Por Pegaso
Algo de lo que debemos sentirnos muy orgullosos los mexicanos es de la calidad de nuestra mariguana.
Ya lo dijo la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero: «Nuestra mariguana originaria es de las mejores y de mejor calidad en el mundo».
Con esas bizarras palabras la funcionaria abre todo un universo de posibilidades, no sólo la legalización de la mota, sino la apertura de mercados internos y externos, el uso recreativo y toda una gama de aplicaciones.
No obstante, a mí me da un tufo de que pretenden dirigir el consumo de la cannabis hacia temas más metafísicos y espirituales. Lo dijo también la funcionaria: «Tradicionalmente los indígenas consumían peyote, hongos, mariguana en sus rituales».
Así que si de pronto llega la policía hasta nuestra casa y nos encuentra una planta de mariguana en el patio o en una maceta de la ventana, fácilmente podremos quitárnoslos de encima diciendo: «Es para mi ritual, camarada».
Y así, pronto en México podemos echarnos nuestro churro sin más preocupación que regar nuestras matitas cada tres días para que no les falta agua.
Pronto, cuando los Estados armonicen sus leyes con la inminente aprobación del consumo de mariguana, tendremos incluso denominaciones de origen, como ocurre con el tequila.
Imaginemos que ya se cuenta con una ley general, que incluya el uso medicinal y recreativo.
Podremos llegar a la tienda de conveniencia más cercana y ver en los anaqueles, junto a conocidas marcas de cigarros a base de tabaco, como Faros, Raleigh, Marlboro y Boots, las cajetillas de pitillos a base de mariguana con nombres tan estrambóticos como Del Chapo, Cartel, Fox, Coronel y muchos más.
En el norte de Tamaulipas, los cultivos de sorgo ya no son negocio. La tierra está agotada y los recursos económicos no fluyen para producir la semilla. ¿La solución? ¡Sembrar mariguana!
Además, como dijo la Secretaria de Gobernación, una vez autorizada la producción y consumo, la mota permitirá ingresar a las arcas nacionales recursos extra por el cobro del Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios (IEPS), del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y los que se agreguen.
Yo, como Fox, pienso convertirme en próspero agricultor, una vez que la ley esté en vigor.
Solicitaré ente la Oficina de Registro de Derechos de Autor mi propia marca: Cigarros Pegaso, con un atractivo eslogan como: «Siéntase volar por las nubecillas viajeras y los cumulonimbus».
La cajetilla contará con una vistosa presentación: Un blanco y hermoso pegaso sobre una hoja de cáñamo, en posición de levatar el vuelo.
Habrá con filtro y sin filtros, mentolados, light, veganos y kosher.
Y ya que tenga bien definido mi mercado, ampliaré la gama de productos al peyote y a los hongos para que todos, todos los mexicanos puedan realizar sus rituales como Dios manda.
Pronto, gracias a la nueva ley y a la liberalidad del Gobierno por legalizar las drogas, seremos una sociedad tan feliz y desenfadada como la norteamericana, donde 9.999999 de cada diez personas se fuman su churrito sin culpa alguna.
Venga, pues, esa iniciativa. Cultívese mariguana hasta en los techos y sientan los mexicanos el benéfico efecto del tetrahidrocanabinol en su torrente sanguíneo.
Mientras llega la ansiada legalización de la caquita de chango, quédense mis dos o tres lectores con el refrán estilo Pegasiux: «En la nación de invidentes, quien posee solamente un órgano de la visión es el monarca». (En el país de ciegos el tuerto es el rey).