Por Oscar Díaz Salazar
La sororidad no es un sentimiento, pensamiento, actitud u acción que practique o posea la presidenta municipal de Nuevo Laredo, Carmen Lilia CantúRosas Villarreal, también conocida por sus malquerientes como Carmen Lela.
Antes que ser solidaria con las otras mujeres, con las que comparte filiación partidista y pertenencia a un grupo político, – el de los morenos, obradoristas, carmonistas o muñecos y ameriquistas – la presidenta neolaredense patrocina los ataques a las muy escasas féminas que son cercanas al gobernador electo, supongo que movida por el interés y la ambición de ser la política (mujer) más influyente del próximo sexenio, luego de la vitamina, que se cuece aparte.
En las reiteradas y abundantes críticas a las morenas, por relaciones, amistades y padrinazgos, que también tuvo Carmen Lilia (Carmen Lela), se nota la mala influencia de su cónyuge, el expolicía corrupto de Tamaulipas (¿será pleonasmo?) que ambiciona heredar la alcaldía, y ver a su mujer ocupando un escaño en el Senado de la república en el 2024.
En la alcaldesa de Nuevo Laredo se cumple la sentencia que afirma: «el peor enemigo de una mujer, es otra mujer», y se cumple de tal forma que hoy vemos cómo se intenta destruir reputaciones de las mujeres que destacan en Morena, que tienen cercanía con el doctor Américo Villarreal o que por diversas razones se les pronostica un papel destacado en el próximo gobierno estatal.
Desde luego que esas grillas de la hermana incomoda, le pueden descomponer el futuro luminoso que más de uno visualiza para Carlos CantuRosas, a quien ya ubican como el inminente e inevitable secretario general de gobierno, a partir del primero de octubre del año en curso… Más ya veremos si las órdenes de aprehensión desaparecen por arte de magia o si se traslada la sede de la Secretaria General de Gobierno al Condado de Webb.