Por Pegaso
Era alrededor del año 2010, recién celebrados los acuerdos de Varsovia sobre el calentamiento global.
Desde 1992, cuando los gobiernos empezaron a darse cuenta que algo andaba mal en el planeta, implementáronse las primeras reuniones cumbres en torno a los efectos del cambio climático.
Analizaron, evaluaron y se comprometieron a tomar las medidas necesarias para mitigar el peligro que representaba la polución a nivel mundial, donde el efecto invernadero ya empezaba a causar estragos con huracanes más fuertes, sequías más severas, terremotos, tsunamis y otras calamidades más que afectaban la economía de las naciones, al amenazar la producción industrial.
En el 2010, en algún lugar del mundo, un grupo de poderosos personajes se reunieron en secreto.
Después de tantos fracasos en serie, desde aquella primera cumbre mundial, pasando por el Acuerdo de Copenhague, en 2009, el de Cancún en 2010, los intentos por revertir los daños a la ecología y por ende, los efectos del calentamiento global, habíanse ido al caño.
Siguieron otras reuniones entre líderes mundiales, como la Plataforma de Durban, en 2011, la Enmienda de Doha, en 2012, el Mecanismo Internacional de Varsovia, en 2013, la Alianza de Marrakech, en 2016, el Acuerdo de París, en 2015, el Acuerdo Global de Lima, en 2014, la Cumbre de Bonn, en 2017, las Reglas del Acuerdo de París, en 2018 y la Cumbre de Chile, en 2019, bajo la misma tónica.
Es decir, que ni los países ni las personas estaban dispuestos a cumplir con dichos acuerdos. Las naciones industrializadas siguieron en su loca carrera por ver quién producía más, a costa de los recursos naturales y la ecología, mientras que la gente seguía en su loco afán consumista de todo tipo de productos, desde alimentos chatarra o automóviles hasta viajes al extranjero, vacaciones en la playa o en paradisíacos paisajes.
Aquel grupo de personajes que mueven la economía y la política mundial, tuvieron la brillante idea de consultar a un conglomerado representativo de científicos de todas las disciplinas habidas y por haber para elaborar una estrategia que obligara a un cambio radical de comportamiento, frente a la amenaza real que representa el cambio climático.
Los científicos dieron con una solución: Hay que sacudir un poco a la población mundial.
En lo que no podían ponerse de acuerdo era en la forma. Unos sugerían una guerra mundial, otros, inducir terremotos a gran escala o hacer erupcionar volcanes y el resto se inclinaba por formar ciclones más potentes, pero ninguna de esas soluciones satisfacía a los grandes potentados, dueños del mundo.
-“No. Dijo uno -que además de creyente era muy piadoso. Vamos a recortar parte de la población mundial, pero sólo los pecadores deben perecer.
-“Ya sé,-dijo uno de los genios consultados. Hay que elaborar un virus que mate sólo a los individuos que han incurrido en pecados capitales”.
-“Pero, ¿cuál será el mecanismo?”-preguntó otro.
-“Crearemos un virus del tipo de la influenza que produzca infecciones leves en personas sanas, pero que tenga síntomas severos en individuos con padecimientos derivados de un estilo de vida disipado y pecador. Los diabéticos, los obesos, los enfermos de tuberculosis, de VIH, los hipertensos, los pacientes de enfermedades coronarias… Todos ellos serán castigados por sus pecados”.
Y fue así como se crearon los coronavirus: Primero la gripe aviar, luego el SARS, después el AH1N1 y finalmente, el SARS-Co-2 o COVID-19.
También quedó establecida la lista de pecados y sus consecuencias en la salud:
-El VIH viene de la lujuria.
-La diabetes, de la ira, la pereza y la gula.
-La hipertensión arterial, de la avaricia y la soberbia.
-Las enfermedades crónico-degenerativas, de la envidia.
Son los siete pecados capitales y las enfermedades que producen el debilitamiento de las defensas del cuerpo. Ahora sabemos que el COVID-19 provocará la muerte de entre el 5 y el 10% de los infectados que, precisamente, tienen su sistema inmune comprometido, cumpliéndose con ello los principales objetivos del poderoso grupo que elaboró este plan:
-Reducir la población mundial para que los alimentos alcancen para todos.
-Darle un respiro al planeta, bajando las emisiones de CO2 y disminuyendo la contaminación.
-Sacudirse a los enfermos y pecadores.
-Bajar la demanda de combustibles fósiles para regular el mercado internacional.
¡Arrepiéntanse, pecadores! Estamos entrando en un nuevo orden mundial.
(El presente texto es ficción. Cualquier semejanza con la realidad, así como nombres de personas, países o situaciones, es mera coincidencia).
Termino con el refrán estilo Pegaso que dice: “A superlativas calamidades, sobredimensionadas soluciones”. (A grandes males, grandes remedios).