Por Pegaso
En la sala de maternidad el jubiloso padre tomaba fotos de su bebé recién nacido.
Le pregunta la enfermera:
-¿Su primer hijo, señor?
-No, ¡mi primera cámara!
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-Mamá, ¿qué haces frente a la computadora con los ojos cerrados?
-Nada, hijo, es que Windows me dijo que cierre las pestañas.
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Un niño le pregunta a otro:
-¿Qué vas a pedirle a Santa Clós este año?
-Yo voy a pedirle una bicicleta, ¿y tú?
-Yo voy a pedirle un Tampax.
-¿Un Tampax?¿Y qué es un Tampax?
-No lo sé, pero en la tele dicen que puedes ir a la playa todos los días, correr en bicicleta, ir a caballo, bailar, ir a la discoteca, hacer todo lo que quieras y sin que nadie se dé cuenta.
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-¡Papá, papá!¿Qué es el amor?
-Es la luz de la vida, hijo mío.
-¿Y el matrimonio?
-Es la factura que llega después.
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-Cariño, dame al bebé.
-Espera a que llore.
-¿A que llore? Pero…¿por qué?
-¡Pues porque no lo encuentro!
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En el salón de Pegasito la maestra les pide a los niños que se porten bien aquella tarde porque el Director va a visitarlos.
Les pide especificamente que no digan: Maestra, ¿puedo ir al baño a orinar?, sino que digan: Maestra, ¿puedo ir a cortar una flor?, ya que suena más bonito y eso podría impresionar al Director.
Se llega la hora y el Director entra y se sienta. Los niños empiezan a llamar a la maestra:
Dice Juanito: Maestra, ¿puedo ir a cortar una flor?
Al rato dice Yenni: Maestra, ¿puedo ir a cortar una flor?
Momentos más tarde, Chavita dice: Maestra, ¿puedo ir a cortar una flor?
Por último, sale Pegasito: Maestra, ¿me presta tantito papel para limpiarme el florero?
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-Mami-le dije el pequeñín a su acongojada madre. Cuando me crezcan los deditos ya no los vuelvo a meter al abanico.
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-¡Mamá!¡Mamá!-llega el escolapio con su progenitora, todo entusiasmado. Ya tuve mi primera experiencia sexual.
-Bueno, hijo, siéntate aquí y cuéntamelo todo.
-Ahora no, mamá, todavía me duele la colita.
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-Bueno niños-les dice la estricta maestra de primaria a sus alumnos. Hoy vamos a tener una prueba diferente. Les voy a escribir en el pizarrón un número y ustedes, a través de una canción, tendrán que hacer la suma y darme el resultado correcto en diez segundos. ¿Quedó claro?
-¡Síiiiii!-contestan todos los chamacos.
-A ver, Chivito, pase usted.
La maestra escribe el 16 en el pizarrón, y El Chivito empieza: «Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho, dieciséis».
-¡Muy bien!-dice la maestra.
Enseguida dibuja el número 23 en el pizarrón.
-A ver, Pegasito, pase usted,-dice la maestra, con una sonrisa burlona, porque cree que ahora sí pondrá en aprietos a aquel sagaz y astuto párvulo.
-Maestra, ¿puedo rapear?-dice el tal Pegasito.
-¡Sí!¡Que rapée, que rapée!-aclaman sus compañeritos.
-Bueno… está bien,-contesta la preceptora.
Y empieza el vivaz mozuelo, a ritmo de rap: «La pinche profesora me intenta joder… con una sumatoria que debo resolver… Los dedos de mis manos, los dedos de mis pies… la polla y los cojones….¡suman veintitrés!
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¡Ahhhh! Los niños. ¡Quién fuera como ellos!