Por Pegaso
Volaba yo por los nubosos y fríos cielos de Reynosa, mirando desde acá arriba cómo la gente se prepara para las próximas fiestas navideñas; las «colas» para ir a McAllen se hacen más largas, el aguinaldo se acaba rápidamente y la ansiedad por dar y recibir regalos se incrementa conforme pasan los días.
Y en este frenesí festivo, ya casi nadie se acuerda que apenas unos días antes había unas balaceras infernales en diferentes sectores de la localidad.
El pasado fin de semana se organizaron vía Inbox algunos centenares de personas, quienes realizaron dos marchas separadas que después confluyeron en la plaza Miguel Hidalgo.
El colectivo se hace llamar «Prohibido Rendirse». Ya estando en la plaza principal, soltaron unos globos blancos y dieron algunas declaraciones a la prensa donde piden que en esta Navidad se den abrazos y no balazos. Además, exigieron a las autoridades que garanticen la paz y la seguridad en esta época del año que se supone, debe prevalecer la concordia y la buena voluntad.
Ya llevamos diez años de guerra en Reynosa. He observado que en cada ocasión, cuando se acerca la Navidad, los delincuentes le bajan dos rayitas y hacen una especie de tregua «Lupe-Reyes».
Porque aquí entre nos, los individuos más religiosos y fervorosos que hay son los narcos, que andan con la vida en vilo y cualquier momento puede ser el último momento para ellos.
Los santos a los que más rezan son, por supuesto, a la Santa Muerte, a Jesús Malverde y a San Juditas Tadeo. Por donde quiera pueden verse altares dedicados a esas tres representaciones.
Luego, entonces, la tregua, armisticio, cese de hostilidades, intermisión, descanso, retención o respiro entre bandos rivales, es un hecho.
Lo hicieron los aqueos y los troyanos, cuando Héctor mató a Patroclo, lo hicieron los espartanos cuando Leónidas pretendía ir con el ejército para detener a los persas en el paso de las Termópilas, por ser días dedicados a una festividad religiosa ; los aztecas y otras tribus del Valle de México no acostumbraban pelear de noche durante las Guerras Floridas.
Luego, entonces, ¿por qué no hacerlo las bizarras fuerzas que se pelean la plaza de Reynosa y dejar a la ciudadanía que goce de estos días en paz y tranquilidad?
Incluso ellos mismos pudieran aprovechar la tregua para estar con la familia, preparar los regalitos y pasar unos inolvidables ratos con sus peloncitos para olvidarse aunque sea un momento de la metralleta, los ponchallantas y las furnituras.
Si ven en la calle a un enemigo, abrácenlo, deséenle felices fiestas y díganle cuánto lo quieren.
En el terreno deportivos, aunque se ha desvirtuado mucho en la época moderna, los rivales siempre mostraban su aprecio unos a otros, porque gracias a ellos se podían superar y ser cada vez mejores.
Esa era la mística de los combates samurai, conocida como bushido.
Aquí, por el contrario, los modernos combatientes se mientan la madre por Internet y se sacan selfies portando tremendas metralletas, junto con sus hijitos de brazos.
Durante todo el año han muerto cientos de sujetos de uno y otro bando, ya sea por balas de ellos mismos, ya sea por disparos de las fuerzas federales y militares.
Sin embargo, hay un enorme semillero de nuevos talentos que surgen de la barriada para suplir a los que van cayendo, y ya desde los diez, once o doce años muestran su vocación en las redes.
Colonias como la Aquiles Serdán, Las Cumbres, la Chicho Mendoza, la Cañada, Bugambilias, la Juárez, la Pedro J. Méndez y muchas otras, bullen de chavos deseosos de incorporarse a las fuerzas básicas de la delincuencia organizada.
Eso está pasando y así seguirá hasta que se revierta las causas que provocan el fenómeno.
Por lo pronto, se agradece la tregua «Lupe-Reyes» que nos «regalan» cada año.
Por lo menos las balaceras bajan y los soponcios son menores.
Los dejo con el refrán estilo Pegaso que dice: «A ingerir líquidos y a deglutir alimentos sólidos, puesto que la existencia cesará». (A tomar y a tragar, que el mundo se va a acabar).