Por Pegaso
«Quince años tenía Martina cuando su amor me entregó, y a los dieciséis cumplidos, una traición me jugó».
Andaba yo volando allá, cerca de mi penthouse, cuando alcancé a escuchar los acordes musicales de una muy conocida canción mexicana llamada La Martina (letra, voz y música de Antonio Aguilar).
Confieso que tenía muchos años de no escucharla, pero en su tiempo, en la década de los sesenta, fue un hitazo porque casi todos los machos mexicanos se identificaban con ella.
Después vino la emancipación social, donde las mujeres empezaron a pelear sus derechos y a reclamar una igualdad que hasta la fecha no consiguen por completo.
«Y estaban en la conquista cuando el marido llegó.
¿Qué estás haciendo, Martina, que no estás en tu color».
México no es el único país donde las mujeres permanecieron por mucho tiempo avasalladas. En España, en Inglaterra, en Francia, Italia y en Estados Unidos, era muy común que a las féminas se les recluyera en casa, mientras que el hombre salía a trabajar, igualito que ocurría en la época de las cavernas, cuando la hembra se quedaba en la cueva a cuidar a los hijos y el macho se iba a recorrer las planicies en busca de una buena cacería.
«Aquí me he estado sentada, no me he podido dormir, si me tienes desconfianza no te separes de mí».
Por supuesto que Toño Aguilar se inspiró en las situaciones que veía o escuchaba a diario. La sociedad mexicana sólo empezó a cambiar cuando la crisis económica arrojó a la calle a las mujeres para trabajar y complementar el gasto familiar. Es famosa la situación aquella en que la esposa empezaba a ganar su propio dinero y se sentía independiente, a tal punto que las querellas familiares comenzaron a ser el pan de todos los días. O cuando ella ganaba más que el hombre y éste se sentía infeliz, desdichado e inservible.
«¿De quién es esa pistola?¿De quién es ese reloj?
¿De quién es ese caballo que en el corral relinchó?»
Más con el tiempo se fueron acostumbrando. Poco a poco, al menos en nuestro país, la misoginia ha perdido terreno, el machismo se debilita y la mujer gana terreno en todos los ámbitos. El académico, el político, el deportivo o el intelectual.
«Ese caballo es muy tuyo, tu papá te lo mandó, pa’ que fueras a la boda de tu hermana la menor».
Pero si aquí hay algunos avances, en países de Oriente Medio, de África y del Lejano Oriente aún se considera a la mujer como un objeto o una posesión.
Veía yo en Internet, por ejemplo, que aún es muy común que en La India se practique el matrimonio con menores de edad; la inmensa mayoría son hombres adultos que compran niñas para casarse con ellas.
En comunidades de África se acostumbra la ablación, que es la extirpación de los labios mayores y el clítoris de las adolescentes, como un rito de iniciación.
En países árabes aún se utiliza (y creo que se seguirá utilizando por mucho tiempo aún) el que la mujer vaya cubierta de pies a cabeza, a excepción de los ojos, a que ellas tengan que pedir permiso hasta para ir al baño y que no puedan salir a la calle sin un chaperón del sexo masculino.
«¿Yo pa’ que quiero caballos, si caballos tengo yo? lo que quiero es que me digas quién en mi cama durmió».
Volviendo a México, sólo hace unas décadas que la mujer conquistó el derecho del voto. Más adelante empezó a participar en política y actualmente, por ley, tiene el 50% de la representación en los cabildos, congresos locales y cámaras del país.
Habría que ver si también lo tienen en las cortes, donde los que aún mandan galleta son los señores jueces.
«En tu cama naiden duerme cuando tú no estás aquí, si me tienes desconfianza no te separes de mí».
En el ámbito laboral, es fecha que aún se le paga menos a la mujer que al hombre por hacer la misma chamba. Sólo recientemente entró una ley para que a la mujer no se le discriminara en el trabajo por el embarazo. Y hace apenas unos meses el hombre consiguió que se le otorgara un período de descanso cuando su cónyuge esté en trabajo de parto y después del alumbramiento a fin de que esté con ella y la pueda atender debidamente.
«Y la tomó de la mano y a sus papás la llevó.
¡Suegros, aquí está Martina, que una traición me jugó!»
Habría que reconocer que sí hay una gran diferencia en cuanto al trato que se le da a la mujer en nuestra sociedad en comparación con la vida de perros que llevaban antes.
He visto en algunos videos de Internet cómo, incluso, algunas de ellas golpean y abusan de sus indefensos cónyuges al tundirles a patadas, zopes, mojicones, patadas voladoras y hurracarranas.
Los tiempos cambian y debemos adaptarnos a ellos.
«Llévatela tú, mi yerno; la Iglesia te la entregó.
Si una traición te ha jugado la culpa no tengo yo».
A diferencia de Toño Aguilar, que quiso lucir sus dotes de macho con esta canción, ahora tenemos otras interpretaciones que son todo lo contrario, como dice El Potrillo Alejandro Fernández: «Mátalas con una sobredosis de ternura».
La verdad es que siempre es mucho mejor el equilibrio.
No hay que hacer caso de aquel refrán estilo Pegaso que dice: «A la fémina ni la totalidad del aprecio carnal ni la totalidad de la moneda corriente». (A la mujer ni todo el amor ni todo el dinero).
«Hincadita de rodillas nomás seis tiros le dio, y el amigo del caballo ni por la silla volvió».