Por Pegaso
¡Ya nos cargó el payaso!
A partir del primero de enero de este año, el SAT liberará los perros Rottwailer, Pitbull y Doberman para cazar a todo aquel pobre causante que tenga la desgracia de gastarse un peso más de lo que percibe como sueldo.
¡Ay de aquel que no reporte una propina, gratificación o cualquier ingreso extraordinario que haya tenido! La Cuarta Transformación estará a la vuelta de la esquina para basculearlo y exprimirle hasta la última gota.
Llevamos apenas un año de Gobierno y se nos ha hecho eterno.
No quiero aburrirlos nuevamente con todos los detalles acerca de las fallas que tiene el nuevo régimen, que son muchas; también hay que reconocer que tiene aciertos.
México ya es otro, y yo apenas lo reconozco.
Acostumbrado a las corruptelas y demasías del anterior sistema político, veo que las medidas de austeridad republicana apuntaladas por este Gobierno son realmente traumáticas.
En países como Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Canadá, donde la política fiscal es exitosa, se tuvieron que invertir décadas, y en ocasiones siglos, para imbuir a sus ciudadanos en una cultura fiscal.
¡Y aquí quieren hacerlo en un solo año!
Los mexicanos estamos acostumbrados a evadir impuestos. Lo traemos en la sangre.
En el Gobierno de Peña Nieto, de triste memoria, se condonaban miles de millones de pesos a las grandes empresas, aunque el SAT siempre ha estado como garrapata sobre los medianos y pequeños contribuyentes.
Esta asimetría impositiva provocó que la brecha entre muy ricos y muy pobres se ensanchara, donde cada vez había un grupito muy pequeño de multimillonarios y un porcentaje creciente de muertos de hambre.
La endeble clase media mexicana estuvo o está a punto de desaparecer, para homologarse con la clase baja.
Como decía, el mexicano, al tener un sueldo miserable, siempre buscará la manera de compensarlo.
Entre los trabajadores de la maquila se estilan las rifas entre amigos, las tandas, la venta de objetos diversos y hasta de droga. Entre las mujeres hay mucha prostitución.
Hay quienes se van los sábados y los domingos a los tianguis a vender trapos usados para completar el gasto, o quienes ponen una “venta de garaje” en su casa para igual propósito.
Mientras que en Estados Unidos el trabajador más modesto gana 8 dólares la hora, equivalente a 150 pesos mexicanos (al día serían 1,200 pesos), en México ganábamos apenas 90 pesos al día, pero el magnánimo Gobierno subió el Salario Mínimo a 187 pesos, lo que todavía nos deja muy por debajo de los trabajadores de otros países que realizan el mismo trabajo.
Por ese motivo, por lo raquítico de las percepciones, el mexicano siempre ha buscado la forma de compensar sus ingresos.
El agente de tránsito, con las mordidas, el locutor de radio con las payolas, el periodista con los chayotes, el funcionario público con el cobro de un porcentaje por las obras, el político, robándose parte de las prerrogativas, el obrero, haciendo chambitas por fuera, el maestro, cobrando cuotas por todo, etcétera, etcétera y mil etcéteras más.
Entonces, ¿qué va a pasar?
Si el SAT encuentra inconsistencias en las declaraciones, tendrá la facultad de congelar las cuentas bancarias, proceder al arresto sin derecho a fianza del evasor fiscal y decomisar sus bienes, de conformidad con la nueva Ley de Extinción de Dominio.
Por eso, va el refrán estilo Pegaso: “La situación se tornará en una persecución de hechiceras”. (Esto se va a convertir en una cacería de brujas).