Por Pegaso
El reloj de Marcelo Ebrard fue top trending en los últimos días.
¿Por qué una simple baratija de 15 mil dólares llama tanto la atención?
Todo se originó con el video de una teleconferencia sobre la pandemia de coronavirus entre el Pejidente, su carnal Marcelo Ebrard y el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, el pasado primero de junio.
A la derecha, en primer plano, aparece el Secretario de Relaciones Exteriores, vestido con un chamarrín azul, con cara seria de “no rompo un plato”; a la izquierda, el Pejidente ALMO, ataviado con un chaleco también obscuro y camisa blanca.
En un momento dado, la manga de la chamarra de Marcelo se recorre y deja ver un finísimo reloj dorado de la exclusiva marca Rolex.
Cuando el pillín Canciller se da cuenta que la prenda asoma de más, realiza un movimiento para esconderlo.
El hecho no pasó desapercibido para los fifís, conservadores y neoliberales. Inmediatamente se dieron a la tarea de identificar el tipo de reloj que porta el alto funcionario del muy austero y pinche Gobierno de la Cuarta Transtornación y ¡voilá! obtuvieron sorprendentes resultados.
El precio del reloj es de 14,450 dólares, algo así como 325,125 pinchurrientos y devaluados pesos, a la cotización actual de 22.50 pesos por dólar.
Ante las críticas, porque se supone que estamos en un gobierno de austeridad, el carnal Marcelo dijo a los medios de comunicación que fue un regalo de bodas de su esposa, en el 2015.
¿Características?
Bueno, el reloj Submariner Date tiene una carcasa de oro amarillo de 18 kilates. La versión más nueva llega a valer hasta 38,600 dólares. Lo usan principalmente los magnates aficionados al buceo.
Pero hay que perdonarle ese pecadillo a nuestro canciller. Después de todo, si tienes en casa un artículo de lujo, ¿qué puede pasar si lo llevas a las giras presidenciales, donde la gente apenas tiene para llevarse a la panza un plato de frijoles en bola con chiles verdes, tortillas y su infaltable chesco?
A estas alturas, donde resulta mucho más fácil consultar la hora en el teléfono celular que andar cargando un pesado aparato en la muñeca y que además tienes que levantar el brazo, girar la mano para ver la carátula y ajustarte los lentes. Hasta da güeva.
Yo, Pegaso, no uso reloj de muñeca desde el siglo pasado y pienso que ya deberían estar en los museos.
Pero para un individuo como el carnal Marcelo, que se codea con jeques árabes, obesos millonetas y acartonados banqueros, es una prenda imprescindible.
¿Qué pensarán los magnates si llega a una pomadosa reunión y saca su celular para ver la hora en la pantalla?
Seguramente creerán que somos un país tercermundista que no podrá pagar los créditos que estamos por pedir.
¡Ahhhh! Pero si portas un Rolex de Oro, ese es otro cantar.
Entonces, el mensaje que se les envía es el siguiente: “Miren, cabrones, en mi país no andamos con chingaderas. Nos podemos dar el lujo de traer relojes caros y de pagarles hasta la risa”.
Pero bueno, volviendo a la escena inicial, Marcelín debió darse cuenta de inmediato, cuando dejó ver de más su Rolex, que habría repercusiones mediáticas.
En un Gobierno tan austero… ¡qué digo austero! Tacaño, miserable, roñoso, avaro, mezquino, ruin y cicatero, donde se han eliminado los apoyos a las clases más pobres para la atención de la salud, donde han desaparecido importantes programas sociales y donde se ha detenido la inversión pública, resulta hasta una ofensa que un funcionario haga alarde de su riqueza.
Por eso Marcelo quiso esconderlo, pero resultó peor, porque con ello admitió su pecado.
Venga el refrán estilo Pegaso: “Es necesario que tu extremidad prensil superior diestra no perciba visualmente los actos de la siniestra”. (Que tu mano derecha no vea lo que hace tu mano izquierda).