Por Pegaso
A más de dos años como que ya extraño ir a McAllen, a visitar a mi padre, ir de compras y disfrutar de las exquisitas viandas que ofrecen restaurants como el Luby’s, el Crazy’s o el Golden Corral.
Tanto me gustaba ir al buffet, que ya los meseros me miraban con desconfianza, porque a pesar de que estoy flacón y chaparro, parezco pelón de hospicio.
Alguno de mis dos o tres lectores podrá decir: “¡Vamos, Pegaso! Si apenas va un año y medio que cerraron los puentes”.
Y así es, efectivamente, pero resulta que como en marzo del 2019 me robaron mi visa láser y hasta ahora en enero tengo cita para solicitar la reposición del documento.
Así es que todavía pasarán algunos meses para poder ir a darme unos buenos atracones de mejillones con salsa bechamel, jaibas rellenas y todas esas delicias.
Recuerdo una vez que fui con mi Pegasita a la Isla del Padre. Traíamos tanta hambre, que al llegar a Puerto Isabel, nos metimos al primer Pizza Hut que vimos. Aquel manjar nos cayó de perlas y juramos los dos que esa fue la mejor pizza que hemos probado en la vida.
Las autoridades gringas ya anunciaron que a partir de noviembre podrán cruzar los puentes internacionales personas que vayan a realizar actividades no esenciales, como pasar unas vacaciones, ir de comprar o visitar a los parientes, siempre y cuando muestren la cartilla de vacunación con sus dos dosis.
Pero deben ser vacunas autorizadas por ellos, como la Moderna, la Pfizer, Johnson and Johnson y Astra Séneca.
Los que tengan la Sinovac, la Cancino y la Sputnik, de manufactura china y rusa, no pasarán ni enlatados.
Recuerdo como si fuera ayer cómo hace más de dos décadas, antes del 2000, uno podía pasar sin ningún problema y el tiempo de cruce era reducido.
Después del episodio terrorista de las Torres Gemelas todo cambió y los gringos se volvieron más locos de lo que ya estaban, redoblando la vigilancia bajo el temor de que en cada persona que pasaba hacia su territorio se escondía un terrorista.
En los años que siguieron se hizo cada vez más difícil pasar hacia el lado americano, hasta que en el 2020 la pandemia de COVID-19 dio al traste con todo.
No recuerdo ni he visto en alguna hemeroteca o libro de historia si alguna vez hubo un cierre tan prolongado de la frontera entre los dos países, por eso considero que esto es histórico y será algo que podremos contar a nuestros nietos y bisnietos.
Por lo pronto, solo nos queda relamernos los bigotes, recordando aquellas idas a macalear, a la plaza Mall, a la Isla, a la pulga de Álamo y a otros lugares igualmente atractivos para toda la mexicanada que vive al sur de la línea divisoria.
Ya prometí que, en cuanto pueda, les caeré por allá a los amigos del Luby’s y el Golden Corral, a ver si me extrañaron aunque sea un poquito.
Considero que, después de la reapertura de los puentes, en los primeros días se formarán unas filonas marca diablo, que llegarán posiblemente hasta el libramiento Colosio, ya que la mayoría de los residentes fronterizos tenemos un marcado síndrome de abstinencia.
Ya saben que a mí no me gusta exagerar, pero es mejor que nos vayamos preparando mentalmente para pasarnos ocho o diez horas en la fila, si bien nos va.
Por ahora nos quedamos con el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: “Extremidades inferiores, ¿por qué causa, motivo, razón o circunstancia las requiero?” (Patas, ¿para qué las quiero?)