Por Pegaso
Estaba yo viendo el partido de la final del Mundial de Futbol Rusia 2018, acá, en mi mullido comulonimbus, para saber quién ganaría la justa deportiva.
El equipo de analistas, augures, pitonisos, arúspices, nigromantes, videntes, anolistos y oraculeros de Pegaso no fallaron esta vez: Ganó el equipo de Francia.
Ni El Brujo Mayor, ni los Simpson, ni Walter Mercado pudieron superarnos en el pronóstico, y quedaron con sus vergüenzas al aire.
Bajo tales presagios, yo estaba completamente seguro que la selección gala se llevaría el condiciado trofeo de la FIFA, el segundo mejor cotizado a nivel internacional, sólo después de El Pegaso de Oro.
Esta vez, sin embargo, mi atención no estaba puesta en el número de goles, en las gambetas o en los porteriles errores.
Me concentré en ver si las poderosas empresas de televisión acataban la prohibición de la FIFA de no enfocar en primer plano a las bellísimas mujeres que acuden a ese evento deportivo, supuestamente para no «sexualizar» la imagen femenina.
Y efectivamente, sólo pasaron rostros de niños cubiertos de pintacaritas. La única mujer que apareció a toda pantalla fue la Presidenta de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarovic.
Así que por esta ocasión las cadenas televisivas de todo el mundo tuvieron que doblar las manitas ante el mandato de la Federación Internacional de Futbol, pero no creo que la prohibición dure por mucho tiempo.
En el futbol, como en otros deportes, llámense carreras de autos, tenis, basquetbol y muchos más, la imagen femenina es lo que vende, y vende mucho.
No quiero profundizar en explicaciones de tema subliminal, pero ver un rostro hermoso en pantalla afloja el bolsillo e inspira a comprar perfumes, shampús, refrescos de cola, cerveza y automóviles.
Prohíban el uso de minifaldas en el tenis y verán que ya nadie irá a las competencias internacionales. Hagan que las jugadoras se pongan hábito de monja cartuja en lugar de las volátiles prendas y se darán cuenta del fracaso económico.
Que en las playas las voleybolistas se vistan con escafandra de buzo en lugar de usar los bikinis de hilo dental…, que en el futbol americano ya no salgan las Vaqueritas de Dallas con sus sensuales tops, ni en las carreras de Fórmula Uno haya modelos con ajustados jeans.
La imagen sexualizada de la mujer es lo que mueve la economía del mundo.
En 1986, durante el Mundial de Futbol organizado por México, sobresalió un comercial de cerveza donde una bella morena de pelo ensortijado mecía su exuberante pecho al ritmo de pegajosa canción: «Chikitibum, a la bim, bom, bam; chiquitibum a la bim, bom, bam; a la bio, a la bao, a la bim bom bam, México, México, ra, ra, raaaa».
Se le conoció como la Chikitibum, y vendió millones de litros de cerveza, suficiente para hacer que flotara un trasatlántico.
Más o menos en aquella época, en los torneos nacionales, se popularizó otra canción que hacía alusión a los atributos pectorales de las porristas del América.
«Llevo en mi pecho los balones del América»,-cantaban los fanáticos.
Entonces, ¿por qué la FIFA se puso sus moños en esta ocasión y evitó que se pusieran a cuadro los rostros de mujeres en los últimos partidos?
Pienso que fue por influencia de Putin.
Ya ven que también prohibió la mexicanísima expresión futbolera: «¡Ehhhh, putooooo!», tal vez por que pensó que estaban aludiendo a su apellido.
¡Qué perra salió!
Termino mi colaboración con el misógino refrán estilo Pegaso: «Posee mayor poder de tracción el tejido capilar de una fémina, que un par de viejos ejemplares de Bos taurus unidos por un dispositivo de madera o metal». (Jala más el pelo de una mujer que una yunta de bueyes).