Por Pegaso
Volando sobre las rojizas nubes del atardecer de Reynosa recordaba yo alguna conversación que tuve con un buen amigo, entre sorbo y sorbo de café, sobre la forma en que se puede acabar el mundo.
Tema tan sesudo ocupó parte de nuestro tiempo en aquel céntrico restaurante, atendido por diligentes meseras que escanciaban el néctar cada vez que la taza se vaciaba.
Yo le decía que, por supuesto, el mundo no se acabó en el 2012 como lo profetizaron los mayas. Tampoco es muy probable que ocurra un apocalipsis zombie, como tantas y tantas películas nos lo muestran.
(Pero si en una de tantas sucede, ármese de un buen machete o un rifle con mira telescópica. No cometa el error de apuntar al pecho del zombie, porque no se va a morir. Mejor tírele a la cabeza. Igual con el machete.
En caso de que no tenga ninguna arma en la mano, corra lo más posible y no voltee, porque seguro tropezará con una piedra, se le echarán de a montón encima y se comerán sus sesos, hígado y corazón.
No trate de hacerse amigo de un zombie, porque no funciona. Recuerde que son muertos vivientes y no tienen capacidad de razonamiento. Si algún familiar cercano se ha zombificado, piense que ya no es el ser amado y sorrájele un tiro entre ceja, oreja y sien.
Pero esté tranquilo. En un oficio con sello y firma al calce, los directivos de la Corporación Paraguas me aseguran que eso no es posible que ocurra a corto plazo).
Descartado pues, el Apocalipsis Zombie, pienso que tampoco tendremos una invasión alienígena, o una proliferación de gremlins, o la llegada del Anticristo.
Más bien, le comentaba yo a mi amigo, que la polución, el efecto invernadero y nuestra propia voracidad serán la causa de un eventual colapso ecológico mundial.
Ya somos más de 7,500 millones de personas en el mundo y los recursos son limitados.
La acelerada desforestación, la extracción irracional de hidrocarburos y el consumismo rampante están llevando al planeta hacia el vacío. Prueba de ello es el deshielo de glaciares, los ciclones cada vez más fuertes y las prolongadas sequías.
Mi amigo me decía: «Bueno, sí, Pegaso, ¿pero si en este momento nos cayera un meteorito como sucedió con los dinosaurios?»
-«Ahí sí nos va a cargar el payaso»,-le contesté. (Nota de la Redacción: El autor de la columna nos envió una carta con su firma autógrafa donde asegura que no tiene nada en contra de los payasos, sino que se trata de una forma coloquial de referirse a la suspensión total de los signos vitales).
Y el refrán estilo Pegaso dice así: «Intentas intimidarme con la esterilla del cadáver». (Me quieres asustar con el petate del muerto).