Por Pegaso
El “meme” de ayer fue la oferta que el Pejidente le hizo al asesino confeso de Colosio, Mario Aburto Martínez de que si soltaba la sopa, el Gobierno Federal le brindaría protección.
Lo que da a entender que el Peje del Ejecutivo comparte la teoría conspiranoica de que fue Carlos Salinas de Gortari el que ordenó el asesinato del ex candidato presidencial y de que mantiene en chirona a Aburto bajo amenazas de muerte, si es que dice quién lo contrató para jalar del gatillo, aquel aciago 23 de marzo de 1994, en Lomas Taurinas.
Se ha escrito tanto del caso que pudiera cubrirse la superficie del país entero con las páginas de los periódicos que lo han publicado.
Pero lo sobresaliente, lo que queda en el imaginario colectivo es lo siguiente: Colosio, en aquella época, era un tipo muy popular, puesto que era el encargado de la política social del entonces Presidente, Carlos Salinas de Gortari.
En la cúspide de su carrera, se atrevió a violar una de las reglas de oro del Sistema Político, a saber, el de no dar patadas al pesebre.
Quiero decir que empezó a divergir de las ideas de Salinas, de tal forma que hizo surgir en todos los mexicanos la idea de que estábamos ante un verdadero reformador.
Aquella su frase: “Veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”, fue su sentencia de muerte, y a la postre, su epitafio.
Dice Fidel Samaniego en su libro: “Y me dijeron leyenda”, que al enterarse del magnicidio, el Presidente Carlos Salinas dijo entre lágrimas: “Nos lo mataron, nos lo mataron… lo mataron… chingada madre… me lo mataron”.
Algo que no es creíble, porque Salinas era un tipo duro de corazón, frío y calculador.
Ese día, en Lomas Taurinas, todo transcurrió como si hubiese sido ensayado o corografiado: Una muchedumbre, sin guardias, un candidato vulnerable que rompía con los protocolos mínimos de seguridad y un tipo con una pistola que disparó a la sien, para asegurarse que su blanco moriría.
Lo que ocurrió después fue un caos: El pistolero fue detenido y llevado a los separos de la PGR de inmediato. Su nombre: Mario Aburto Martínez.
Pero resulta que a la PGR llegó con un sujeto que no se parecía al que presentaron más tarde a los medios de comunicación, y se especuló entonces de la existencia de dos “Marios Aburtos” y ahí empezó el sospechosismo de la prensa y de la ciudadanía entera.
El Aburto que sí se ha pasado ya 36 años tras las rejas y que según la condena de 42 años que se le aplicó, saldrá en unos 8 añitos más, es el tipo cachetón, de pelo negro chino y ojos saltones, no el de cara más delgada y pelo lacio que agarraron en el lugar de los hechos.
Eso es lo que quiere el Pejidente que diga el Aburto que paga condena en Puente Grande y que está a punto de terminar su carrera de abogado, al aprovechar su tiempo libre tomando la carrera on line.
Falta ver qué dice el cabrón, ya que si abre la boca y resulta que se confirma la sospecha de millones de mexicanos, ALMO incluido, entonces sí caerían connotadas figuras del viejo Sistema Político, como Carlos Salinas de Gortari, como Ernesto Zedillo y como ¡Manuel Bartlett! quien a la fecha cobra como Director de la Comisión Federal de Electricidad, en el Gobierno de la 4T.
La ventaja es que, como hay dos Aburtos, si uno no quiere hablar, lo hará el otro. Y así, todos contentos.
Vámonos con el refrán estilo Pegaso: “Posiblemente sea el vigilante nocturno de siglos anteriores, sin embargo…) (Pues será el sereno, pero…)