Por Pegaso
En México, resulta muy caro ser pobre.
La pobreza cuesta mucho. No nos podemos dar el lujo de ser pobres, y sin embargo, lo somos. Esa es la gran paradoja de nuestro País.
Acabo de ver una frase de la Primera Ministra de Alemania, Angela Merkel que dice más o menos así: “Uno de los problemas de América Latina es que los ricos no quieren pagar nada y quieren que los pobres paguen por todo”.
Mucha razón tiene la güereja teutona cara de fuchi.
En octubre del 2019, el SAT dio a conocer una lista de empresarios a los cuales condonó la ridícula cantidad de 172 mil millones de pesos. ¡No me los gano en un día!
Los ricachones pueden acceder a ese tipo de beneficios porque tienen contadores que son unos magos y conocen todos los resquicios de las leyes fiscales por donde colarse para evadir el pago de impuestos.
Algo que los pobres desconocemos.
¡Ahhhh! Pero si alguno de nosotros se atrasa en las contribuciones, Hacienda lo dejará en los calzones, porque de inmediato nos mandará un pinche multón que ellos llaman eufemísticamente “crédito fiscal”.
¿Alguna vez el SAT ha perdonado impuestos o multas a los pobres?
Cuando Chente Fox llegó a la Presidencia de la República, inmediatamente decretó un programa de amnistía fiscal llamado “Borrón y Cuenta Nueva”, donde millones de pequeños contribuyentes y por supuesto, grandes empresarios, se vieron beneficiados.
Pero ese es el único caso que recuerdo en que Hacienda ha dejado ir un peso de los mexicanos pobres y desheredados.
El espíritu de la ley fiscal, hasta donde entiendo, es que el que gana más, debe pagar más impuestos. Pero eso no es así todo el tiempo.
Aparte de que tenemos que aportar el 16% de IVA y el 32% de ISR por nuestros raquíticos salarios, ¡todavía tenemos que pagar por cada producto que compramos!
Fácilmente Hacienda se lleva más de la mitad del dinero producido con nuestro esfuerzo y nos regresa prácticamente nada.
Aquí, en la frontera, muchos tienen la facilidad de pasar a McAllen a hacer sus compras, porque allá todo está más barato.
Los pobres, por el contrario, no pueden hacerlo y se conforman con los artículos chafas que venden las compañías nacionales a precios de oro.
El rico, en su fastuosa mansión, cuida obsesivamente su salud comiendo lechuga, germinados y jugo de fruta.
El pobre traga de todo: Chicharrón en salsa verde, chorizo con huevo, machaca, barbacoa, taquitos de trompo… a la larga, resulta más caro por los problemas de salud que genera esa forma desordenada de alimentarse y tiene que vender todos los bienes que ha podido obtener en su vida para volver a tener salud.
¿Y qué me dicen de los servicios, como la luz y el agua?
El rico puede pagar a un técnico tramposo que instale un disimulado “diablito” en su residencia para pagar trescientos pesos por bimestre, teniendo aire central, calefacción, cinco o más televisiones de plasma, refrigeradores y boilers eléctricos.
Al pobre, con sólo un abanico para toda la casa, un destartalado refrigerador y una televisión de las viejitas, le llega un recibón de varios miles de pesos, ¡y tiene que pagarlo, si no, va la Comisión Federal de Electricidad y le corta el servicio!
Si vive en una colonia irregular, como la 10 de Mayo y tiene un “diablito” en su casa porque las autoridades no quieren legalizar el asentamiento, va la CFE con la Guardia Nacional, la Policía Federal, la Marina, Inteligencia Militar y hasta el CISEN a cortar los alambres y a dejarlos sin luz durante estos horribles calorones y la pandemia de coronavirus.
Y en tiempos electorales, la pobreza es un gran negocio para políticos inescrupulosos.
Van a una colonia jodida, llevan camisetas y vasos, le dan un beso en el cachete a la vieja fodonga, cargan al niño mocoso y se toman la foto, que después publican para ganar más votos.
El día de la elección, le dan a cada uno doscientos o trescientos pesos para que vote por ellos, y tienen que demostrar que votaron a su favor con fotografías de la boleta tachada con su nombre y logotipo.
A la vuelta de uno o dos años, el pobre ve que la regó gacho, porque cada vez paga más impuestos.
¿Ven por qué les digo que en México ser pobre resulta muy caro?
Venga el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: “¡Infeliz del desheredado, que al Paraíso no puede acceder; lo vulneran en este sitio y lo vilipendian en aquel otro!” (¡Pobre del pobre, que al cielo no va; lo chingan aquí y lo chingan allá!)
