Por Pegaso
Volando yo por el rumbo del centro de la Ciudad me detuve en el edificio que está ubicado en la esquina de Pedro J. Méndez con Porfirio Díaz, donde antes estaba el restaurant Rico’s y ahora es la sede de una universidad privada.
Ahí se estaba presentando el famosísimo y controvertidísimo doctor Mireles, el líder de los autodefensas michoacanos, el que sacó de su pueblo, Tepalcatepec, a los narcos que lo tenían secuestrado y que lo utilizaban como panteón.
Con carrera de médico cirujano y partero, y con un doctorado honoris causa por la UNT, José Manuel Mireles Valverde dejó escurrir su lenguaje procaz ante un distinguido y culto público conformado por estudiantes, periodistas, líderes de izquierda y uno que otro colado.
Cuando dijo que en las guerras nadie gana y puso a la Revolución como ejemplo, afirmó que después de concluir el movimiento los generales que quedaron vivos fueron tan pendejos que se mataron entre ellos.
Más adelante, al señalar que los gobiernos aprovechan la presencia del narco para desestabilizar a las comunidades -y puso como ejemplo Tepalcatepec, donde diariamente iban a tirar cinco o seis cabezas- con el fin de quedarse con las riquezas naturales o venderlas al mejor postor.
Y ahí lanzó una nueva y florida frase: «Yo, después de que acabó mi guerra en Tepalcatepec me di cuenta que teníamos una mina de oro de 39 mil billones de dólares y que ya los políticos se la habían vendido a los canadienses y que por eso era la guerra en mi pueblo. Les juro que hay pueblos en este momento en Michoacán que se matan tres o cuatro cárteles por un pinche rancho que no produce una pinche lagartija».
Creo que con esto, sin ser candidato, el doctor Mireles se hace acreedor al Pegaso de Oro Honoris Causa. No creo que algún aspirante de los muchos que participarán en la próxima campaña política le llegue a los talones en cuanto a su picarezca forma de expresarse.
En lo que sí tiene razón el líder de los autodefensas es que todos somos valemadristas.
En la presentación que hizo ayer al mediodía, citó el caso de una escritora rusa en la cual vio reflejada su propia vida, allá, en Tepalcatepec.
Resulta que durante la ocupación nazi, leyendo una novela en la sala de su casa escuchó a gente en la calle pidiendo auxilio. Se asomó y vio que eran los alemanes matando a los judíos. Pero como no era judía, volvió a sentarse en su cómodo sillón para seguir leyendo la novela. Poco tiempo después escuchó nuevamente gritos y balazos. Eran los nazis asesinando a los social demócratas. Pero como no era social demócrata, se regresó a su sofá a seguir leyendo. Posteriormente llegaron los teutones por los contrahechos, por los ancianos y los homosexuales, pero como ella no era ninguna de esas cosas, siguió imperturbable leyendo. Pero un día llegaron por ella, y aunque pataleó y gritó, nadie pudo ayudarla.
A Mireles tuvieron que matarle a su mamacita y a un primo hermano, allá, en Tepalcatepec, para que se decidiera a tomar las armas y a luchar contra el cártel de los Caballeros Templarios y su líder, «La Tuta».
Otra cosa en la que Mireles tiene toda la boca llena de razón es que mientras los habitantes de una población lo sigan permitiendo, los malos seguirán haciendo de las suyas.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: «El individuo valeroso goza de sus funciones vitales hasta en tanto el medroso así lo desee». (El valiente vive hasta que el cobarde quiere).