Por José Ángel Solorio Martínez
La clase política riobravense, ha tenido poca representación en las administraciones estatales. Si consideramos, al PRI como una Secretaría de Elecciones de los gobiernos priístas, apenas se pueden contar dos personajes oriundos de este municipio: Moisés Melhem Kuri –fue Secretario General del CDE del tricolor– y Juan Alonso Camarillo –dirigió a la CNOP y actuó como presidente del Congreso del estado–.
(Gerardo Balli González, ex alcalde de Río Bravo, aunque era originario de Reynosa, llegó a ocupar la presidencia del PRI tamaulipeco).
Otros cuadros político-administrativos de esa ciudad, apenas asumieron cargos con una medianía casi irrelevante: Mario Alejo Salinas, arribó a alguna responsabilidad en la Tesorería del estado, en donde transitó discretamente.
Es muy probable que la potencia de los representantes de la clase política, sea directamente proporcional a la demografía que los arropa. Con un padrón que representa aproximadamente el tres por ciento del número de votantes del estado, no es tanta la potencia como la que muestran los políticos de Reynosa, Nuevo Laredo, Matamoros o Tampico. Esa disparidad de capitales electorales, ha puesto en una situación vulnerable a los políticos riobravenses.
Otro factor que influye con mucha fuerza en el brinco de los cuadros locales a nivel estatal, es la cercanía y la confianza que han construido con el gobernador.
Durante años, los alcaldes riobravenses, –en los hechos, son los políticos de mayor relevancia en la comunidad que gobiernan– no han logrado coincidir a plenitud con el Ejecutivo estatal. (El ejemplo mas claro de ello, es Juan Antonio Guajardo Anzaldúa).
Hoy está a punto de cambiar esa tradición fatal, para los originarios del pueblo querido del Porfis.
Por primera vez en la historia político-administrativa del pueblo, se maneja a un representante de esa colectividad, que podría llegar al gabinete del gobernador, Américo Villarreal Anaya. Es ni mas ni menos, Héctor el Calabazo Villegas.
Nadie sabe a dónde va; sólo se escucha, que va.
Puede o no darse el caso de que el Calabazo, sea llamado por el señor de Victoria.
Eso pareciera secundario, en las circunstancias en que se genera esa posibilidad.
Lo interesante de ese reacomodo posible y de ese manejo en corrillos, es la construcción de un porvenir venturoso para el alcalde riobravense y para la ciudad: de sumarse al Gabinete el Calabazo, al pueblo le iría muy bien; de quedarse al frente del Ayuntamiento, galvanizaría su relación con el gobernador del estado. El jefe edilicio, camina en esas promisorias paralelas.
La capitalización política de Villegas, proviene –aparte de su vínculo estrecho con el cardiólogo– del desmantelamiento de buena parte de la clase política local: el PAN, PRI y PRD, quedaron casi aniquilados, dejando en pie sólo al jefe edilicio morenista.
Un escenario positivo para el PRI del municipio, –haber ganado la gubernatura–, también habría puesto en camino al Gabinete a un par de los aliados del PAN: el dirigente estatal del PRI, –originario de Río Bravo– Edgar Melhem Salinas y hasta al hoy fundido –panista, perredista y priista–, Miguel Almaraz.
El derrumbe de sus adversarios, colaboró para consolidar la posibilidad que hoy tiene en la bolsa el Calabazo.
No es una bendición mecánica, para Río Bravo y los riobravenses, que sus representantes, sean beneficiados por la diosa fortuna…
…pero al menos, –como la sentencia de los camarones– sirve para echar mano de la esperanza: ojalá, alguno nos salga bueno.