Por Pegaso
Andaba yo volando allá, sobre la plaza principal Miguel Hidalgo, donde se congregaron varias decenas de mujeres pertenecientes a un colectivo llamado «Feminismo Reynosa», con el fin de externar su inconformidad por la serie de canalladas, violaciones y crímenes que cometemos contra ellas los ruines y canallas hombres.
Lo primero que noté es que la mayoría de ellas, la gran mayoría, eran jovencitas universitarias. En un momento dado me sentí como enmedio de una pasarela de modelos, en un concurso de Miss Universo o en una convención de niñas fresas.
Le hice notar a una sobre esa curiosa coincidencia y le pregunté si las feyoyas no son acosadas, y la verdad es que no me dio una respuesta concreta.
Lo cierto es que las mujers poco agraciadas, que son el grueso de la población, no se sienten afectadas ni por los piropos, ni por las miradas de deseo de los varones ni por los pensamientos obscenos. ¡Vaya! Ni siquiera las pelan.
Por el contrario, las bonitas van por la calle y si un galán guapetón les dice algo, inmediatamente se le lanzan encima o le tiran los choninos a la cara. ¡Ahhh! Pero si se trata de un individuo más feo que Danny Trejo hacen un escándalo mundial, lo acusan de pervertido o de acosador sexual.
Igualmente, como dice un conocido meme: Si uno es un pobretón, es un viejo rabo verde, pero si tiene mucha lana, es un hombre interesante.
La doble moral, siempre presente.
Una chica mostraba un cartón donde decía que había sido acosada por su patrón y lo denunció, pero, ¿cuántas no se acuestan con su jefe para lograr escalar a puestos mejor pagados? ¿Cuántas mujeres jóvenes, tan sólo al salir de la universidad sueñan con encontrar un «sugar daddy» para pasear a sus anchas por los mejores destinos turísticos, gracias a la generosidad de su «patrocinador»?
Yo, como Pegaso humanista que soy, no estoy en contra de que el viejerío defienda sus derechos, pero si no quieren que las miren, les aconsejo que salgan a la calle vestidas con su túnica de color marrón, su burka y su velo, no con minifadas que casi, casi parecen taparrabos.
El hombre, como integrante del reino animal, posee instintos básicos. Uno de ellos es el de la procreación. Si percibe a una hembra, la ve, la analiza y si la considera lo suficientemente atractiva, genera en su mente una serie de imágenes que incluyen el apareamiento. La hembra, si está en celo, se muestra receptiva y permite el acercamiento, de lo contrario, se retira para no ser fecundada por el macho.
Es algo natural. No se pueden borrar miles de años de instintos. Es como decirle a un león que se convierta en vegetariano.
En fin, no critico la búsqueda de una sociedad más justa para las mujeres, siendo como es la nuestra, machista y patriarcal, pero sí detesto la doble moralina que utilizan al manifestarse públicamente.
Las chicas que participan en este tipo de plantones feministas, son las mismas que se carcajean con los chistes misóginos de Polo Polo, Jo-Jo-Jorge Falcón y El Kompayaso, o que bailan al ritmo del reggetón y perrean de lo lindo en las pachangas que organizan sus cuates.
Son las que utilizan las mismas palabras que los chavos: «Mira, güey», «Vete a la v…» y mil linduras más que antes no se escuchaban, porque las mujeres de antes tenían un candor y un pudor que ya se ha perdido.
Decía mi buena amiga, ya fallecida, Margarita Tavizón de Cepeda: «Antes a las mujeres tenías que hacerle a un lado el bikini para verles las pompis; ahora tienes que hacerles a un lado las pompis para verles el bikini».
Termino con el refrán misógino que dice: «A las féminas, ni la totalidad del apego afectivo ni la totalidad de la moneda corriente». (A las mujeres, ni todo el amor, ni todo el dinero).