Por Pegaso
La fracesita que se ha hecho muy famosa en los últimos días es: «Un violador en tu camino».
Incluso, se ha convertido en un performance, en un himno contra la violencia machista que ocurre no sólo en México, sino en la mayoría de los países del mundo.
Este nuevo movimiento feminista nació en Chile, hace unas semanas (¿no les parece irónico?) y se ha extendido como reguero de pólvora, tanto así que en Reynosa ya se anunció que habrá una concentración en la plaza Hidalgo bajo el mismo lema.
Así, «Un violador en tu camino» o «El violador eres tú», se convierte en el grito de batalla de miles, millones de mujeres que gustan de salir a la calle con vestimenta cada vez más atrevida, bajo el pensamiento de que pueden ataviarse como les dé su regalada gana.
Por todo el mundo, o por lo menos en los países latinos, ya se está replicando el fenómeno, que consiste en una especie de coreografía, donde las féminas, mayoritariamente jóvenes y de figura espigada (a las gordis y feyoyas no las pelan los violadores) se cubren los ojos con mascadas y empiezan a moverse a ritmo de un tambor y cantando lo siguiente: «El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que no ves. Es feminicidio. Inmunidad para mi asesino. Es la desaparición. Es la violación. Y la culpa no era mía ni dónde estaba, ni cómo vestía. El violador eras tú. El violador eres tú. Los Jueces. El Estado. El Presidente».
Supongo que este domingo buscarán reproducir dicho performance en la plaza Hidalgo las que acudan a la convocatoria del Colectivo Feminista de Reynosa.
Quiero decirles algo a mis dos o tres lectores. Yo, Pegaso, soy un consumado feminista. Estoy a favor de las mujeres, que no son el sexo débil, sino el fuerte-¡Imagínense a un varón pariendo!-se vistan a su gusto y conveniencia.
Pero compartiré algunos puntos relacionados con la Biología y la Anatomía Comparativa.
Entre los primates, nuestros primos más cercanos, es común que las hembras desarrollen durante la etapa de celo colores llamativos en sus partes posteriores y liberen feromonas para atraer al macho. Éste se ve irremediablemente arrastrado a la cópula, sin poderse resistir, porque así es el impulso sexual.
Caso contrario es el de las aves, donde el macho despliega vivos colores en su plumaje para atraer a las hembras y éstas caen redonditas en la red amorosa de sus congéneres.
También entre los vertebrados superiores se repite este último ejemplo, como en los leones, cuya melena resulta ser un imán irresistible para las féminas, a tal punto que éstos llegan a formar un harén.
¿A cuáles de estos ejemplos nos parecemos más los humanos? Por supuesto que a los primates.
De esa manera, cuando un individuo que no está acostumbrado a reprimir sus impulsos más primitivos ve a una hembra luciendo vestimenta llamativa, lo más probable es que llegue a atacarla y a abusar de ella. Así es la biología. Así es el comportamiento en el reino animal, sólo que los humanos, por vivir en sociedad, hemos aprendido a controlar esos impulsos bajo la amenaza de sufrir castigos monetarios o corporales por parte de la autoridad. (Ojo: En nuestra sociedad, el dinero funciona como una atractiva melena de león).
La recomendación obvia es que la mujer se vista con túnica color marrón, como las monjas recoletas y que se tapen el rostro como lo hacen en países musulmanes. Pero sabemos que eso no va a ocurrir, porque para bien o para mal, en los países occidentales las féminas tienen la libertad de vestirse como se les pegue su regalada gana.
Por cierto, en los lugares donde las mujeres se visten con atuendo más liberal es donde ocurren más violaciones.
En primer lugar se ubica Estados Unidos, con 84,767 casos en el 2010, seguido de México, con 14,993 casos, Francia, con 10,108 y Rusia, con 4,907 casos. El íncide es más bajo en los países donde la vestimenta cubre más piel o donde los castigos son más ejemplares para los violadores, como en China.
En fin, el tema da para mucho más, y puede ser motivo de debate y discusión.
Por lo pronto, aquí nos quedamos con el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: «A pesar de que la hembra de primate se atavíe con vestimenta elaborada con material sedoso, como primate permanece». (Aunque la mona se vista de seda, mona se queda).