Por Pegaso
Pechugonas, de prominente trasero, labios de ventosa y coeficiente intelectual cero. Así son las mujeres de los capos, tal como las describe Anabel Hernández en su libro “Emma y las otras señoras del narco”.
Hay ocasiones en que los jefes mafiosos prefieren construirse su propia “buchona”-como también se les conoce-, pagando cantidades estratosféricas para que se remodelen el cuerpo, para que se pongan chichis por acá, curvas por allá, nariz respingada por acullá, hasta quedar a su entero gusto.
En otras ocasiones las buscan ya hechas, como cuando cortejan y seducen a conocidas estrellas del espectáculo.
Viene esto a colación porque ayer que hacía la nota de la piñata de Galilea Montijo, una amiga me decía que la tormentosa relación entre jóvenes y bellas artistas con los capos de la droga es una seducción mutua.
Ellos ven los cuerpos rotundos y voluptuosos, además del glamour que les proporciona la exhibición constante de sus atributos en la televisión y en el cine; y ellas ven en ellos el poder económico y un no sé qué de romanticismo que trae consigo toda actividad delictiva. Como si se tratara de un Robin Hood o de un Chucho “El Roto”.
Sea como sea, ellas caen redonditas en los brazos y en los billetes de los narcos, y ellos se regodean con las ebúrneas protuberancias de las damiselas.
El caso de Galilea Montijo no es el único. Hay muchos ejemplos, como señalaba en la nota periodística intitulada: “Para estas posadas, nueva piñata viral”.
Ver el video de la Montijo llorando en una entrevista que se transmitió a nivel nacional, como que me dio un poco de lástima y pena ajena.
No se ve muy convincente. Pero por otro lado, me pongo a pensar que la artista tiene ya una vida hecha, con un esposo e hijos que son totalmente ajenos a los ataques y críticas que recibe la actriz.
Se haya involucrado o no con Arturo Beltrán Leyva, que dicho sea de paso, está más feo que pegarle a Dios, es muy su bronca.
A menos que haya hecho algo que perjudique a terceros, sigue estando en el ámbito de su vida privada, y ella es libre de darle las nachas a quien se le pegue su regalada gana.
Pero por otro lado, nos deja ver un fenómeno social digno de un estudio psicológico de Jung, Adler o Freud.
¿Es que a las mujeres hermosas les gustan las emociones fuertes y son atraídas a ellas como moscas a la miel?
Entiendo a los mañosos. Adoran la belleza femenina y desean poseerla.
Y cuando tienes tanta lana como ellos, no hay obstáculo que se te ponga enfrente ni barrera que no puedas tumbar, aun cuando se trate de la más hermosa y recatada de las féminas, y aun cuando tú estés más gacho que Danny Trejo.
Mismo fenómeno que se replica a nivel de las barriadas y suburbios de cada rincón del país: El maruchero que le tira los perros a la linda jovencita, la cual se deja ir como gato al bofe, a pesar de los consejos que les dan sus atribulados padres.
Con el paso de los meses, la chamaca sale embarazada y echa a perder su futuro, dejando el escuincle al cuidado de sus padres para seguir gozando la vida loca.
Por desgracia, son cosas que pasan muy frecuentemente.
Por eso siempre digo: Papás, mamás, cuiden a sus hijas y vean con quiénes se juntan. Coman frutas y verduras y ojo, ¡mucho ojo!
Viene el refrán estilo Pegaso, cortesía de Chico Ché: “¿A qué individuo corresponden?” (¿De quén chón?
AL VUELO-Estrellas
Por Pegaso
Pechugonas, de prominente trasero, labios de ventosa y coeficiente intelectual cero. Así son las mujeres de los capos, tal como las describe Anabel Hernández en su libro “Emma y las otras señoras del narco”.
Hay ocasiones en que los jefes mafiosos prefieren construirse su propia “buchona”-como también se les conoce-, pagando cantidades estratosféricas para que se remodelen el cuerpo, para que se pongan chichis por acá, curvas por allá, nariz respingada por acullá, hasta quedar a su entero gusto.
En otras ocasiones las buscan ya hechas, como cuando cortejan y seducen a conocidas estrellas del espectáculo.
Viene esto a colación porque ayer que hacía la nota de la piñata de Galilea Montijo, una amiga me decía que la tormentosa relación entre jóvenes y bellas artistas con los capos de la droga es una seducción mutua.
Ellos ven los cuerpos rotundos y voluptuosos, además del glamour que les proporciona la exhibición constante de sus atributos en la televisión y en el cine; y ellas ven en ellos el poder económico y un no sé qué de romanticismo que trae consigo toda actividad delictiva. Como si se tratara de un Robin Hood o de un Chucho “El Roto”.
Sea como sea, ellas caen redonditas en los brazos y en los billetes de los narcos, y ellos se regodean con las ebúrneas protuberancias de las damiselas.
El caso de Galilea Montijo no es el único. Hay muchos ejemplos, como señalaba en la nota periodística intitulada: “Para estas posadas, nueva piñata viral”.
Ver el video de la Montijo llorando en una entrevista que se transmitió a nivel nacional, como que me dio un poco de lástima y pena ajena.
No se ve muy convincente. Pero por otro lado, me pongo a pensar que la artista tiene ya una vida hecha, con un esposo e hijos que son totalmente ajenos a los ataques y críticas que recibe la actriz.
Se haya involucrado o no con Arturo Beltrán Leyva, que dicho sea de paso, está más feo que pegarle a Dios, es muy su bronca.
A menos que haya hecho algo que perjudique a terceros, sigue estando en el ámbito de su vida privada, y ella es libre de darle las nachas a quien se le pegue su regalada gana.
Pero por otro lado, nos deja ver un fenómeno social digno de un estudio psicológico de Jung, Adler o Freud.
¿Es que a las mujeres hermosas les gustan las emociones fuertes y son atraídas a ellas como moscas a la miel?
Entiendo a los mañosos. Adoran la belleza femenina y desean poseerla.
Y cuando tienes tanta lana como ellos, no hay obstáculo que se te ponga enfrente ni barrera que no puedas tumbar, aun cuando se trate de la más hermosa y recatada de las féminas, y aun cuando tú estés más gacho que Danny Trejo.
Mismo fenómeno que se replica a nivel de las barriadas y suburbios de cada rincón del país: El maruchero que le tira los perros a la linda jovencita, la cual se deja ir como gato al bofe, a pesar de los consejos que les dan sus atribulados padres.
Con el paso de los meses, la chamaca sale embarazada y echa a perder su futuro, dejando el escuincle al cuidado de sus padres para seguir gozando la vida loca.
Por desgracia, son cosas que pasan muy frecuentemente.
Por eso siempre digo: Papás, mamás, cuiden a sus hijas y vean con quiénes se juntan. Coman frutas y verduras y ojo, ¡mucho ojo!
Viene el refrán estilo Pegaso, cortesía de Chico Ché: “¿A qué individuo corresponden?” (¿De quén chón?)