Por Pegaso
Leía yo acerca de las amenazas que un cártel de la droga lanzó en contra de la conductora de un programa de televisión de Multimiedos de nombre Azucena Travesti y de cuán rápido el Gobierno Federal que encabeza el Pejidente AMLO ha respondido para garantizar que no lleguen a tocarle ni una sola uña.
Alguien me decía: “¿Te imaginas si llegan a cumplir su amenaza y la matan? ¡Va a ser un pedo mundial!”
Posiblemente sí, porque más pronto que inmediatamente muchos medios de comunicación, empezando por Multimiedos, Telerrisa, Teleaztuerca, Animalejo Político, La Silla Cachureca, y otros, emitieron un comunicado dando su respaldo a la güereja.
Eso es lo que pasa cuando algún grupo de la delincuencia organizada se atreve a meterse contra los más chipocludos personajes del periodismo nacional.
Ellos, en su Olimpo, están muy por encima de lo que cotidianamente tenemos que pasar los reporterillos de a pie, la perrada flaca de los medios de provincia, totalmente a merced de estos señores que tienen la piel muy delgada y por cualquier cosa llegan a molestarse.
Que se venga unos días Azucena Travesti a Reynosa. Que pasen una temporadita por acá los Teachers, los Lorets De Mula, los Trozos, las Michas, las Artisteguis, para que vean lo que es amar a Dios en tierra de indios.
Siempre lo he dicho. Cuando hay una balacera, masacre o evento de trascendencia nacional, inmediatamente suenan los teléfonos de los periodistas locales donde alguien de algún medio escrito, noticiero televisivo o radiofónico nacional exige, -no pide- información sobre los hechos ocurridos, con lujo de detalle y nombres de los involucrados.
Se imaginan ellos que, por ser medios de cobertura nacional, el modesto periodista de provincia se tiene que sentir privilegiado por el gran favor que le hacen al hablarle.
De esa manera es como se ahorran el gasto de tener un corresponsal, a quien se le tiene que pagar un salario y las debidas precauciones que deben incluir, por supuesto, seguro de vida.
Por eso mismo ya muchos ni los pelamos. Porque hablar de ese tipo de cuestiones en horario estelar y en cobertura nacional equivale a ponernos en la mira de los delincuentes.
Nadie me lo quiere creer, pero en Reynosa y la región norte de Tamaulipas estamos en una situación de guerra permanente, quizás tan peligrosa como la que se vive en Líbano o en cualquier otro país del Medio Oriente.
Ya me siento como un compañero y amigo que fue enviado a Sarajevo, a cubrir un conflicto bélico hace más de treinta años, pero aún da conferencias sobre ese tema de vez en cuando.
Aquí no necesitamos que el ejército de Israel aviente misiles hacia sus vecinos de la franja de Gaza. Basta con pararse un día en una calle de la colonia Almaguer, El Campanario o cualquier otra que se encuentra en el límite territorial de dos grupos antagónicos de la delincuencia organizada.
No tardarán en pasarle zumbando las balas por las orejas.
Así pues, desde esta columna hago una invitación formal a todos aquellos semidioses del periodismo nacional para que se echen una vueltecita a Reynosa. Que se vengan una semana. Nomás una. Les consigo habitación en uno de los mejores hoteles, con desayuno continental y toda la cosa.
Que se pongan en los zapatos de la raza periodiquera local, para que vean que no se trata solo de enchílame otra.
Sin más por el momento, quedo de ustedes como atento y seguro servidor: Pegasiux de Petatiux.
(Ojo: Los personajes y situaciones mencionados en esta colaboración son ficticios. Cualquier parecido con la vida real es mera coincidencia).