Por Pegaso
Yo pensaba que a estas alturas de la evolución humana ya nada podría sorprenderme.
Todos los días uno se puede encontrar todo tipo de estupideces en las redes, como los malhadados retos o la moda de las ladies, pero nada me pudo haber preparado para la noticia que acabó de leer, ahorita que llegué de mi vuelo matutino.
Resulta que una mujer de 53 años que antes era hombre, ¡ahora quiere ser caballo!
No es broma. Medios de comunicación serios como Excélsior y Uniradio replicaron la curiosa nota.
«Karen» era un hombre que se casó y tuvo hijos, pero de repente se dio cuenta que ya no era machín y se hizo la operación jarocha.
Sin embargo, desde que era niño tenía en mente otra extravagante y estrambótica idea, que era la de convertirse algún día en caballo.
En su loco pensamiento, está dispuesto a exigir al Gobierno que le pague el tratamiento completo para someterse a una cirugía que le permita cambiar sus pies humanos por pezuñas de equino.
En caso de que no accedan a su petición, presentará una demanda ante las autoridades correspondientes bajo el argumento de que se están violando sus derechos.
Argumenta en un documental que se le hizo recientemente que el cambio de sexo está ya aceptado por la ley, porque cada persona es libre de tener la orientación o identidad sexual que desee.
Sin embargo, aquí no se trata de una operación transgénero, sino transespecie.
«Tengo un caballo dentro de mí»,-se justifica el destornillado sujeto.
Y no dudo ni tantito que si presenta una controversia legal se pueda salir con la suya porque los magistrados están igual de zafados.
Lo único que le puedo sugerir a «Karen», si es que se convierte en caballo ¿o yegua? es que evite algún encuentro con un percherón, porque entonces va a saber lo que es amar a Dios en tierra de indios.
Caballos hubo que fueron muy famosos en el mundo.
Tenemos por ejemplo el Bucéfalo de Alejandro Magno, Babieca, la yegua del Cid Ruy Díaz de Vivar, Rocinante de El Quijote, Plata de El Llanero Solitario, Tiro al Blanco de Budy, el de Toy Story y el caballo de palo de Juanito Farías, por citar unos cuantos ejemplos.
«Karen» pasaría a la historia y se uniría a ese selecto grupo por ser el primer caballo que antes era un ser humano, si es que algún día logra su deschavetado propósito.
Hablando de caballos, unos mariachis de Jalisco se fueron de gira a un exótico país árabe.
Al perderse en el desierto fueron capturados por un grupo de feroces beduinos. Los llevaron ante el jefe, y como éste era gran aficionado a los caballos y había ha escuchado que los mariachis mexicanos suelen cantar canciones dedicadas a esos nobles brutos, les exigió que le cantaran una tras otra, bajo amenaza de quitarles la vida.
El beduino empezó a cabecear, arrullado por los acordes de aquel folclórico conjunto musical.
Temerosos de perder la vida, empezaron interpretando Caballo Prieto Azabache, de José Albarrán Martínez, popularizada por Antonio Aguilar; luego siguieron con Caballo Alazán Lucero, el Potro Lobo Gateado y la Yegua Colorada, el Alazán y el Rocío, el Moro de Cumpas, el Cantador, el Siete Leguas, Caballo Prieto Afamado, el Patas Blancas, el Tío Juan y otras muchas piezas que tenían a los cuadrúpedos como figuras centrales.
El árabe se quedó profundamente dormido. En ese momento, uno de los mariahis le dice a los otros: «Oigan, ya se nos acabó el repertorio de caballos, ¿por qué no cantamos otros temas?»
Y empezaron con melodiosa voz: «Conocí, a una linda morenita…»
En ese momento el beduino se despertó y tomó su cimitarra para cumplir su promesa. Así que, resignados, los músicos rascatripas continuaron con su canción: «… que tenía un caballooooo».
Venga el refrán estilo Pegaso (Nota de la Redacción: Por si no te has dado cuenta, Pegaso amigo, tú también eres un caballo, nada más que con alitas): «Al órgano de la visión del poseedor, adquiere más tejido adiposo el equino». (Al ojo del amo engorda el caballo).