Por Pegaso
Al regresar de mi vuelo vespertino me puse a reflexionar acerca de la forma en que el Sistema ha reinventado al PRI para mantenerse en el poder por al menos otro siglo más.
En varias ocasiones mis dos o tres lectores han testificado mis recomendaciones a los altos mandos del Partido Revolucionario Institucional, hoy caído en desgracia gracias a sus excesos, para que la gente vuelva a creer en él. O por lo menos que ya no asocien su nombre a la corrupción y la simulación que imperó desde que éste tomó el poder.
Sugería yo que se cambiara el nombre, los colores, el logotipo y la gente. Y miren, fue precisamente lo que ocurrió.
Pero no fue necesario desaparecer al viejo PRI para crear uno nuevo. Ahí quedó, como cascajo, como un cascarón y los priístas se fueron a habitar a su flamante nuevo partido: MORENA.
Debo reconocer que eso fue una genialidad.
Alguien, desde hace mucho tiempo preparó la jugada maestra. Una transmutación. Como lo hacían los alquimistas en la edad media, que convertían el plomo en oro.
Como un automóvil viejo y desvencijado que se cambia por un último modelo. No desaparece, sino que ahí se queda, abandonado.
Para entender esto hay que saber que en México el PRI nunca fue el partido gobernante, ni tampoco el PAN, ni ahora, MORENA.
Siempre ha sido el Sistema.
El Sistema se compone de todos los partidos políticos, inclusive los que aparentan ser oposición; de los grandes empresarios, de las logias, del crimen organizado, de los sindicatos y hasta de los medios de comunicación. Todos ellos son controlados por el Sistema.
El Sistema hace y deshace en México.
El Sistema mexicano obedece a otro Sistema más grande, de alcances mundiales que tiene su sede en los Estados Unidos, y su corresponsal es un pelón ojete que despacha desde su mansión, en algún barrio residencial de la Ciudad de México.
No sé quién fue al autor de tan genial jugada.
En México hay pocas mentes tan brillantes como para diseñar una estrategia tal.
Dicen que el mayor éxito del Diablo es hacer creer a la gente que no existe.
Por concomitancia, el mayor éxito del Sistema es haberse mantenido en lo obscuro por tanto tiempo, pero siempre moviendo los hilos de la política interna del país.
No lo digo yo, Pegaso, sino que hago eco de lo que se lee todos los días en la Internet y en los medios nacionales de comunicación.
El PRI se transformó en MORENA, como se transforma la crisálida en mariposa.
Lo perverso de este asunto es que la gran mayoría de los ciudadanos del país no lo saben, o intentan ignorarlo. Treinta millones de personas que votaron por ese partido se dejaron engañar. Nos dejamos engañar.
MORENA es el viejo PRI. No hubo necesidad de cambiar el nombre, ni sus colores, ni sus siglas.
El Partido Revolucionario Institucional seguirá presente en el escenario político nacional por varios años más, pero desde el incómodo lugar de la oposición, con cada vez menos militantes, mientras MORENA se fortalece al recibir en sus filas a la crema y nata del viejo PRI, porque así lo ha decretado el Sistema.
Así es como el Sistema funciona, porque su papel siempre ha sido mantenerse en el poder.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: «Flamante pequeño recipiente cóncavo de amalgama terrosa endurecida al fuego, ¿en qué sitio te colocaré? Caduco pequeño recipiente cóncavo de amalgama terrosa endurecida al fuego, ¿en qué sitio te aislaré? (Jarrito nuevo, ¿dónde te pondré? Jarrito viejo, ¿dónde te arrinconaré?).