saber lo endemoniadamente misógino que resultan las letras de su ídolo.
Las narcoestrellas son lo de hoy.
Ser buena gente, trabajar de manera honrada, llevar a la casa el sustento diario, es de pendejos.
Ahora hay que ser chingón, no dejarse de nadie y partirle la madre a quien sea.
Recién platicaba con el conocido psicólogo conductual Horacio Alberto Reyna, Presidente de la organización «Buenos Padres» y me decía que estamos viendo una generación desechable, donde los chavos que entran al tenebroso mundo de la delincuencia organizada no duran ni cinco años con vida.
Su filosofía, la que han aprendido en la calle, es la siguiente: «Es preferible vivir como rey unos años que vivir como buey toda la vida».
Volviendo a las estrellas del deporte y el espectáculo, que son el ejemplo que siguen las nuevas generaciones, pienso que el tema de Rafa Márquez y Julió Álvarez sólo es la punta del iceberg.
Es bien conocido que grupos musicales de renombre aprovechan los viajes a Estados Unidos para introducir droga en cantidades industriales.
Los agentes aduanales del vecino país los ven venir y dicen: «Mirar, Charles, aquí venir Los Traileros de Sinaloa, sólo traer instrumentos musicales, dejarlos pasar». ¡Pero nada! Van hasta la madre de ennervantes. Pero los cumplidos agentes hasta les piden autógrafos y toda la cosa.
Aguijonado por el Gobierno de los Estados Unidos, el de México tiene que reaccionar de alguna manera, y lo primero que se me ocurre es que tendrán que prohibirse los narcocorridos y narconovelas, porque eso es echar más leña al fuego en una sociedad que de por sí ya está influenciada hasta el tuétano por la narcocultura.
Volvamos a las churronovelas, a los lagrimones tipo «Rosa Salvaje» o «Los Ricos También Lloran».
De un tiempo acá los dramones de Telerisa y Tele Aztuerca fueron sustituidos por superproducciones como «El Capo», «Las Muñecas de la Mafia», «Sin Tetas no Hay Paraíso» o «La Reyna del Sur».
Entiendo que son hechas para el solaz y esparcimiento de quienes andan metidos en esos enjuagues, pero lo malo es que también están pegadas a la televisión las abuelitas, las tías, las hermanas, las adolescentes y ¡hasta los niños!
Dice un conocido aforismo de Edmund Burke: «Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada».
Termino esta colaboración con el refrán mexicano estilo Pegaso: «En el lugar donde los insectos de la clase Aracnida construyen su retículo». (Donde las arañas tejen su nido).