Por Pegaso
Volando yo entre los fríos cúmulos y cirros, llamó mucho mi atención un cacofónico ruido que provenía de un vehículo con vidrios polarizados y placas de la UCD.
Desde acá me pude percatar que se trataba de ese tipo de música que inventaron los negros de Nueva York llamado rap.
El rap, para quien no lo sepa, es un estilo de ¿música? que se caracteriza por un recitado rítmico de las letras, que no se cantan.
Dicho de otra manera, «es una forma musical que incorpora rima, habla rítmica y jerga, que se interpreta o se canta en una variedad de formas, por lo general sobre un backbeat o acopañamiento musical.
Este género tiene raíces muy profundas en la tradición africana, pero poco a poco ha evolucionado hasta convertirse hoy por hoy en un culto fálico.
Comparto la preocupación del conocido músico español Joaquín sabina cuando dice: «Me decepciona mucho el rap, que se ha ido convirtiendo con los años en poesía de analfabetos y para analfabetos que habla fundamentalmente de quién la tiene más larga».
A los ¿cantantes? de rap se les critica por ser misóginos, mal hablados y guarros, pero no siempre es así.
Conocí a dos jóvenes allá, por el rumbo del bulevar Las Fuentes, en un restaurancito de comida mexicana.
Iban de mesa en mesa, rapeando frente a los comensales sobre el color de su camisa o lo que estaban comiendo.
También hay raperos cristianos que hablan de sus creencias.
Sin embargo, y pese a todo, es un tipo de música que gusta más a los negros y a los inadaptados que se creen rebeldes y muy sacalepuntas.
No deja de ser un sonido cacofónico, porque las rimas que hacen muchas veces caen en lo chocante y sí, como dice Juan Sabina, el sexo y las alusiones a los atributos masculinos están a la orden del día.
Basta escuchar o ver alguna letra de cualquier rap gringo o mexicano. No hablan de otra cosa.
Incluso hay mujeres raperas.
No me puedo imaginar cómo una fémina puede adoptar un estilo tan misógino, pero bueno, hay de todo en la viña del Señor, y para decirlo y concluir con el refrán estilo Pegaso: «Individuo que fue concebido para constituirse en recipiente donde se colocan las plantas de ornato difícilmente traspone el límite del pasadizo externo de la vivienda». (El que nace pa’ maceta no pasa del corredor).