Por Pegaso
Andaba yo volando allá, por el rumbo de la colonia Del Prado, donde en un conocido hotel se realizó el evento de entrega de la Agenda 2030 al Municipio de Reynosa por parte de ONU-Hábitat.
Me quedé sorprendido, anonadado y patidifuso al enterarme de la gran cantidad de personas que participaron en la elaboración de ese documento, todos ellos cerebritos en materia de urbanización, lo que el representante de ONU-Hábitat, Pablo Vaggione, llamó «inteligencia colectiva».
Reynosa, hasta ahora, ha sido sólo un pueblo bicicletero. El presupuesto no da para más. Se pavimenta una calle y se abren mil baches por la gran cantidad de tráfico pesado que pasa por las colonias.
Trailers, tortons, peseras y camionetas Avalanche atestadas de sicarios han terminado por demoler las principales arterias de acceso a sectores como Villa Florida, Benito Juárez y Balcones.
Con todo el retraso que se viene arrastrando por décadas, no es extraño que el raquítico presupuesto de apenas poco más de 2 mil millones de pesos al año alcance sólo para cubrir las necesidades de unan ciudad que sigue creciendo. Eso significa que Reynosa recibe 2 mil pesos por habitante, lo que comparado con los impuestos que generamos, representa aproximadamente el 1%. Es decir, de cada peso que pagamos de impuestos nos regresan un centavo.
En contraste, otras comunidades, como Nuevo Laredo, gozan de un gasto mucho mayor por tener el cruce internacional más importante de América Latina, o Ciudad Victoria, por ser capital del Estado.
En ese sentido, las capitales siempre han gozado de mayores privilegios financieros por ser sede de los poderes políticos. Sin embargo, Reynosa es el principal motor económico de la entidad y debería tener, por lógica, por lo menos 6 mil millones de pesos de presupuesto anual.
Este pueblo bicicletero no se compara por ejemplo, con otras urbes importantes del país, ya no hablemos de Monterrey o de la Ciudad de México, cuyo crecimiento vertical es impresionante.
Le pregunté ayer a Memo Ríos, funcionario del IMPLAN que cuándo tendremos en Reynosa un crecimiento vertical y me contestó que todavía falta mucho para eso.
Va usted por el Paseo de la Reforma, en la Capital del País y ve aquellos rascacielos brillantes y enormes de casi 300 metros de alto, y luego se acuerda de Reynosa, con edificios que no pasan los 60 metros, todos despintados y feos.
La Ciudad de México cuenta además con la zona comercial, Santa Fé, que también ha crecido para arriba en los últimos años y presenta un skyline de primer mundo.
Y aquí cerca, en Monterrey, las modernas construcciones hacen pensar en alguna ciudad europea o norteamericana.
Por cierto, Monterrey cuenta con el edificio más alto del país, la Torre Koi, con 279.5 metros y la cuarta de América Latina.
La Ciudad de México se ha quedado un poco atrás por el momento, con el segundo edificio más alto del país, la Torre Reforma y octavo en América Latina, pero ya pronto se sacará la espina con la Torre Punta Reforma, que será la más alta del Latinoamérica, con 310 metros.
Claro que por supuesto que todos esos edificios son enanos en comparación con rascacielos como el Burj Kalifa de Dubai, de 828 metros, el Whulan Greenland de China, que está a punto de terminarse, de 636 metros y la Torre de Shangai, con 632 metros de alto.
Creo que en Reynosa no tendremos crecimiento vertical en los próximos años, así que tenemos que conformarnos todavía con el feo edificio de TELMEX como el punto más alto de nuestro incipiente skyline.
Los dejo con el refrán estilo Pegaso que dice: «Es preferible locomoción pedestre duradera que movilización apresurada que provoque fatiga». (Más vale paso que dure y no trote que canse).