Muybuenos días.
Quiero empezar dando gracias. Primeramente, a Dios, que nos permite estar aquí con salud, con energías, y renovando esperanzas en este año que comienza. También, como dice la canción, Gracias a la vida, que me ha dado tanto: me dio el ejemplo de mis padres, las enseñanzas de mis maestros, el amor de mi familia, el aprecio de los amigos, la confianza de la gente…
Les agradezco infinitamente el estar aquí en este día. De igual manera, a cada mujer y cada hombre que a lo largo del estado conforman y dan fuerza a Todos por Tamaulipas. A las personas que, con su presencia, con sus palabras, con un gesto de apoyo, han hecho crecer en todos los municipios esta gran alianza ciudadana. Tienen por siempre mi gratitud y compromiso.
Esta es quizá la primera ocasión en que hable tanto de mí en público. Que les platique de propia voz quién soy y de dónde vengo.
Pues bien, yo soy Truco, su servidor. Tamaulipeco cien por ciento, casado hace treinta años con el amor de mi vida, Mercedes Aranda, una gran mujer. Somos los orgullosos padres de Martha, César y Vicente.
Nací en Xicoténcatl en 1966, una época, como todos saben, en que era un lujo contar con un televisor en casa, más si hablamos de un municipio rural. Quienes no teníamos tele nos reuníamos en algún hogar más acomodado. Los grandes, para ver telenovelas o futbol; los niños, a ver las caricaturas. Con revistas y periódicos ocurría algo semejante; estos iban pasando de mano en mano hasta recorrer la colonia entera.
En uno de esos periódicos salía cada domingo Trucutú, una tira cómica parecida a Los Picapiedra, que pronto empezó a venderse en forma de historieta. Mis abuelas Conda y Juanita, me decían Trucutú, porque de niño me veían siempre trepado en los árboles.
Con el paso de los años la historieta dejó de publicarse, y el sobrenombre que me dieron mis abuelas pasó a convertirse, simplemente, en Truco. Sin embargo, su efecto sigue siendo el mismo. Cuando alguien me llama así vuelvo a sentir el cariño de ellas, recuerdo sus sabios consejos. ¿Y saben qué?, también sus regaños.
Quiero anunciarlo desde ahora, los abuelitos, las personas de la tercera edad, serán, como siempre lo han sido, mi prioridad. Estaré siempre al pendiente de ellos, para que tengan la vida digna que merecen después de todo lo que nos han dado. ¡A mis abuelas, un beso hasta el cielo!
No hay dicho que esté mal dicho, y dicen que infancia es destino, es decir que nuestros primeros años marcan lo que seremos en la vida adulta. Donde a mí me tocó crecer tendría, cuando mucho, un par de opciones: trabajar la caña o emigrar a Estados Unidos.
La secundaria quedaba a cinco kilometros de mi casa, me iba caminando para ahorrarme lo del camión, no había prepa pública en Xico; si quería continuar, había que ir a Ciudad Mante. Eran los años ochenta; el país atravesaba una de sus peores crisis y en mi casa la situación era especialmente difícil. Un día, mi papá se sentó frente a mí y me dijo: “Te voy a regalar tres puerquitos, para que los engordes y puedas pagar tus estudios. Esa será tu beca”.
Abracé ese proyecto con total entusiasmo. Alimenté y bañé a mis cerditos, los llevé a desparasitar, ¿pero qué creen? a los pocos días que se me muere el primero y más delante, que se me muere el segundo y no llore nada más porque me daba bastante vergüenza. Sentí que “mi beca” se perdía en el lodo, pero el tercer marranito fue mi salvación. Durante un buen tiempo dediqué los fines de semana a vender carnitas entre vecinos y parientes para ir al Mante a estudiar.
Siempre voy a estar en deuda con el gallo que me despertó todos los días a las 5 de la mañana para tomar el camión y, por supuesto, con aquel puerquito que fue mi primera beca. Desde ahora les digo a los jóvenes que aspiro a que en mi gobierno ningún estudiante tamaulipeco se quede sin estudiar por falta de apoyo.
Estudiando y trabajando el tiempo se pasa rápido. Soy, como la gran mayoría de los tamaulipecos, hijo de la escuela pública. He podido ver cómo los maestros dedican su vida y a veces sus propios recursos por sacar adelante a sus alumnos en escuelas con muchas carencias y casi sin apoyos, con ingresos que nunca compensan los sacrificios que padres, estudiantes y docentes realizan día con día. ¡Sepan que aspiro a ser el gobernador de la educación!, ¡el gran aliado de los maestros!
Cuando me preguntan si hay algún libro que me cambió la vida, les contesto que si, ¿saben cuál? El libro de actas del registro civil. Mercedes y yo nos casamos en 1992. Dicen que el aniversario número treinta se llama “bodas de perla”. Pero no cayeron de perlas los retos que vivimos los primeros años. Con tu permiso, Meche, voy a contarles algo muy personal, algo muy nuestro, al fin que estamos entre amigos y de aquí no va a salir…
Marthita, la primera de nuestros hijos, nació en el hospital del Seguro Social, igual que los otros dos. Pero cuando ella nació tuvo serias complicaciones. Los médicos fueron muy claros; dijeron que tenía muy pocas probabilidades de sobrevivir. Me ayudaron a conseguir una ambulancia para llevar a mi hija a Tampico mientras Meche se quedaba en el hospital. Quien lo ha vivido lo sabe: fueron los días más difíciles de toda mi vida; aferrado día y noche a una banca de hospital, rezando por una buena noticia. Mi hija estaba delicada, pero los médicos y enfermeras me la pudieron salvar. No hay día en que no dé gracias a Dios por esa bendición.
