Por Pegaso
(Edición sabatina)
Había un sabio en la antigua India que se pasaba los días y noches en largas meditaciones.
En cierta ocasión, yendo al pueblo más cercano, decidió descansar debajo de la sombra de un frondoso árbol.
Ahí estaba, absorto en sus contemplaciones.
A lo lejos vio venir al Espíritu de La Peste, que se dirigía al mismo pueblo.
Al llegar al lugar donde él descansaba, le preguntó: “¡Oh, Peste!¿A dónde diriges tus pasos?”
Y La Peste le contestó: “Voy al pueblo a matar a cien personas”.
El Espíritu de la Peste siguió su camino.
Unas horas después, vio que del pueblo venía un hombre con una carreta, llevando a su familia y a sus pertenencias.
El sabio le preguntó: “Dime, buen hombre, ¿a dónde te diriges con tanta prisa?”
Y el atribulado individuo le respondió: “Me voy del pueblo porque llegó La Peste y está matando a miles de personas”.
Detrás del primer hombre, venían más, y más, hasta formar una columna interminable que huía de la peste.
El sabio se quedó meditando, después de ver el miedo reflejado en el rostro de todas aquellas personas, hombres, mujeres, niños y ancianos.
Finalmente, poco antes del anochecer vio que el Espíritu de la Peste regresaba, y entonces, lo increpó de esta manera: ¡”Peste aciaga!¿Por qué me has mentido? Dijiste que ibas al pueblo a matar a cien personas, pero has matado a miles”.
Le contestó La Peste, imperturbable: “Yo solo maté a cien. El Miedo mató al resto”.
Y colorín, colorado, este cuento se ha terminado.
Pues yo no seré el sabio, pero sí veo que en toda la ciudad prevalece el miedo ante los avances del coronavirus.
A la hora en que escribo esto-sábado 4 de julio, a las 8:03 horas- veo que la Secretaría de Salud subió la información correspondiente a la noche del día viernes 3, donde Reynosa ya rebasó los 1,900 casos positivos de COVID-19. Para ser exactos, 1,906.
Eso significa que en un solo día aumentó 34 casos y murieron 17 personas más.
A estas alturas de la pandemia pregúntome yo: ¿Dónde están aquellos que decían en las redes sociales que no había coronavirus, que era puro cuento y que no usaban cubrebocas porque no era necesario?
La semana pasada se hizo viral una fotografía de una pared en algún lugar del País que decía: “Tengo un amigo pendejo que no cree en el coronavirus”.
¿Dónde están ahora? Lo más probable es que estén temblando en una esquina de su casa, chupándose el dedo pulgar y llamando a mami.
Pero es natural tener miedo ante situaciones que se salen de control.
Cuando vemos las estadísticas, casi un 80% de los que llegan a contraer la enfermedad son personas con un historial largo de diabetes mellitus o de enfermedades clasificadas dentro de un cuadro clínico llamado Síndrome Metabólico, como la propia diabetes, la hipertensión arterial y las enfermedades coronarias.
La obesidad es también un factor de riesgo.
Aquí, en Reynosa, en Tamaulipas y casi en toda la República, nos gusta entrarle duro a las garnachas, a los chescos, a la chela, a los taquitos de barbacoa, al pollo y a la carnita asada con mucho chile.
Los índices de obesidad crecieron de un 7% en 1988 al 19% en 1999 y a más del 27% en el 2006.
En la actualidad se considera que por lo menos la mitad de la población padece algún grado de obesidad, incluyendo a los niños.
Obesidad que se asocia con la aparición de enfermedades asociadas al Síndrome Metabólico.
Otros factores que considero pueden estar relacionados con el aumento exponencial de casos de coronavirus es el uso indiscriminado de dinero en papel y moneda.
¿Cuánta gente toma diariamente un billete? Sería interesante averiguarlo, porque si consideramos que somos 800 mil habitantes, con casi 2 mil casos positivos, al menos dos de cada mil personas están enfermas.
Y un billete contaminado puede contagiar a muchos más.
Por último, hasta hace algunos días, cuando apenas había unos cuantos centenares de enfermos, entró en vigor la Nueva Normalidad, que no era otra cosa que decirle a la gente: “Ya pasamos lo peor del coronavirus; ya pueden volver a sus actividades normales”.
Y eso aceleró la cantidad de contagios.
Va el refrán estilo Pegaso: “El temor no suele deambular a lomo de pollino”. (El miedo no anda en burro).