Por Pegaso
Se encuentra el padre Otero en el confesionario, elevando sus oraciones al cielo para que ya no haya tanta hambre, desastres y enfermedades en el mundo.
De pronto, a lo lejos se escuchan unos pasos apresurados y un llanto desesperado que se acercan al apacible recinto.
-Padre Otero: ¡Ay, Dios mío! Aquí viene otra vez mi tormento…
-La Chabelita: ¡Ay, ay, ayyyyy!
-Padre Otero: ¡Ave, María Purísima!
-La Chabelita: Sin pecado concebida, padre.
-Padre Otero: Pero Chabela, ¿por qué vienes así, envuelta en un mar de lágrimas? Ten, límpiate los mocos y las lágrimas.
-La Chabelita: ¡Ayúdeme, padre Otero! Estoy a punto de caer en las garras del demonio del Mediodía, de ser arrastrada a lo más abyecto del inframundo.
-Padre Otero: Ya cálmate y dime por qué estás diciendo todas esas cosas tan terribles. ¿Qué te sucedió?
-La Chabelita: ¿Usted conoce a Andrés López?
-Padre Otero: Claro que sí lo conozco. Andresito López, un muchacho muy decente y honesto, siempre respetuoso de la ley y muy devoto de la virgen morena.
-La Chabelita: ¡Qué devoto va a ser, si es un ente surgido del Tártaro, del Cocito y del Averno!
-Padre Otero: A ver, explícame por qué tienes tan mala opinión de Andresito. Yo lo conozco desde que andaba prendiendo lumbre a los ductos allá, en Tabasco y siempre ha sido un muchacho impetuoso, pero con muy buenas intenciones.
-La Chabelita: Pues será el sereno, pero ahora ha manchado mi reputación y me ha llevado al borde del pecado y la concupiscencia.
-Padre Otero: Bueno, ya, Chabela. Cálmate y dime qué te pasó.
-La Chabelita: Pues nada. Que ayer iba pasando por donde estaba el tal Andresito ese. Me llamó para que me acercara y me dijo: (Haciendo la voz gutural y poniendo los ojitos en blanco): Chabela, mira la cosota tan grande que tengo para ti.
-Padre Otero: ¿Y qué era lo que él quería enseñarte, hija?
-La Chabelita: Pos qué va a ser, padre, la cosa esa de la que está tan orgulloso. Esa cosa tan grande, dura y gruesa. ¡Si hasta le brillaba la punta!
-Padre Otero: (Dándole de golpes en la cabeza con su biblia). ¡Toma!¡Toma!¡Soflamera inverecunda!
-La Chabelita: ¿Por qué me pega, padre?
-Padre Otero: ¿Y todavía lo preguntas, sobrina de Satanás? Ya te he dicho que no necesito que me des tantos detalles.
-La Chabelita: Es que así estaba su cosota, padre; no como la del Señor Obispo que la tiene chiquita y delgadita…
-Padre Otero: (Nuevamente atizándole con el sagrado libro). ¡Gandulfa!¡Pecatriz! ¿Y cómo sabes tú cómo la tiene el Señor Obispo?
-La Chabelita: ¡Ya no me pegue, padre! (Rompiendo a llorar nuevamente).
-Padre Otero: Es que me sacas de quicio con tus vívidas descripciones que yo no necesito conocer. Bueno, ¿y luego?
-La Chabelita: Pues que Andresito me dijo enseguida: (Nuevamente, haciendo la voz gutural.) Chabela, ¿quieres tener aunque sea un cachito?
-Padre Otero: Y tú, como buena cristiana, te negaste a sus lúbricas insinuaciones.
-La Chabelita: ¡Ayyy, ayyy, aaaayyyyyy!
-Padre Otero: ¿Cómo?¿Aceptaste incurrir en el pecado de la carne?
-La Chabelita: Pues no sé si el cachito era de carne o de papel, pero me dijo que me iba a costar quinientos pesos.
-Padre Otero: A ver, explícame bien. ¿Qué era lo que te estaba ofreciendo Andresito?
-La Chabelita: Qué va a ser, padre Otero. Un cachito de lotería que anda vendiendo para la rifa del avionsote ese que tiene, tan grandote, duro y brillante.
-Padre Otero: ¡Hija de…! ¿Y todo este tiempo me has estado hablado de un cachito de lotería y del avión presidencial?
-La Chabelita: Sí, padre, ¿usted qué me había entendido?
-Padre Otero: (Suspirando y echándose aire al rostro con su sotana). Nada, hija, nada. Comprar un cachito de lotería no es un pecado. Anda, ve y rézale a la virgen morena para que expíe tus pecados.
-La Chabelita: ¡Muchas gracias, padre Otero! Es usted un santo. (Se aleja enjuagándose las lágrimas y limpiándose las mucosidades).
-Padre Otero: ¡Dios mío!¿Por que no mandas a esa sierva tuya a China para que le dé un poco de coronavirus?