Por Pegaso
¡Ahhhh, San Lunes!
Dicen que los lunes ni las gallinas ponen, porque los domingos los gallos no trabajan.
Y es que antes de iniciar mi vuelo vespertino me levanté de la cama con todo el dolor de mi corazón porque se me hizo chiquita la noche.
Dormí como lirón, sin levantarme siquiera a descargar el agua de riñón, como decía mi recordado amigo El Gordo Elías.
Me despertó un pinche gallo que siempre canta en punto de las cinco de la mañana cerca de mi ventana.
La verdad es que no sé cómo carajos le hacen para saber la hora. Exactamente a las cinco de la mañana canta uno y luego le siguen otros animalejos del vecindario.
Cantan durante cinco minutos, y luego lo vuelven a hacer a los quince, media hora, tres cuartos de hora y a la hora siguiente. ¡Ya me tienen hasta la ma…. ndarina!
Ganas de ir a torcerle el pescuezo para que me deje dormir un rato más…
Pero después me contengo porque, a pesar de todo y gracias a ellos me despierto temprano para hacer esta cotorra columna, cuyo objetivo principal es el de hacer reir a uno que otro político para que se levanten de buen humor y hagan mejor su chamba en beneficio del sufrido y abnegado pueblo.
Como iba diciendo, me despertaron los gallos.
Creo que ni las balaceras ni las persecuciones que tienen lugar casi todos los días frente a mi casa, en la colonia Las Cumbres, tienen tal efecto sobre mi persona.
Canta el gallo y abro los ojos, casi automáticamente.
Es mi despertador personal.
No es que no utilice el despertador del celular, pero confío más en los gallos que en la tecnología de última generación.
No fallan los cabrones. Hasta parece que tienen incorporado un reloj suizo.
Por cierto, la palabra canto para definir el sonido gutural que hacen los machos de la especie Gallus sí está bien utilizada.
Las «voces» de otros animales reciben otros nombres, por ejemplo, el águila chilla, la abeja zumba, el burro rebuzna, el buey muge, la lechuza ulula, el caballo relincha o bufa, la cabra bala, el cerdo gruñe, la cigarra chirríe, el cisne grazna, el coyote aúlla, el delfín chasquea, la ballena canta, la gallina cacarea, el gato maúlla, el gorila gruñe, el gorrión gorjea, la gaviota grazna, el grillo chirría, el halcón gañe, la hiena ríe, el tigre ruge, la cotorra parlotea, el pájaro carpintero tamborilea, la paloma gorjea, el guajolote gorgorea, el perro ladra y el toro bufa.
Mi gallo hace su último canto exactamente a las siete de la mañana.
No pensaré en él durante lo que resta del día y la noche, pero sé que ahí estará en la madrugada siguiente para despertarme con su molesto ¡ki-ki-ri-kiiiiiÏ!
Los dejo con el refrán estilo Pegaso: «No obstante contar con tan escasa edad, poseo una mayor cantidad de estructuras queratinosas que cubren mi tejido tegumentoso». (A pesar de ser tan pollo, tengo más plumas que un gallo).