Más de mil mexicanos han muerto en Estados Unidos por la COVID-19.

  • Esta es la historia de un inmigrante que quiere enviar las cenizas de su hermano de vuelta a su tierra.

Por Jorge Ramos

El autor es periodista y colaborador regular de opinión de The New York Times.

MIAMI, Florida — No va a ser fácil que entierren a Basilio Juárez Pinzón en Cuautla, México. Es caro, complicado, lleno de requisitos burocráticos y más aún cuando hay que trasladar sus cenizas desde Nueva York en medio de la pandemia.

Tuvo que pasar un mes y cuatro días para que Félix Pinzón pudiera incinerar los restos de su hermano Basilio, de 45 años y quien contrajo el virus en Nueva York. Las funerarias de la ciudad no se daban abasto. Y todavía no tiene el acta de defunción. Así no lo puede repatriar aún a México.

Más de mil mexicanos han muerto en Estados Unidos por la pandemia y muchos de ellos no querían que los enterraran aquí; tenían, con sus amigos y familiares, un acuerdo tácito: si me muero en Estados Unidos, llévenme a México para enterrarme.

¿No se le ocurrió a Basilio que lo enterraran en Nueva York, donde trabajó durante tantos años?, le pregunté a Félix. “No”, me contestó. “Estoy seguro de que él hubiese querido regresar con los suyos, con su familia”. La esposa y los hijos de Basilio viven en México. “Es algo obvio que todos los mexicanos […] tenemos ese sueño; no quedar lejos de nuestra tierra y de nuestra familia. Prácticamente toda nuestra familia está en México”.

Esto forma parte de una larga tradición que quedó grabada en una canción de Jorge Negrete y que dice así: “México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”.

La gran mayoría de las muertes de mexicanos en Estados Unidos han ocurrido en el estado de Nueva York (y los suburbios de la ciudad de Nueva York), donde la pandemia atacó con mayor crueldad. Hay tantos poblanos trabajando en la ciudad de Nueva York que muchos le llaman bromeando Puebla York. Y, por lo tanto, le ha tocado al Consulado de México en Nueva York lidiar con la dolorosa, tardada y compleja tarea de repatriar los restos de sus connacionales. Hay más de 500 solicitudes de repatriación entre los casi 700 mexicanos que han muerto de coronavirus en Nueva York, según me comunicó un portavoz del consulado.

Es más fácil, y menos caro, regresar cenizas que cuerpos. Pero hay muchos inmigrantes mexicanos que no lo pueden pagar. “Nuestras ayudas van hasta 1800 dólares por cada caso”, informó el cónsul general de México en Nueva York, Jorge Islas. Como el edificio del consulado sigue cerrado, su personal está operando de forma remota y expidiendo documentos de emergencia. “Estamos hablando de una tradición que se remonta a las épocas mesoamericanas. Tenemos una tradición cultural muy fuerte de respecto a los difuntos. Y mucha de la tradición es llevarlos a sus lugares de origen. La gente de la comunidad nos dice: quiero tener un lugar a donde yo pueda ir a rezarle, a llorarle y cada año llevarle flores. Es algo muy nuestro”, detalló el cónsul.

La película Coco, producida por Pixar y distribuida por los estudios Walt Disney, popularizó hace tres años la cercana e inusual relación que los mexicanos tienen con la muerte. Nuestros muertos, de alguna manera, nunca mueren. Y por eso los queremos cerca para conversar con ellos y apapacharlos, aunque no los podamos tocar.

“Nuestras canciones, refranes, fiestas y reflexiones populares manifiestan de una manera inequívoca que la muerte no nos asusta”, escribió Octavio Paz en El laberinto de la soledad, uno de los libros que mejor explica el comportamiento de los mexicanos. Decía Paz que a la muerte el mexicano “la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”. Para los antiguos mexicanos, según Paz, “la muerte no era el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito”.

Y precisamente para que ese ciclo no se rompa, hay que regresar a México. Los mexicanos se están yendo de Estados Unidos en grandes números, vivos o muertos. Con pandemia o sin ella.

Para muchos mexicanos Estados Unidos ya no resulta un país tan atractivo para trabajar, vivir y formar una familia como lo era antes. Desde el 11 de septiembre hay un creciente clima antiinmigrante que se ha intensificado con Donald Trump en la presidencia. Menos mexicanos están viniendo y más se están yendo. Más de un millón de mexicanos regresaron voluntariamente de Estados Unidos a México de 2010 a 2018, según un estudio del Centro de Estudios Migratorios de Nueva York. Y otro, del centro Pew, concluyó que, entre 2009 y 2014, la cantidad de mexicanos que salió de Estados Unidos rumbo a su país supero la de los mexicanos que entraron a Estados Unidos. Durante ese periodo, el 61 por ciento de un millón de mexicanos dijo haber retornado a México por razones familiares.

La familia jala. Hasta la muerte.

Nadie desea ser un inmigrante. El inmigrante es obligado a serlo por razones económicas o políticas. Y por eso no resulta tan extraño que, en caso de muerte, muchos mexicanos hayan preferido que los regresaran a su país de origen.

No hay nada más personal que la decisión de dónde quieres que te entierren. Desde la tardía cremación de Basilio el 4 de mayo —cuando hubo una pequeña ceremonia de cuerpo presente en Nueva York con cuatro personas, incluyendo el sacerdote—, Félix no ha podido enviar todavía los restos de su hermano a México. Pero no va a parar hasta lograrlo.

“Es algo normal que cualquier mexicano desee regresar a su patria y ser sepultado allá”, dijo. Aunque Basilio no haya expresado su última voluntad, para Félix, la lealtad de su hermano siempre estuvo clara: “México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”.

Jorge Ramos (@jorgeramosnews) es periodista, conductor de los programas Noticiero Univisión y Al punto, y autor del libro Stranger: El desafío de un inmigrante latino en la era de Trump.

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