Por Pegaso
La austeridad, llevada al límite, es más peligrosa que la corrupción.
Frase que debe ser grabada en lámina de oro y colocada en los más elevados atriles de nuestra República: «La austeridad, llevada al límite, es más peligrosa que la corrupción».
Por fuerza tiene que estar en los libros de texto gratuito de aquí a la posteridad, junto con otros famosos e inmortales aforismos, como aquel de Benito Juárez que dice: «El respeto al derecho ajeno es la paz» o aquella otra de nuestro amado e iluminado líder espiritual, Andrés Manuel López Obrador que dice: «¡Me canso, ganso!»
Desde mi búnker me puse a analizar las medidas de austeridad que ha tomado el Gobierno Federal, teniendo como pretexto el combate a la corrupción.
Sí. Se tienen que limpiar todas las dependencias y ámbitos en los que priístas y panistas hacían multimillonarios negocios. Eso se debe acabar, definitivamente.
Pero México, a pesar de todos sus problemas, es un país rico. A pesar de que la evasión fiscal por concepto de informalidad representa más de 50% de lo que debería ingresar a las arcas públicas y el perdón a los grandes empresarios otro 25%, con el dinero que se recauda sería suficiente para que tengamos una buena policía, buenos servicios, funcionarios honestos y obras de calidad.
A seis meses de la Administración AMLO, ni siquiera podemos ver un atisbo de eso. Es más, ¡ni uno solo de los corruptos ha sido llamado a corte para responder por sus abusos!
La austeridad en el sector salud se traduce en falta de medicamentos, hacinamiento en los hospitales y centros de atención.
Por supuesto que eso también existía antes de diciembre del 2018, sin embargo, ya debemos estar viendo un avance, aunque sea pequeñito.
No tardan en ocurrir las primeras muertes asociadas a la austeridad republicana del Pejidente, como bien lo dije ayer. En la primera, segunda o tercera defunción, el terco mandatario debe reaccionar y abrir el presupuesto para la adquisición de medicamentos para diabéticos y enfermos de VIH, que son millones de pacientes.
Pero si no lo acepta, si continúa con su mal entendida austeridad, yo le sugiero que la aplique en serio en su persona, en su familia y en sus colaboradores, para que vea cómo viven la gran mayoría de los mexicanos.
-Almuercen un bolillo con leche antes de la conferencia mañanera, al mediodía busquen a algún taquero y chútense unos taquitos de canasta con su chesco, y por la tarde, al llegar a su casa, un cafecito con una concha, y a dormir la meme.
-No anden en carro particular. Usen el metro o la bicicleta, y de esa manera podrán contribuir a cuidar el medio ambiente y al mismo tiempo, el presupuesto del país que viene de nuestros impuestos.
-Cuando venga algún dignatario, el Papa o cualquier otro personaje relevante, invítenlos a las tortas ahogadas, llévenlos a Tepito o a Peralvillo para que vean cómo vive la gente jodida; vénganse a La Nopalera en Reynosa y coman frijolitos en bola con tortillas de MASECA.
-Váyanse a los tianguis a comprar pantalones de mezclilla raídos, camisetas y zapatos usados.
-Olvídense de ir a los mejores hospitales a atender sus problemas de salud. Hagan cola en el IMSS o el ISSSTE; confórmense con los mejoralitos y desenfrioles que les dan los médicos.
¡Estas sí son medidas de austeridad reales, y no chingaderas! El país se va a ahorrar una buena lana.
Cuando la nueva clase gobernante acceda a la verdadera austeridad republicana, como ya lo decía Platón desde hace más de dos mil años, entonces sí les voy a creer. Antes, no.
Como tarea les dejo que lean La República. Verán cómo deben vivir los políticos y quiénes deben ser los gobernantes.
Aquí está el refrán estilo Pegaso: «El vertebrado acuático por la cavidad bucal perece». (El peje por la boca muere).