Por Pegaso
Andábamos volando mi Pegasita y yo allá, por la plaza principal Miguel Hidalgo, donde se hacen los preparativos para el encendido del pino navideño, donde los pequeñuelos andaban patinando sobre la pista de hielo y donde la raza mahuacatera deambulaba entre los puestos de artesanías oaxaqueñas.
Sin embargo, hoy no quiero hablar de las fiestas decembrinas, sino de futbol.
Sin ser un ducho en la materia me atrevo a anticipar que a México nuevamente le va a ir de la patada en el Mundial Rusia 2017, ya que quedó en un grupo difícil, donde tendrá que verse la cara con Alemania, Suecia y Corea del Sur.
Con los coreanos no creo que haya mucho pedo, o con los suecos, pero los alemanes son otra cosa.
Mi pronóstico es que quedará segundo después de los teutones en la primera ronda, si bien nos va.
Después de eso todo es cuesta arriba porque hay equipos tan fuertes como Portugal, España, Argentina y Colombia.
No pongo a Brasil porque en el pasado mundial creo que enviaron a jugar a la banca de la selección de jubilados, por la patiza que le dieron los alemanes, 8 a 1 en su propia cancha, en una final que recordó al “maracanazo”.
Pienso que los cariocas, desmoralizados como están, pueden ser vencidos hasta por la selección mexicana.
Vi un comercial de televisión con un personaje que simboliza la suerte, con varias escenas donde se ve a personas apostando o haciendo diversas actividades donde interviene el azar; por último, se dirige al televidente y le dice que el futbol no es cuestión de suerte y que hay que apoyar a la Selección Mexicana durante el Mundial.
Por supuesto, todo esto forma parte de una parafernalia que nos meten cada cuatro años, donde se exalta el nacionalismo y se incrementa el consumo de artículos deportivos, desodorantes, autos y todo tipo de mercancía con sólo asociarla con este evento. Es un negociazo de miles de millones de pesos que nosotros, los que gastamos, seguimos fomentando y coadyuvamos para que unos cuantos se hagan más ricos.
Pero, ¡ea! Sigamos la tendencia y hablemos del Mundial, o del papel tan lastimoso que México ha jugado a lo largo de esta justa deportiva.
No por nada se han ganado el mote de “los ratoncitos verdes” o “la decepción mexicana”.
Empiezan a jugar con madre. Les ponen a un equipo bueno y le sacan un empate o le ganan de pura chiripa.
Entonces, acá en Mexicalcan de las tunas, todos empezamos a generar en nuestro pecho un pedacito de esperanza y un sentimiento patrio que nos inunda.
El siguiente rival de la selección casi siempre es mediocre, así que ganan con facilidad, lo que hace que los fanáticos salgan a las calles, se pongan a dar vueltas como locos alrededor del Ángel de la Independencia o de las plazas públicas de todo el país, con matracas, sombreros de paja y trompetas de plástico en la mano. Tres puntos, y la selección mexicana se ubica en un honroso segundo lugar de su grupo.
Pero después viene el despertar. El oponente es una chucha cuerera que le mete dos o tres pepinos, y así, sufrimos la primera decepción, pero aún quedan con vida.
En la cuarta ronda todo va bien, ya se ha superado el golpe anterior y las estrellas mexicanas hacen su mejor esfuerzo. Quedan empatados, pero como hay que decidir el partido en serie de penalties, todo mundo se empieza a morder las uñas, a dar pataditas en el suelo y a rechinar los dientes, porque saben que los mexicanos somos pésimos para tirar a la portería a balón parado.
Cuando un mexicano tira un penalty, ve el arco chiquito, chiquito, como caja de zapatos.
Pero cuando al otro equipo le toca ejecutar, el portero mexicano ve la portería como si fuera del tamaño de todo el estadio.
Total. México pierde en penales y se repite una historia que ha sido constante desde que nuestro país participa en copas mundialistas.
Rusia 2017 no será la excepción. No tiene por qué serlo. Si el estado anímico de los jugadores de la Selección Mexicana es un reflejo de lo que ocurre en nuestro territorio, entonces van a hacer un papel deplorable.
Estaría mejor que en lugar de jugadores de futbol mandáramos una selección de los diferentes cárteles de la droga.
De esa manera los demás equipos no se atreverían ni siquiera a acercarse a nuestra portería por temor a un levantón o a unos tablazos.
Para esto, los integrantes de dicha selección tendrían en sus manos los nombres, domicilios, nombres de la esposa, hijos y padres, para tomar represalias en caso de que se atrevan a meterles un gol.
Sería la única manera en que México obtendría el codiciado trofeo de la FIFA.
Pienso que “El Perro” Bermúdez narraría las incidencias del partido de esta manera: “Ahora viene El Chapo, pasa al Azul, el Azul triangula para La Barbie, éste pierde el esférico, pero lo recupera El Mayo; El Mayo habilita a El Chapo, quien gambetea bonito… llega al área, se perfila, dispara y ¡goooooool, goooooooool, de Méxique! ¡Goooool de El Chapeeeee!
Y si ganan, serían recibidos en el país como verdaderos héroes. Ya no los perseguirían los soldados o la PGR y se les permitiría tener todos los halcones y marucheros que quisieran.
En fin, vamos a ver qué pueden hacer nuestros once muchachitos en Rusia.
Sólo espero que no se les pegue lo Putin.
Los dejo con el refrán estilo Pegaso: “¡En aquel lugar, en el cual los arácnidos suelen elaborar sus intrincadas telarañeeees!” (¡Allá, donde las arañas tejen su nideeee!)