- En sus tres décadas de existencia se han trasladado a cinco países distintos en busca de un asentamiento permanente, pero las denuncias contra esta secta ultraortodoxa les han seguido en cada destino
Ciudad de México.- El operativo de la policía mexicana que rescató a un grupo de niños y adolescentes en un campamento de Lev Tahor en plena selva del estado de Chiapas volvió a generar serias preguntas sobre este grupo judío ultraortodoxo, cuyos miembros han sido llamado como los «talibanes judíos» porque sus mujeres visten con ropa negra de la cabeza a los pies.
Sin embargo, la polémica que rodea a este grupo religioso, establecido en países latinoamericanos como México y Guatemala, va mucho más allá de su ultraconservadora vestimenta.
Un juez federal de México dio la orden de arrestar a varios líderes del grupo, cuyo campamento está situado a unos 17 kilómetros al norte de la ciudad de Tapachula, por la sospecha de participación en abuso a menores, después de una investigación llevada a cabo por la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada.
Como recuerda el periodista de la BBC Raffi Berg, un caso de secuestro de dos menores en 2018 -que fueron llevados a Nueva York por su madre luego de escapar de la comunidad asentada en Guatemala- terminó con nueve miembros de Lev Tahor acusados y cuatro de ellos -incluido el hijo del fundador de la secta y actual líder, Nachman Helbrans- en prisión.
Los menores, secuestrados en Estados Unidos, fueron rescatados en enero de 2019 en México. Nachman Helbrans es hermano de la madre de los niños.
En ese momento, BBC Mundo consiguió acceder en exclusiva a esta comunidad en Guatemala y uno de sus miembros habló por primera vez de este y otros casos en los que se han visto envueltos, alegando que Lev Tahor sufre una «persecución política, debido a sus ideales».
«Se ha acusado a la comunidad de secuestro, pero en ningún momento esto ha sido real», dijo el médico guatemalteco Obadia Guzmán, en nombre de las 350 personas que vivían en Santa Rosa, en el sureste del país centroamericano.
Pero, como indicó la periodista de BBC Mundo Ana Gabriela Rojas, desde su creación en los años 80 en Israel, «este grupo ultraortodoxo judío ha pasado por Estados Unidos, Canadá, México y Guatemala, y su paso por estos países ha estado marcado por escándalos de secuestros, matrimonios infantiles o maltrato infantil».
Ultraortodoxos y antisionistas
Lev Tahor, cuyo nombre en hebreo significa «corazón puro», fue fundada en Jerusalén en la década de 1980 por el rabino Shlomo Helbrans.
Se estima que cuenta con varios centenares de miembros, entre 250 y 500.
El grupo practica muchas de las costumbres del jasidismo, una corriente ortodoxa y mística del judaísmo, pero en su aplicación son incluso más estrictos.
Así como en su vestimenta: las mujeres deben estar cubiertas con ropa negra de pies a cabeza, apenas dejando a la vista su rostro, los hombres visten de negro, cubren sus cabezas con sombrero y nunca se afeitan la barba.
Su alimentación se basa en una dieta que sigue las leyes del kashrut, el conjunto de normas bíblicas que establecen cuáles son los alimentos aptos (kósher) que pueden ingerir los practicantes del judaísmo.
Sin embargo, en esto también siguen una versión más extrema. La mayor parte de sus comidas son hechas en casa con el uso de ingredientes naturales y no procesados.
No comen pollos ni huevos de gallina, por considerar que han sido manipulados genéticamente. Sí consumen, en cambio, gansos y sus huevos. Tampoco comen arroz, cebollas verdes o vegetales con hojas, por temor a que tengan algún insecto.
En el caso de los demás vegetales y las frutas, siempre le quitan la piel antes de consumirlos, incluso en el caso del tomate.
En cuanto a las bebidas, solamente beben leche de vacas que ellos mismos puedan ordeñar y elaboran su propio vino.
Los niños, por su parte, no pueden comer golosinas que hayan sido compradas en una tienda. Sus dulces, así, deben limitarse al consumo de chocolate hecho en casa o a frutas, frutos secos y semillas.
Su relación con la tecnología también está extremadamente limitada, pues evitan el uso de aparatos electrónicos, incluyendo la televisión y las computadoras.
Por otra parte, pese a ser un grupo religioso judío su postura política es contraria al sionismo, por el temor a que la fe judía sea reemplazada por el nacionalismo secular en el Estado de Israel.
Pese a sus posturas extremas, los miembros de esta secta consideran que operan plenamente dentro de las fronteras de la tradición y de las normas religiosas judías y que, en realidad, no hay nada nuevo ni diferente en lo que hacen.
«Ellos se ven como los únicos que están siguiendo el verdadero camino, como los guardianes de las murallas, como los defensores de la última llama que queda en el mundo judío. Sienten desprecio por otras ramas del jasidismo, a las que consideran como demasiado transigentes y las califican como despreciables y degeneradas», escribió Shay Fogelman, un periodista de Haaretz que en 2012 tuvo la rara oportunidad de pasar cinco días conviviendo con los miembros de la comunidad Lev Tahor.
