Por Pegaso
¡Una buena noticia que nos hinchará el pecho de orgullo y hará exaltar aún más nuestra mexicanidad, después del portentoso triunfo de Cuarón y las nominaciones de Yalitza!
¡La Real Academia de la Lengua Española ya reconoció oficialmente la mexicanísima palabra «puto»!
Ya podrán gritar a gusto los hinchas mexicanos que acudan a apoyar a la selección de futbol a cualquier parte del mundo, cuando el árbitro sancione a alguno de nuestros jugadores: «¡Eeeeeeeehhhhh, putoooooooo!»
La noticia corrió como reguero de pólvora: Tras muy sesudos estudios e investigaciones, la Real Academia de la Lengua validó la palabra «puto» como un prefijo intensificador y no como expresión homofóbica.
Y si bien la palabra en femenino es un término mucho más antiguo, tanto que ya está presente en la obra de Cervantes «Don Quijote de la Mancha», en México se convirtió en un vulgarismo peyorativo y denostativo que tiene varios significados, de acuerdo con cada contexto.
Tenemos, por ejemplo, el caso de los aficionados al juego del futbol que, en un reclamo, reproche, muestra de impotencia o intento de intimidación, emiten a coro tan coloquial expresión.
La usamos cuando algún amigo nos hace una trastada, o cuando queremos rebajar la condición viril de algún rival de amores.
En el submundo de los albures, se trata de someter mediante el uso del lenguaje al contrario, y la palabra «puto» tiene entonces un papel estelar.
Como sucede en el reino animal, cuando el macho alfa intimida al resto de los machos de la manada y éstos ofrecen su trasero como señal de sometimiento, en los albures el que gana es el que demuestra su superioridad con su esgrima verbal.
Analistas de la semántica y la evolución del lenguaje ya empezaron a anticipar una ola patriótica que podría definirse como una verdadera «putomanía».
Es decir, no sólo en los estadios, sino en todos los ámbitos de la vida política nacional podrá utilizarse la palabreja sin que nadie se sonroje por ello.
El Pejidente, por ejemplo, podría empezar su discurso de las mañanas con el saludo: «¿Cómo ejtán, putoj?»
Paco Ignacio Taibo II ya podrá aderezar sus sabrosas alocuciones con expresiones tales como: «Se las volvimos a meter doblada, putos».
El diputado pedorro Norroña llegaría a cualquier municipio del país gobernado por la oposición y calificaría de putos a los alcaldes.
En las escuelas, cuando el maestro ponga la calificación en los exámenes, en lugar de la «R» de reprobado, si el estudiante salió muy mal, pondrá la letra «P».
Validada por la Real Academia, ya podremos derivar la palabra puto en todas sus conjugaciones verbales: Yo puteo, tú puteas, él putea, nosotros puteamos, ellos putean, nosotros puteamos, ustedes putean, vosotros putéais, etcétera.
Un putazo será, en la definición de la RAE, un «golpe contundente propinado con un objeto pesado», aunque el Diccionario de Mexicanismos ampliaría el abanico de significados.
Tan popular es la palabra que incluso se llega a utilizar como una especie de prefijo para potenciar las cualidades negativas de un individuo, objeto o situación, al decir por ejemplo: «Dejó de hablarme por culpa del puto dinero».
Termino con el refrán estilo Pegaso que dice: «¡Ouch!¡Vaya prostitutazo que me he inferido!» (¡Ay!¡Qué putazo me arrimé!)