Por Pegaso
En Europa no les dicen cubrebocas a los cubrebocas. Les dicen mascarillas, y son tendencia de moda entre la élite.
Por fortuna para los guarachudos, sombrerudos, botijones y prietos mexicanos, ya tenemos entre nosotros los más novedosos diseños de mascarillas importadas de Europa.
“Centurion XCIX, Made in Europe, innovación y diseño para protección máxima al 99.9% para 150 lavadas. Tecnología de nano membrana, tejido hipoalergénico y antitranspirante, diseño guapo y elegante, comodidad y calidad de acabado. Viene en diferentes colores. Hay para hombres, mujeres, niños y adolescentes.
Queremos cuidar nuestro precioso planeta. Las mascarillas Centurion están elaboradas con materiales 100% reciclables y tienen una vida de 12 meses de duración. ¿Sabe que cada mes se generan 86 toneladas de residuos no reciclables de mascarillas desechables? Con nuestras mascarillas, podrá protegerse a sí mismo, proteger a los demás y proteger a la Madre Naturaleza.
Además, al comprar una mascarilla Centurion estará ayudando a recaudar fondos a organizaciones que usan los donativos que reciben para comprar suministros médicos y otros productos para la lucha contra enfermedades contagiosas. Centurion dona el 10% de los beneficios que obtiene por la venta de sus mascarillas a estas organizaciones y a organizaciones benéficas y centros de salud de todo el mundo. Marque la diferencia ¡y hagámoslo juntos!”
Este divertido anuncio se difundió mediante las redes sociales.
Es una muestra de que, a pesar de que estamos sumidos en una situación desesperante, donde el sufrimiento de millones de personas es algo real y palpable, siempre habrá quien aproveche la situación para hacer pingües negocios.
Es la naturaleza humana. Sacar beneficio hasta de las desgracias.
Pero aunque criticable, es completamente legal.
Hay quienes decidieron invertir una lana para ofrecer al público diseños novedosos y atractivos.
Lo condenable, en todo caso, es que se engañe a la gente con supuestas propiedades maravillosas que prometen beneficios inimaginables o dudosos actos de magnanimidad.
Por ejemplo, la mascarilla Centurion asegura que entrega el 10% de sus utilidades a instituciones de salud de todo el mundo, pro no menciona una sola por su nombre.
Tampoco publicita el precio de cada unidad, lo que impide al posible cliente compararlas con otras que existen en el mercado.
Yo veo que a la raza mahuacatera le vale gorro si su cubrebocas es de diseñador o solo un trapo que se ponen.
Hay quienes tienen tapabocas desechables que usan veinte veces. Otros compran los que se venden en los chagarros callejeros con figuritas del Hombre Araña, de los minions o de Bob Esponja, a tres por cincuenta pesos y se sienten soñados.
No es necesaria tanta sofisticación. Basta una mascarilla de doble capa o de categoría N95 para estar lo suficientemente seguros, cuando salimos a la calle.
El hecho de querer tener lo último de la moda, es más bien algo aspiracional, porque queremos vernos perrones, estar in y apantallar a los cuates.
Por cierto, ya es hora de que las grandes marcas empiecen a sacar los cubrebocas con diseños propios de la temporada navideña.
Dior, Channel, Moschino, Ralph Lauren y otras prestigiadas casas de moda tienen ante sí la oportunidad de popularizar el glamour, con mascarillas adornadas con lucecitas de colores, esferitas navideñas, pinitos, barbas de Santa Clos o cuernos de reno.
Conste que les estoy dando la idea sin exigir regalías.
Concluye mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Aquello cuyo precio es módico resulta gravoso”. (Lo barato sale caro).