Por Pegaso
Andaba yo volando allá, entre agudos cirros y algodonosos cúmulos, buscando la manera de entender la naturaleza humana… y también por qué muchos le siguen yendo al América.
No entendí, por ejemplo, el comentario que hizo un apreciado amigo cuando mencionó el Síndrome de la Tortuga, segundos antes de despedirse del chat Pegaso por las críticas recibidas a consecuencia de su inveterada costumbre de utilizar palabras domingueras en sus comentarios, para apantallar a la raza.
Yo le insistía en que el lenguaje que usa es recomendable solamente para el ámbito legal en que se desenvuelve, no para cotorrear con el infeliciaje.
No me lo imagino por ejemplo, en su casa, diciéndole a su esposa: «Apreciada consorte, en una fracción de tiempo retorno a nuestra alcoba; procederé a evacuar mis intestinos», en lugar de decirle: «Vieja, orita vengo, voy a cagar».
O cuando en la mañana se despide de sus hijos que van a la escuela: «Queridos vástagos: Les recomiendo que extremen precauciones al maniobrar el vehículo por las vías de circulación citadinas, dadas las condiciones de inseguridad que prevalecen en éste entorno», en lugar de decirles: «Pónganse buzos, caperuzos, mis chavos».
Para entender un poquito mejor lo que quiero decir, permítanme mis escasos lectores remontarme a las ya lejanas décadas de los setenta y ochenta, cuando en la tele veíamos programas como el de Los Polivoces, El Show de Eduardo II y el Show de Enrique Polivoz.
Los dos últimos surgieron del primero cuando los protagonistas principales tuvieron sus diferencias y cada quien decidió jalar por su lado.
Había un personaje que me causaba mucha gracia por su aspecto afrancesado venido a menos. Se llamaba El Monsieur.
Pedro Cárdenas, un peladito de La Lagunilla, concursa en el programa de Pelayo y se gana un premio para ir a París, Francia.
Cuando regresa está vestido con un traje de pinguino tipo frac, roído y sucio, unos zapatos de charol rotos, unos guantes blancos, una chistera y un bigotito a la Montesquieu.
Se le acercan los cuates del barrio, entre ellos, Zamorita y le piden que les platique cómo le fue en Francia.
-«¡Qué coguientes!»,-contesta el Monsieur Pierre Cardan, como ahora se hace llamar.
-«¡No te azotes, si tú eres Pedro Cárdenas, el hijo de doña Chole, la de los tamales!»,-le responde la palomilla.
Así pues, yo defino el Síndrome de El Monsieur como el deseo inconsciente de una persona que ha logrado escalar a cierta posición y que busca demostrar su superioridad con hechos o palabras en relación con el resto de las personas que lo rodean.
Recordemos que todo lo que es diferente nos inquieta. Yo no culpo a mi amigo por querer utilizar frases y palabras rebuscadas para tratar de apantallar al resto de los usuarios del chat, porque está en todo su derecho de hacerlo, pero también están en su derecho quienes lo critican porque no es el lugar para presumir un lenguaje docto.
Váyase con sus iguales, los jurisconsultos y allá utilice los culteranismos que quiera, pero es necesario que en las redes sociales, donde todos hablamos un lenguaje llano y popular no intente verse como un ente superior, porque la raza se le va a ir al cuello.
Posiblemente lo sea. No niego que le echó las ganas al estudio y que ahora es un master en derecho, politólogo y conferencista, pero no se vale querer apantallar con términos que sólo se utilizan en el ámbito jurídico-legal.
Me recuerda una disputa que tuvieron hace ya algunos años el entonces circunspecto Arturo Solís Gómez y un pretencioso individuo llamado Manuel Zárate Lizcano que acostumbraba criticar su labor al frente del Centro de Estudios Fronterizos y de Promoción de los Derechos Humanos, el ya extinto CEFPRODHAC.
Manuel Zárate acostumbraba acompañar sus ataques con palabras en latín. La contestación de Solís Gómez fue en el sentido de que la pretensión de parecer culto mediante el uso de latinajos evidenciaba cierto desequilibrio emocional.
Y era cierto, porque hasta hace algunos años Zárate Lizcano aún insistía en que era amigo íntimo de George Bush, el expresidente de los Estados Unidos.
En fin. Admito que aún me falta mucho para conocer los recovecos de la naturaleza humana… y también para saber por qué muchos le siguen yendo al América.
Viene el refrán estilo Pegaso: «A la extensión territorial a la que te dirijas, realiza las acciones que percibas mediante los órganos de la visión». (A la tierra que fueres haz lo que vieres).