Por Pegaso
Los marcianos llegaron ya/
Y llegaron bailando ricachá./
Ricachá, ricachá, ricachá,/
Así llaman en Marte al cha-cha-chá./
Sirva el sabroso ritmo antillano de Tito Rodríguez con su famosa canción para anunciar que finalmente están entre nosotros.
Sí, señores.
La noticia corrió como reguero de pólvora, se hizo viral y fue top trending durante el fin de semana pasado: Unos trabajadores que construyen el Tren Maya dieron con unos impresionantes vestigios prehispánicos donde se ven-créalo o no- ¡las figuras de hombrecitos verdes con ojos saltones y rasgados, cabezones y chaparros!
Y lo que es aún más asombroso: En las piedras talladas y objetos de cerámica se ven conviviendo como grandes cuates con aztecas, olmecas y mayas.
Se aprecia que se llevaban con ellos de a patada en el trasero, porque incluso se daban de abrazos de oso y picoretes con ellos.
Más tardó en conocer la noticia el prestigiado ufólogo e investigador de lo paranormal, Jaime Maussán, que ir al lugar de los hechos, con todo su equipo de científicos versados en Arqueoastronomía, Física Cuántica, Teoría de Cuerdas, Cálculo Diferencial, Teoría de la Relatividad Especial y Mecánica Cuántica.
Llenaron el lugar con todo tipo de aparatos ultrasensibles y de última generación, como espectrómetros de masa, fotómetros, balanzas de precisión, osciloscopios, microscopios de barrido electrónico, datadores de radiocarbono y toda la parafernalia de instrumentos que permitirán establecer con plena exactitud la edad y procedencia de los artefactos.
La verdad, la verdad, se trata de una vacilada.
Algunos medios de comunicación desmintieron la “sensacional noticia” de figurillas con aliens retratados al asegurar que se trata de objetos contemporáneos elaborados por algún bromista, enterrados y después “descubiertos”.
Es el mismo sistema que utilizaron unos campesinos de Acámbaro, hace ya algunos ayeres, quienes fabricaban figuritas de dinosaurios conviviendo con seres humanos, cuando sabemos que ambas especies están separadas por más de 60 millones de años.
O las piedras talladas de Nazca, con figuras de antiguos habitantes haciendo complicadas operaciones de corazón y cerebro.
En el tema que hoy nos ocupa, ni caso tiene que una columna tan seria y profesional como esta pierda el tiempo tratando de discernir si esas “pruebas” de la presencia alienígena en nuestro planeta son auténticas.
La noción de enanitos verdes, cabezones y ojones es una idea moderna. Surgió después de aquel famoso episodio de Orson Welles, que narraba en la radio una supuesta invasión de marcianos basada en “La Guerra de los Mundos”, de su casi tocayo H.G. Wells.
La obra se transmitió por la cadena CBS, en 1938. La narración parecía tan real, que la gente de Chicago y de parte de Estados Unidos salieron a las calles para ver si podían ver a los invasores llegando en sus platillos voladores.
Y sí, de ahí surgió la clásica imagen que ahora tenemos de los extraterrestres: Piel verde, gris o marrón, ojos oblicuos, negros y saltones, cabeza puntiaguda y grande, brazos y piernas largas, con unos orificios en lugar de narices y boca.
Quien elaboró los “aliens” del Tren Maya se basó en esa descripción, que está imbuida en la memoria colectiva de gran parte de la Humanidad.
Sin más por el momento, los dejo con esa información y por favor, no se crean nada de los que buscan provocar miedo o confusión, reproduciendo en las redes sociales fotos de piedras con figuras de aliens que resultan ser más chafas que la elección de MORENA.
Vámonos con el refrán estilo Pegaso, cortesía de “El Cejas” Pedro Ferriz: “Una civilización nos mantiene bajo observación”. (Un mundo nos vigila).