Por Pegaso
¡Qué relajo han agarrado con eso de la llegada de la nave Perseverance a Marte!
Mientras que en la tierra mueren diariamente millones de niños desnutridos o víctimas de las enfermedades, la NASA se gasta fortunas enteras para hacer llegar un pedazo de chatarra a un planeta que está más muerto que la Plaza Mall de McAllen en tiempo de pandemia.
De veras que ya ni la chingan. ¿Cuántos niños creen que comerían con los 2,100 millones de dólares que costó su chistesito?
Aunque quieran vendernos la idea de que Marte se puede transformar a un ambiente similar al de La Tierra, si es que nos acabamos este planeta con tanta contaminación, la verdad es que la veo muy difícil.
Necesitaríamos no un rover de 3 metros de largo, del tamaño de un carro compacto, sino cientos de naves espaciales-que no las tenemos ahorita- para llevar de perdido un montón de tierra negra que sirva para sembrar una zanahoria.
Si en el patio de mi casa la otra vez sembré dos higueras y se me secaron a las pocas semanas, ¿se imagina usted quién regaría y de dónde se obtendría toda el agua para mantener húmedas las plantas que lleguen a cultivarse?
Pero hagamos un ejercicio de imaginación.
Pensemos que sí podremos hacer llegar naves tripuladas a Marte, después de mucho esfuerzo y grandes inversiones de dinero.
Supongamos que sí hay agua; que en algún rincón de ese planeta pueda haber un oasis donde los marcianos y marcianas se estén echando un chapuzón a la sombra de las palmeras.
Los terrícolas llegarían con sus trajes espaciales y la primera reacción de los hombrecitos verdes sería correr hasta sus mochilas y sacar tremendos fusiles de rayos láser para pulverizar a los aventureros espaciales.
Yo les diría a los de la NASA y demás agencias espaciales de nuestro planeta que mejor no le busquen tres pies al gato, si al fin que aquí estamos muy a gusto, con terremotos, tsunamis, huracanes y pandemias, pero al fin y al cabo, ya nos hemos ido acostumbrando.
Pienso que para una guerra interestelar no estamos preparados. A final de cuentas, si algo nos ha demostrado la historia es que cuando hay un choque de civilizaciones o culturas, generalmente la más amolada es a la que le va peor. Y el mejor ejemplo es la Conquista de América.
Allá por 1938, un narrador radiofónico llamado Orson Welles causó gran alarma, al escenificar en vivo y con amplia cobertura, la novela de 1898 escrita por Herbert G. Wells llamada “La Guerra de los Mundos”.
En la misma se narra la llegada a la tierra de habitantes del planeta Marte, mucho más avanzados tecnológicamente.
Por eso yo les digo a los señores de la NASA: Mejor ni le muevan, porque podrían salir de sus refugios subterráneos… perdón, submarcianos, millones de hombrecitos cabezones con sus armas listas para pulverizar al que se le atraviese.
Yo, Pegasiux de Petatiux, no es que tenga miedo, sino simple precaución.
Lo he dicho antes y lo digo ahora: Yo con una cachetadita tengo.
¿Qué ganamos con ir a Marte? Mejor quedémonos aquí y gastemos toda esa lana en hacer más habitable y más amable a nuestro bello planeta azul.
Por cierto, un gangoso oye que tocan a su puerta, sale a abrir y se topa con un enanito verde que le dice con voz gutural: “Vengo de Marte”. Y el boquinche le contesta: “¿De marte de quién?”
Termino mi colaboración e hoy con el refrán estilo Pegaso: “¿A qué sitio procedes a trasladarte que puedas adquirir plusvalía?”(¿A dónde vas que más valgas?)