Por Pegaso
Un ciudadano de nombre Raúl Flores subió a una unidad de transporte tipo combi en el Estado de México.
Amablemente solicitó a los usuarios que entregaran sus carteras y todo lo que trajeran de valor, so pena de descargar en ellos los proyectiles que cargaba en la recámara de su pistola.
Los pasajeros no le hicieron caso.
Por el contrario, procedieron a meterle una zancadilla, y una vez que estuvo en el suelo, lo agredieron inmisericordemente, lo patearon en los bajos, le dieron de puntapiés en las donas y por si fuera poco, lo bajaron de los pelos a la calle y procedieron a quitarle la ropa a tirones, hasta dejarlo en pelotas.
El agredido, visiblemente herido, muy apenas pudo ponerse en pie. Llegaron en su auxilio varias personas. Alguien llamó a una ambulancia y lo trasladaron a un hospital cercano.
Todo eso quedó grabado y resulta una evidencia sólida de la terrible agresión que sufrió el simpático e inocente caco.
Un día después, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos difundió un mensaje donde pide información acerca de los cobardes agresores a fin de fincarles responsabilidad penal, ya que las heridas que presenta el afectado tardan más de 72 horas en sanar.
La verdad, la verdad, no se vale.
Los ladrones debieran gozar de toda la protección de la ley, puesto que realizan un trabajo de alto riesgo.
Basta con que uno de los asaltados se ponga picudo, para que el resto empiecen a agredirlo ferozmente.
Prestaciones como un seguro de vida, un seguro de atención médica, un fondo para vivienda y la posibilidad de obtener un crédito para la adquisición de sus herramientas de trabajo (pistolas, cachiporras, navajas o manoplas), deben estar contempladas en la ley.
Al fin y al cabo, forman parte de la cadena productiva, ya que al obtener las utilidades de un latrocinio, adquieren para sí y sus familias alimentos, ropa, gasolina y demás bienes y servicios que son indispensables para la subsistencia diaria.
Así, pues, tanto la Cámara de Diputados como la de Senadores deben legislar para integrar el Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Rateros (INFONAVIR), crear el Instituto Mexicano de Seguridad de Ladrones, Cacos y Similares (IMSLCS) y el Fondo Nacional de Comercialización de los Amigos de lo Ajeno (FONACOAJ).
Es loable el esfuerzo que hace la CNDH para dar con el paradero de los infames atacantes. No es posible que un ataque multitudinario como pudimos apreciar en el video que circuló en las redes sociales, quede impune, porque lo agarraron como a Juan Charrasqueado: de a montón.
Y luego dicen que por qué está desapareciendo el noble y galano arte de desvalijar al prójimo.
A final de cuentas, sólo van a quedar los ladrones de cuello blanco, porque si se sigue el ejemplo de la horda de energúmenos que vapuleó a Raúl Flores, ya no habrá futuro para el ratero honrado.
Vámonos con el refrán estilo Pegaso: “Atracador que hurta a atracador, cuenta con un siglo de amnistía”. (Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón).