Por Pegaso
Pienso que las mujeres que están a favor del aborto, lo que se conoce internacionalmente como “La Ola Verde”, debieron ser abortadas. Así no tendrían necesidad de andar exigiendo derechos mal entendidos.
Me explico. ¿Alguien sabe qué se siente cuando recibimos una cortada de cuchillo o de tijeras?¿Verdad que duele?
¿Qué les parecería que ese cuchillo o esas tijeras fueran casi del tamaño de su cuerpo y que penetraran lentamente en sus carnes, hasta lo más profundo, desgarraran sus tejidos, desmembraran sus brazos y piernas, y todo eso sin que usted pueda hacer algo por evitarlo?
No sé qué sentirán los fetos cuando entra el bisturí y los descuartiza, pero creo que es algo parecido a eso.
Mucho se habla del amor maternal, de la manera en que una mujer es capaz de defender al fruto de sus entrañas, hasta la muerte, si es necesario.
Pero por otro lado tenemos a las abortistas que se llegan a ensañar con una criatura que aún no nace.
Si esa criatura es producto de una violación, descargan sobre ella todo el odio que les provocó el violador, como si se tratase de la misma persona.
Soy empático con las mujeres que sufren ese tipo de ataques porque la violación es un crimen atroz, más no estoy de acuerdo en que lo primero que les llega a la mente es abortar.
Bien pueden tener al pequeño y después darlo en adopción, puesto que hay miles de parejas que no pueden tener hijos propios. O solicitar el apoyo de organizaciones dedicadas precisamente al cuidado de los niños huérfanos.
Estoy en contra, por otra parte, de aquellas féminas que por alguna calentura llegan a embarazarse y después abortan porque no quieren la responsabilidad de un hijo.
Para evitar precisamente esa situación existen muchos métodos anticonceptivos, desde el dispositivo intrauterino hasta el condón o las píldoras que bloquean la fertilización del óvulo por el espermatozoide.
“Pero…, pero…, pero Pegaso, es que no se siente igual”,-me dirán algunas calenturientas jovenzuelas, adoradoras de punteros y marucheros.
¡Pues no! No se siente igual. Para eso hay que esperar al matrimonio, tener una pareja y gozar entre ambos de las delicias de Himeneo, es decir, del cuchiplancheo, o del chaca-chaca sin lavadora automática, como decía El Gordo Elías.
Hay un video producido en España llamado precisamente “La Ola Verde”, donde se aboga por el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo.
Se olvidan que después de la unión de óvulo y espermatozoide, conocida como fecundación, empieza una nueva vida.
Desde el momento en que se da el contacto de los gametos masculino y femenino, se activan las instrucciones para empezar a dividirse en dos células, cuatro, ocho, dieciséis, etc., hasta formar un cigoto o huevo, que posteriormente crece y forma tejidos diferenciados.
A raíz de ese punto, ya se puede hablar de un nuevo ser humano, aunque esté anclado a la matriz de una mujer y se esté nutriendo de ella.
Hace tiempo vi un video de un aborto y quedé traumado de por vida. El instrumento quirúrgico entra y empieza a trozar bracitos, piernitas y cabeza, para que después una aspiradora extraiga los restos sanguinolentos de lo que pudo ser un nuevo Einstein o una nueva María Curie.
Y mientras tanto, la madre que logró así liberarse de tal estorbo, dentro de pocos meses se olvidará del hecho y volverá a estar lista para reiniciar ese círculo vicioso.
No lo digo por las mujeres violadas, con las que me solidarizo, sino por aquellas jóvenes que no tienen conciencia de lo que significa traer una nueva vida al mundo.
No hay que olvidar que si algo nos hace sentirnos más humanos es el amor y la compasión. Si perdemos eso, ¿qué nos quedará?
El refrán estilo Pegaso dice así: “¡Progenitora, soy un pequeño embrión, me abstendré de cometer truculencias!” (¡Mamá, soy Fetito, no haré travesuras!)