A veces escucho personas hacer comentarios negativos sobre el personal médico o de enfermería. Lo que yo viví en carne propia, en cambio, me confirma que son gente muy profesional, responsable y dedicada. Especialmente en estos últimos años, los de la pandemia, los he visto entregarse y salvar vidas aun arriesgando la suya. Como aspirante a gobernador, me comprometo a velar porque nunca falte personal ni equipo ni medicinas en las clínicas y hospitales públicos del estado. Haré de la atención a la salud en Tamaulipas ¡ejemplo nacional!
Como saben, soy hombre del campo, he padecido su abandono y sus problemas; por ejemplo, el coyotaje y el abuso en la distribución del agua. A mediados de los años noventa, en nuestro distrito de riego, en Xico, el reparto del agua era un serio problema. Era necesario organizarnos y luchar contra aquella injusticia. Me propusieron y acepté la responsabilidad de ir al frente de ese movimiento que, finalmente, logró mejores condiciones para los productores rurales. A quienes hacen producir la tierra, desde ahora les digo que aspiro a ser ¡el gobernador del campo!; que este gran activo de la economía y de la sociedad tamaulipeca no estará en el abandono, porque el campo ¡también es patria!
Hasta entonces la política me parecía una actividad muy ajena. Pero la participación en la lucha social y agraria me fue haciendo cada vez más consciente de las grandes carencias y problemas que había tanto en mi municipio como en la región, y de lo necesario que era actuar para resolverlos.
Debo decir que no gané en mi primera participación como candidato a la alcaldía de Xico, pero aprendí una gran lección, que hay que insistir, persistir y nunca desistir. Me postulé nuevamente y gané la elección. Entonces, Meche y yo dedicamos todas nuestras horas y fuerzas a servir a nuestra gente.
Fui presidente municipal, y en dos ocasiones, en los tiempos en que Tamaulipas era gobernado por un partido contrario al mío. A todas las alcaldesas y alcaldes del estado les doy mi palabra de que trabajaré con todos y para todos, sin reservas.
Entiendo perfectamente la importancia de su encargo; ustedes son los líderes de sus pueblos y representan la primera ventanilla directa, la primera línea de atención. Quien no ha estado al frente de un municipio no sabe lo que padece y lo que le duele a la gente. Quien no ha estado en ese lugar no entiende que la seguridad, la paz social y el progreso se construyen desde abajo y entre todos. Aspiro a ser el gobernador más respetuoso de la autonomía de los municipios, y desde ahora les digo que contarán conmigo como aliado para lograr el bienestar de sus comunidades.
Mi participación política había estado concentrada en la región cañera, hasta que un grupo de compañeros del PAN me alborotó para ser su dirigente estatal. Más adelante, la vida me llevó a ser secretario general de Gobierno; ahí reafirmé que estar cerca de la gente, escuchar todas las voces, atender y resolver era lo mío; que la paz y el desarrollo se basan en la unidad, haciendo a un lado las diferencias y poniendo en el centro el bienestar de la gente. Aspiro a ser el gobernador que garantice el Estado de derecho y la paz social.
Así he llegado hasta aquí. Esta es mi vida, la que me ha traído hasta a ustedes.
Ustedes saben que no estoy aquí empujado por la ambición ni impuesto por encuestas a modo. No me persiguen ni quitan el sueño fantasmas incómodos. Tampoco me agitan temores que perturben mi conciencia y me obliguen a rehuir o hacer malabares para justificar arreglos en lo oscurito que a la luz pública se convierten en vergüenzas.
No ascendí en la vida por la comodidad de las escaleras eléctricas de la vida fácil. Tampoco lo hice usando el elevador de la recomendación familiar como visa para conseguir empleos y privilegios.
No. No soy de esa clase. No soy oportunista ni soy improvisado, mucho menos ocasionado.
Soy forjado en el esfuerzo y probado en la adversidad. La vida me ha preparado para servir. Sé pensar, sé ayudar y sé trabajar.
Y como buen tamaulipeco, no vengo a ver si puedo, ¡sino porque puedo vengo!
Amigas y amigos de Todos por Tamaulipas:
Gracias por confiar en mí. Por su amistad, por su apoyo; por su cariño sincero. Sé que siempre contaré con ustedes para cumplir nuestro anhelo de hacer de esta noble tierra, altiva y heroica, el mejor lugar para vivir, para el bienestar de nuestras familias y por la prosperidad de Tamaulipas.
Por eso, con el corazón en la mano y la fuerza de mi vida, les digo:
Sí. Acepto abanderar sus causas, hacerlas mías, defenderlas y luchar por ellas.
Los invito a que me acompañen en este momento a las oficinas de mi partido, a registrarme como aspirante a gobernador.
Vamos todos, juntos, a dar el primer paso. ¡Por Tamaulipas todo, con Tamaulipas todos!