- Dicen catedráticos investigadores que el Estado concibe a los indígenas como menores de edad porque para él no entienden muchas cosas, además de considerarlas personas asexuadas, y en ese sentido se oculta la urgente necesidad de una identidad sexodiversa
Ciudad de México.- La invisibilidad de las personas indígenas homosexuales fue puesta en la mesa de diálogo “Diversidad sexual en zonas indígenas”, en el marco de la quinta edición de la feria del libro Librofest 2018.
Ahí, Jorge Mercado Mondragón, profesor adscrito al Departamento de Sociología de la unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), comentó que el tema de la diversidad sexual en grupos indígenas ha sido poco analizado y estudiado, es un tema que apenas se inicia y hay muy pocas investigaciones recientes.
Por esto mismo, “de lo que se trata este Foro es de visibilizar la condición de la diversidad sexual en grupos indígenas a partir de dos ejes: el primero son los derechos humanos; el segundo eje son las políticas públicas en torno a este tema”.
En cuanto al primer eje, lo que se ha observado es que es una condición aparentemente inexistente porque por ser indígenas son por definición heterosexuales “y entonces ahí no cabe la diversidad sexual, pero evidentemente es un grupo donde hay personas que pertenecen a la diversidad sexual”.
Jorge Mercado refirió que las personas indígenas por serlo son objeto de racismo cotidiano, “entonces en un indígena homosexual, pues hay una doble o triple vulnerabilidad para la persona” y esto violenta sus derechos humanos.
Dijo que cuando las comunidades indígenas están sujetas a sistemas normativos inflexibles y rígidos, la diversidad sexual no puede emerger y se generan estigmas en ese sentido, más, agregó, lo grave no es sólo el hecho de que los estigmas no han terminado, sino que el tema está invisibilizado.
“Para este país los indígenas homosexuales no existen” ni para el sector público, ni para el Estado y lo peor es que tampoco para la Academia pues a la fecha son contadas las investigaciones realizadas al respecto, y éstas han sido desde la perspectiva antropológica al abordar el tema del padecimiento del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).
En consecuencia, explicó, se carece de estadísticas respecto al número de personas de sexualidad diversa en México, “sólo se estima que es el 5 por ciento de la población total del país, pero cuando se habla específicamente de la población indígena se complica terriblemente porque no existe estudio alguno. Quizá las personas de la diversidad sexual más visibles son los muxes en Juchitán, Oaxaca, por el trabajo que han hecho en torno a los derechos humanos y la diversidad sexual en el Istmo de Tehuantepec”.
De la población indígena en México se sabe que está conformada por 68 grupos indígenas, y asciende a 12.5 millones de personas aproximadamente y representan alrededor del 10 por ciento de la población total, siendo los nahua-hablantes la población indígena en mayor número.
Respecto al eje de las políticas públicas, Mercado Mondragón comentó que lamentablemente no existe ninguna para la población indígena homosexual, “hay prácticamente nada. No hay un peso que se destine para atender a la diversidad sexual en zonas indígenas”, por lo cual los esfuerzos de cinco tesistas de nivel licenciatura y posgrado de la UAM Azcapotzalco actualmente, se centran en el estudio de este tema en comunidades de la región del Istmo de Tehuantepec, en la zona limítrofe entre los estados de Puebla y Oaxaca, en la zona ñañú del estado de Hidalgo y en la región de San Luis Potosí.
Refirió que existen dos secretarías de la diversidad sexual: una en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y otra en Morena, “pero se están aglutinando en torno al voto ciudadano y no han trascendido a las políticas públicas o al ámbito legislativo”.
El tercer eje, agregó, tiene que ver con los usos y costumbres de los grupos indígenas que entre más heteronormativos sean, será más complicado que emerjan las manifestaciones de diversidad sexual, siendo el estigma el precio a pagar.
Pero, además, dijo, el Estado concibe a los indígenas como menores de edad porque para él no entienden muchas cosas, además de considerarlas personas asexuadas, y en ese sentido se oculta la urgente necesidad de una identidad sexodiversa.
Por otra parte, el profesor Juan Ramón Martínez se refirió a los derechos humanos porque “es inconcebible no tener el derecho a la salud y alimentación, al trabajo, y pareciera se han quedado en el olvido otros derechos humanos como los derechos culturales y sexuales”.
En el ámbito político, explicó el catedrático, tanto para las derechas como para las izquierdas el tema del cuerpo humano era completamente ajeno, no era una demanda social que importara o se estableciera de manera fundamental para una democracia, tan es así que los derechos de la mujer hasta hace no mucho tiempo fueron reconocidos con el derecho al voto.
“Las mujeres siempre han permanecido al margen del desarrollo social y político, pese a que constituyen poco más de la mitad de la población, y a esa mitad les estaban siendo negados sus derechos plenos constitucionales”.
De la misma forma, dijo, ocurre con el derecho a la diversidad, a quienes disienten de la norma heteropatriarcal, “hablamos de los rebeldes y disidentes sexuales que han sido señalados desde tiempo atrás como los sodomitas, los pecadores, enfermos o socialmente marginados”.
“Mantener una disidencia sexual en la historia de la humanidad ha sido un verdadero peregrinar y un camino doloroso por disentir de la norma heterosexual que es racistamente blanca, católica y poderosa en el sentido productivo”.
Finalmente, Ramón Martínez comentó que desde 1995 a 2015 se han registrado más de mil 300 asesinatos por odio homofóbico y aún reconocerlo actualmente es un tema que está en debate, porque hay un regateo entre lo que es el crimen pasional, “estos son los que jurídicamente están reconocidas como crímenes de odio”, pero de acuerdo con organizaciones no gubernamentales, el número de crímenes asciende a cinco veces más.
En esta mesa estuvieron presentes además los profesores Oscar González Gómez, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) y Raúl Arriaga Ortiz, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).