Por Lic. Bárbara Lera Castellanos.
Al cierre de redacción de esta columna Rosa, ya se habían cerrado las más de 170 mil casillas electorales instaladas en todo México, y se estimaba que al menos votaron el 67% de los electores registrados.
Además, ya empezaron los conteos del llamado Programa de Resultados Esperados Preliminares (PREP), con tan solo el 2% del total de las casillas, por ello la espera de dicho conteo rápido irá avanzando ya entrada la madrugada.
Sin embargo de algo ya estamos seguras y seguros todos, me refiero que a que gane quien gane, lo que resultará este lunes, más tardar el próximo miércoles, es que la próxima Presidente de este país, será encabezado por una mujer. Lo que será un hito histórico para México, donde tendremos la promera vez de nuestra historia contemporánea la primer mujer presidenta, en un país con claro dominio de los varones en la Política.
Vale recordar la evolución de la participación de la mujer mexicana en la politica moderna.
Apenas el pasado 17 de octubre de 1953, el entonces Presidente Adolfo Ruiz Cortines promulgó las reformas constitucionales que otorgaron por primera vez el voto a las mujeres en el ámbito federal. Lo que significa un tiempo de apenas 71 años de nuestra historia.
Además, se trataba apenas del derecho a votar, sin estar muy claro la contratarte de ese derecho, que era también, a ser votadas las mujeres a cargos de elección popular electoral, y más aun, que esos cargos fueran de altos puestos políticos y en forma paritaria, esto es «uno a una».
El derecho al voto se publicó en el Diario Oficial el nuevo texto del Artículo 34 Constitucional: “Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son, y tener un modo honesto de vivir”.
En 1953 se reconoce el derecho al sufragio femenino gracias a la organización y participación de las mujeres en los foros feministas demandando derechos ciudadanos, sólo que ese avance no se materializó sino hasta por lo menos dos décadas después, debido a que en la mayoría de los casos seguían siendo los hombres quienes decidían lo que sus esposas, hijas o hermanas debían hacer.
En las elecciones del 3 de julio de 1955 las mujeres acuden por primera vez a las urnas a emitir su voto. En esa ocasión se elegía a diputados federales para la XLIII Legislatura.
Por lo citado, tuvo que pasar más de 40 años, hasta llegar a las actuales condiciones paritaria marcadas en el Instituto Nacional Electoral (INE), donde además del voto, se establecen más derechos de las mujeres hacia los hombres para votar y ser votadas, además de mayor igualdad de condiciones.
En la reglamentación actual, las mujeres tienen derecho a votar en todas las elecciones en igualdad de condiciones con los hombres, sin discriminación alguna.
Dado que el derecho al voto de las mexicanas fue muy tardío, luego de una larga lucha, mientras que muchos países latinoamericanos y europeos ya contaban con este derecho. Este logro marca uno de los avances democráticos más importantes en cuanto al reconocimiento de los derechos de las mujeres en el siglo xx.
La desigualdad social y de trato, los desequilibrios en las relaciones de poder y las tradiciones culturales son factores estructurales que a lo largo de la historia han obstaculizado el ejercicio de la ciudadanía a las mujeres.
Si bien la discriminación de las mujeres a la hora de votar prácticamente ha desaparecido con la expansión del sufragio universal, sucede con frecuencia que los derechos políticoelectorales no se pueden ejercer con plena libertad. A la fecha, no obstante la creciente participación electoral de las mujeres en mayor proporción que los hombres, persisten situaciones en que se vulnera el derecho a ser votadas y la influencia de los varones es determinante en las decisiones y en el sentido del voto de las mujeres.
Las mujeres no tienen total autonomía para realizar actividades sociales y políticas: 21% de ellas piden permiso a su pareja o algún familiar para participar en actividades comunitarias; casi 8% no tiene autonomía para decidir por quién votar. Esta cifra se eleva a 15.8% de mujeres que hablan una lengua indígena y piden permiso para decidir por quién votar.
Actualmente, es importante identificar cómo operan los prejuicios y estereotipos de género para entender la discriminación que sufren las mujeres y las resistencias sociales a aceptar su participación activa en la política y en los espacios en donde se toman las decisiones.
Ahora recientemente, para contribuir a la construcción de una cultura democrática que integre la diversidad y la igualdad de género, el INE incorporó un lenguaje incluyente en la documentación y los materiales electorales que se utilizarán el día de la elección (boletas, canceles electorales portátiles, urnas, cajas de paquetes electorales, mamparas especiales, bases porta urnas, cajas contenedoras de materiales electorales y materiales para el voto de la ciudadanía mexicana residente en el extranjero). Se hace referencia a “Presidencia de los Estados Unidos Mexicanos” y no a “Presidente de la República”; a “Senadurías” y “Diputaciones Federales” en vez de “Senadores” o “Diputados Federales”.
CAMBIO DE PARADIGMA:
Citado y dicho lo anterior, este lunes seguramente tendremos las mexicanas y los mexicanos, la gran noticia de ser representados en el Poder Ejecutivo, por primera vez por una PRESIDENTE MUJER.
Con este avance histórico y el cambio de paradigma que representa, los mexicanos serenos testigos de un gran avance que contribuirá a mejores condiciones económicas y sociales, y a mayores oportunidades laborales y educativas para el sector femenil.
Por lo tanto, las mujeres mexicanas esperaremos que esta situación llame a la acción a la sociedad y a sus instituciones para cerrar las brechas laborales y existenciales, logrando ir eliminando las desigualdades y sumar acciones para traducirlas en acciones concretas que vayan a favor de las mujeres…