Por Pegaso
Andaba yo volando allá, cerca de la plaza principal Miguel Hidalgo, donde se ha colocado uno más de los muchos centros de acopio de ayuda humanitaria para los damnificados por los sismos del 7 y 19 de septiembre.
Ayer mismo pudimos constatar la premura con la que autoridades de todos los niveles, tamaños y sabores han establecido sus propios módulos de recepción de víveres, medicamentos, artículos de limpieza y enseres para bebé.
Parece ser que de pronto todos nos convertimos en sujetos altamente altruistas, y ahí tienen ustedes, por ejemplo, a los dueños de dos grandes emporios televisivos, Emilio Azcárraga Jean, de Telerisa y Ricardo Salinas Pliego, de Tele Aztuerca compitiendo a ver quién tiene mejor cobertura informativa.
En Reynosa, primero tímidamente, y después de manera agresiva, todo mundo ha colocado su centro de acopio.
Hasta los gasolineros, que suelen ser grandes ladrones al despachar litros de menos, se han tentado el corazón y colocado en algunas estaciones de servicio sus tolditos con la leyenda: «Aquí se recibe ayuda para los damnificados».
Ayer leí por ahí una noticia de que el gobierno de Estados Unidos enviaría ayuda para las labores de rescate en la Capital del País y otros Estados afectados por los temblores.
Por mí, el sátrapa nazi puede agarrar cada uno de sus dólares, hacerlos rollito e introducírselos por el trasero. México no debe aceptar ese tipo de ayuda porque seguramente nos lo cobrarán multiplicado por cien, como ya lo ha dado a entender el gorila ese que manda en la Casa Blanca.
Por otra parte, durante los siguientes días al sismo que sacudió la Ciudad de México, se inició una campaña en redes sociales donde se pedía a los partidos políticos que donaran parte de las prerrogativas que éste año les toca para sus gastos de campaña en el proceso electoral 2017-2018.
Son algo así como 6 mil millones de pesos, cantidad que serviría para financiar la reconstrucción de la capital, pero que los dueños de los partidos no querían soltar.
El Instituto Nacional Electoral decía que no se podía, que era ilegal que se destinara esa lana etiquetada para gastos electorales a un fin distinto.
Se ve en un cartón publicado en un medio nacional cómo una mano sanguinolenta se acerca pidiendo ayuda a dos ratotas que abrazan fuertemente un morral de dinero. Las ratas dicen: «No podemos darte nada porque es ilegal».
De inmediato, salió por ahí el Peje, Andrés Manuel López Obrador, como siempre oportunista, diciendo que donaría la mitad de sus prerrogativas.
Le siguieron el Partido del Trabajo, con el 20% y el PRI con el 25%; del PAN no se ha sabido nada hasta ahora.
La manera de aprovechar la desgracia nacional tiene mil facetas. Las ya mencionadas televisoras se lamen los bigotes porque la cobertura informativa y el despliegue tecnológico que han hecho en los últimos días les garantiza un aumento de la audiencia y mayores ventas.
Ricardo Salinas Pliego, dueño de Tele Aztuerca, organizó una coperacha y dijo que por cada peso que done la gente, él donará otro tanto.
Por otra parte, y para no quedarse atrás, el milloneta cara de pujo de Carlos Slim anunció mediante su fundación que aportará cinco pesos por cada peso que den los mexicanos.
Tanta es la ayuda que la ciudadanía empieza a aportar, que ya hay versiones en las redes sociales de que los partidos y hasta las instituciones están llevando agua a su molino.
Por ejemplo, se dice que en el Estado de México se para a los camiones que transitan por sus carreteras para poner el logotipo del DIF en los paquetes de ayuda humanitaria, en tanto que en otra foto se ven paquetes en costales blancos con el logo del Partido Revolucionario Institucional.
En este maremágnum de gente, en este gran desorden en que se han convertido las labores de rescate y apoyo, el Ejército Mexicano está perdiendo la poca credibilidad que habían logrado rescatar con sus paseos matinales y sus expo militares.
En primer lugar, desde el inicio de las acciones de rescate se impidió que más gente llegara a los lugares donde había víctimas atrapadas.
La orden pudo deberse a que, mientras más manos, más desorden habría y más torpeza existiría en la labor, sin embargo, poco a poco empieza a tomar forma la sospecha de que el Ejército pretende ocultar algo.
En las últimas horas, de acuerdo con versiones difundidas en las redes, el Gobierno de Peña Nieto ordenó que se suspendiera la búsqueda de sobrevivientes y entrara la maquinaria pesada a remover escombros.
Los topos, esos héroes de carne y hueso que han estado presentes desde un inicio, recomiendan que se siga la búsqueda, ya que existe la certeza de que hay más gente atrapada bajo toneladas de ladrillos y varilla.
Ante la insistencia de las autoridades de meter las máquinas, ya empiezan a manifestar en las redes sociales que la gente no los dejará, que se pondrán frente a los bulldozers para que éstos no pasen.
Con esto, se polarizará aún más el odio que siente la población hacia el gobierno de Peña Nieto, por insensible.
Al igual que ocurrió en el 85, las historias se repiten. En aquella ocasión, dentro de los trabajos de rescate, el caso de un niño llamó la atención de México y el mundo. «Monchito» era un pequeño que estaba viviendo en casa de su abuelo cuando ocurrió el sismo de 8.2 grados Richter, quedando atrapados ambos bajo los escombros. Sin embargo, nunca se halló el cuerpecito, y el caso pasó a conocerse como «el niño fantasma del sismo del 85».
Ahora todo mundo está preocupado por una fantasmagórica niña a la que han llamado «Frida Sofía».
Según la versión aceptada, un elemento de la Marina oyó una voz infantil debajo de los escombros. De inmediato la ayuda y la atención nacional se concentraron en el colegio Rebsamen para intentar el rescate de «Frida».
No obstante, con el paso de las horas se pudo saber que en la lista del citado colegio no había nadie con ese nombre, además de que los supuestos padres de la menor no se habían presentado en el lugar de los hechos, lo que para muchos resultaba ilógico.
Un psicólogo calificó el fenómeno como resultado de la «histeria colectiva», provocada por el tremendo shock que significó para todos el terrible temblor que arroja hasta ahora más de 300 muertes y billones de pesos en pérdidas.
Para finalizar, el dicho popular al estilo Pegaso: «La presente situación no concluye, hasta que concluye». (Esto no se acaba, hasta que se acaba).