AL VUELO-Pobreza
Por Pegaso
En México, resulta muy caro ser pobre.
La pobreza cuesta mucho. No nos podemos dar el lujo de ser pobres, y sin embargo, lo somos. Esa es la gran paradoja de nuestro País.
Acabo de ver una frase de la Primera Ministra de Alemania, Angela Merkel que dice más o menos así: “Uno de los problemas de América Latina es que los ricos no quieren pagar nada y quieren que los pobres paguen por todo”.
Mucha razón tiene la güereja teutona cara de fuchi.
En octubre del 2019, el SAT dio a conocer una lista de empresarios a los cuales condonó la ridícula cantidad de 172 mil millones de pesos. ¡No me los gano en un día!
Los ricachones pueden acceder a ese tipo de beneficios porque tienen contadores que son unos magos y conocen todos los resquicios de las leyes fiscales por donde colarse para evadir el pago de impuestos.
Algo que los pobres desconocemos.
¡Ahhhh! Pero si alguno de nosotros se atrasa en las contribuciones, Hacienda lo dejará en los calzones, porque de inmediato nos mandará un pinche multón que ellos llaman eufemísticamente “crédito fiscal”.
¿Alguna vez el SAT ha perdonado impuestos o multas a los pobres?
Cuando Chente Fox llegó a la Presidencia de la República, inmediatamente decretó un programa de amnistía fiscal llamado “Borrón y Cuenta Nueva”, donde millones de pequeños contribuyentes y por supuesto, grandes empresarios, se vieron beneficiados.
Pero ese es el único caso que recuerdo en que Hacienda ha dejado ir un peso de los mexicanos pobres y desheredados.
El espíritu de la ley fiscal, hasta donde entiendo, es que el que gana más, debe pagar más impuestos. Pero eso no es así todo el tiempo.
Aparte de que tenemos que aportar el 16% de IVA y el 32% de ISR por nuestros raquíticos salarios, ¡todavía tenemos que pagar por cada producto que compramos!
Fácilmente Hacienda se lleva más de la mitad del dinero producido con nuestro esfuerzo y nos regresa prácticamente nada.
Aquí, en la frontera, muchos tienen la facilidad de pasar a McAllen a hacer sus compras, porque allá todo está más barato.
Los pobres, por el contrario, no pueden hacerlo y se conforman con los artículos chafas que venden las compañías nacionales a precios de oro.
El rico, en su fastuosa mansión, cuida obsesivamente su salud comiendo lechuga, germinados y jugo de fruta.
El pobre traga de todo: Chicharrón en salsa verde, chorizo con huevo, machaca, barbacoa, taquitos de trompo… a la larga, resulta más caro por los problemas de salud que genera esa forma desordenada de alimentarse y tiene que vender todos los bienes que ha podido obtener en su vida para volver a tener salud.
¿Y qué me dicen de los servicios, como la luz y el agua?
El rico puede pagar a un técnico tramposo que instale un disimulado “diablito” en su residencia para pagar trescientos pesos por bimestre, teniendo aire central, calefacción, cinco o más televisiones de plasma, refrigeradores y boilers eléctricos.
Al pobre, con sólo un abanico para toda la casa, un destartalado refrigerador y una televisión de las viejitas, le llega un recibón de varios miles de pesos, ¡y tiene que pagarlo, si no, va la Comisión Federal de Electricidad y le corta el servicio!
Si vive en una colonia irregular, como la 10 de Mayo y tiene un “diablito” en su casa porque las autoridades no quieren legalizar el asentamiento, va la CFE con la Guardia Nacional, la Policía Federal, la Marina, Inteligencia Militar y hasta el CISEN a cortar los alambres y a dejarlos sin luz durante estos horribles calorones y la pandemia de coronavirus.
Y en tiempos electorales, la pobreza es un gran negocio para políticos inescrupulosos.
Van a una colonia jodida, llevan camisetas y vasos, le dan un beso en el cachete a la vieja fodonga, cargan al niño mocoso y se toman la foto, que después publican para ganar más votos.
El día de la elección, le dan a cada uno doscientos o trescientos pesos para que vote por ellos, y tienen que demostrar que votaron a su favor con fotografías de la boleta tachada con su nombre y logotipo.
A la vuelta de uno o dos años, el pobre ve que la regó gacho, porque cada vez paga más impuestos.
¿Ven por qué les digo que en México ser pobre resulta muy caro?
Venga el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: “¡Infeliz del desheredado, que al Paraíso no puede acceder; lo vulneran en este sitio y lo vilipendian en aquel otro!” (¡Pobre del pobre, que al cielo no va; lo chingan aquí y lo chingan allá!)