Por Pegaso
Andaba un día Tarzán en la selva, saltando de árbol en árbol y de liana en liana.
Aquel día llegó hasta los límites de su extenso dominio, siempre vigilando que todo estuviera en calma entre sus súbditos, los animales.
Luego de su último periplo, llegó hasta el árbol de ancho tronco donde tenía su choza y se dispuso a descansar, esperando el delicioso almuerzo que le preparó aquella tarde su novia Jane.
Apenas se disponía a ingerir aquel opíparo alimento, cuando llegó el león, todo mohíno, pidiendo audiencia con el rey, que en este caso, era Tarzán.
Chita, su secretaria, lo hizo pasar hasta la sala y, tras una espera prolongada que se le hizo una eternidad al desesperado felino, apareció Tarzán en el quicio de la puerta.
De inmediato, el león hizo una reverencia y con voz chillona le dice: ¡Tarzán, Tarzán! Debes castigar al Gorila. Fíjate que iba yo pasando por enfrente de su cueva y que me jala para adentro y ahí me violó el desgraciado.
-¿Y por qué hablas con la voz chillona, oh tú, el más majestuoso de los animales que habitan en esta selva?-preguntó el rey de la jungla con voz potente y pose de galán de cine.
-Pues es que el gorila calza grande y pues…, me lastimó las cuerdas bucales, responde el león, sin dejar el tonillo agudo.
-Bien, yo atenderé el problema,-dijo el del taparrabo.
Tarzán se fue a buscar su cuchillo, lo afiló y lo pulió bien para ir a poner en su lugar al atrevido simio. Pero no había pasado media hora, cuando llegó el jabalí y, respetando el protocolo, pidió la debida audiencia.
Chita lo pasó a la sala, donde ya Tarzán se aprestaba a salir en busca del gorila.
-¡Tarzán!¡Tarzán!-dijo el jabato, con el mismo tonito de voz del león. Tienes que castigar al gorila. Fíjate que hace un rato iba pasando por su cueva, me jaló y me violó.
-No me digas,-dijo el aludido. El gorila te lastimó las cuerdas bucales.
-¿Cómo lo sabes?-agregó el cerdo salvaje.
-¡Ah! Es que yo tengo informantes secretos.
-Bueno, pero, ¿sí lo vas a castigar?
-No te preocupes, en un rato iré a su cueva a darle su merecido.
Apenas se hubo retirado el jabalí, cuando llegó la jirafa y desde abajo del árbol dijo con la voz aflautada:
-¡Tarzán!¡Tarzán! Tienes que castigar al gorila. Iba yo pasando por su cueva, me jaló para adentro y me violó.
Asombrado, tarzán se puso a pensar qué tan bien dotado estaría el gorila para lastimarle a la jirafa las cuerdas bucales.
-Ya me cansé de ese pinche gorila. ¡Ahora verá lo que es bueno!-dijo, y se colgó de una liana para perderse en la espesura de la selva, rumbo a la cueva del lujurioso mono.
Reunidos los animales afectados en derredor del árbol, de rato vieron llegar al rey de la selva haciendo eses, como si estuviera borracho.
-¿Qué pasó?-le preguntaron.
Y respondió Tarzán con voz chillona: ¡No pude sacar mi cuchillo a tiempo! FIN.