«El requisito básico exigido a los miembros de Lev Tahor es simple: venerar y servir a Dios en todo momento, con toda su alma y corazón. Sus bibliotecas solo tienen libros judíos. En sus casas no hay televisores, radios o computadoras. Conceptos como el de tiempo libre, ampliar los propios horizontes o buscar el desarrollo personal, en su estricto sentido occidental, no existen aquí».
«Las paredes de sus casas carecen de cualquier decoración; no hay fotos, amuletos, fotografías de rabinos. En la mayor parte de los casos, los únicos adornos son los candelabros, las menorás o los objetos religiosos de plata, todos guardados en una caja de vidrio», agregó.
En paralelo a esta descripción de la vida austera de entrega religiosa de la secta han surgido en los últimos años varias acusaciones en torno al uso de formas extremas y violentas de control sobre sus miembros, incluyendo el uso de castigos corporales contra menores y el matrimonio forzoso de mujeres menores de edad con hombres mayores.
Estas denuncias han sido formuladas por parte de exmiembros de la secta y de sus familiares.
«La comunidad es acusada también de promover el matrimonio entre menores de edad. Pero nosotros nunca lo hemos hecho. Eso es una cosa personal. Si alguien se siente con la capacidad y listo para poder forjar una familia de acuerdo a sus principios religiosos, es decisión de cada quien. No se puede prohibir el derecho de querer casarse», le dijo Obadia Guzmán a BBC Mundo.
Controversias y expulsiones
En 1990, el rabino Shlomo Helbrans trasladó al grupo a Estados Unidos, donde estableció una escuela judaica en Brooklyn.
Pocos años después, Lev Tahor enfrentaría sus primeros problemas con la ley.
En 1993, Helbrans fue arrestado en Nueva York acusado de haber secuestrado a un adolescente que estaba estudiando con él para prepararse para su bar mitzvah, el ritual religioso que marca el inicio de la transición a la adultez en el judaísmo.
Los padres del menor acusaron a Helbrans de intentar «lavarle el cerebro» a su hijo, mientras que el rabino les acusó de abusar del niño.
Al final, un tribunal condenó por secuestro a Helbrans, quien pasó dos años en prisión hasta conseguir la libertad condicional en 1996.
En el año 2000, el rabino fue deportado a Israel, donde no permaneció mucho tiempo pues decidió establecerse junto a su comunidad en la provincia de Quebec (Canadá).
La secta, entonces, se asentó en Sainte-Agathe, un pequeño pueblo de unos 10.000 habitantes, ubicado a unas dos horas de distancia en auto de Montreal.
Pero allí también surgieron nuevas denuncias en contra del grupo, que fue acusado en 2013 por los servicios sociales de negligencia infantil.
Según informó la prensa local en aquel momento, las autoridades canadienses estaban preocupadas por la salud e higiene de los menores, así como por su educación pues -al parecer- estos niños que son educados en casa no estaban adquiriendo las competencias básicas en matemáticas.
Poco después, los miembros de la secta abandonaron el país para establecerse en San Juan La Laguna (Guatemala), una localidad habitada principalmente por indígenas mayas.
En ese lugar no fueron bien acogidos. Tras varios meses de desencuentros, el consejo de ancianos de San Juan decidió expulsar al grupo por considerar que sus miembros rechazaban a los pobladores locales, se negaban a saludar, mezclarse e incluso hablar con los habitantes.
«Nos sentimos intimidados por ellos en las calles. Pensamos que quieren cambiar nuestra religión y nuestras costumbres», dijo entonces Miguel Vásquez Cholotio, un integrante del consejo de ancianos a la agencia Reuters.
Para forzar su salida, las autoridades locales les dieron un ultimátum y les amenazaron con cortarles el acceso a los servicios públicos.
La secta decidió reubicarse en Ciudad de Guatemala, donde su sede fue luego allanada por fiscales del Ministerio Público que investigaban si allí había casos de maltrato infantil.
En 2016 volvieron a trasladarse a la localidad de El Amatillo, en el municipio Oratorio, a unos 80 kilómetros de Ciudad de Guatemala.
Un año más tarde, la prensa israelí publicó informaciones sobre la muerte de Helbrans, supuestamente ocurrida mientras realizaba un ritual religioso en un río en Chiapas (México). Fue entonces cuando se supo sobre los supuestos planes del culto para intentar cambiar nuevamente de país.
Sin embargo, tras el fallecimiento de su fundador y la detención por secuestro de menores contra de su nuevo líder, el futuro de Lev Tahor se volvió aún más sombrío.
El reciente operativo ordenado por las autoridades mexicanas en el estado de Chiapas muestra que los escándalos que rodean a este grupo ultraortodoxo no dan señales de terminar.