Por Pegaso
Luego de mi vuelo vespertino por los fríos cielos de Reynosa, llegué a mi búnker para gozar de un rico chocolatito caliente, me acomodé en mi cumulonimbus favorito y me dispuse a hojear algunas páginas electrónicas.
Lo primero que vi, casualmente, fue la fea cara del Brujo Mayor, acompañada de una nota ¿periodística? donde daba a conocer el resultado de la lectura del Tarot en relación con los resultados de las elecciones para Presidente de la República de este año.
La verdad es que yo no sé por qué algunos medios de información serios como El Siglo de Torreón, la Agencia EFE, Pulso de San Luis Potosí y otros publican tales disparates.
Entiendo que lo hagan las revistas del corazón o de chismes, como Burronovelas, o programas de televisión como Veneneando, porque se da por sentado que se dedican al entretenimiento.
Pero la información seria es otra cosa.
¡Ya me imagino yo consultando al Tarot para saber si me voy a ganar un regalo en las rifas de la Federación de Trabajadores, del Municipio y del PAN!
O si me sacaré el auto en los sorteos que hacen en el predial y la COMAPA por pagar a tiempo los recibos.
El Tarot trabajará por mí cuando tenga que cubrir una nota al día siguiente y no pueda ir por falta de gasolina: «Aquí dice que el Secretario de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente, Gilberto Estrella Hernández estará mañana en la colonia Balcones de Alcalá para iniciar el programa de trituración de llantas»,- por citar un ejemplo.
Déjenme decirles a mis dos o tres lectores un secreto: Todos esos señores son unos charlatanes.
Yo personalmente conozco al Brujo Mayor.
Verán.
Allá por los años ochentas, no recuerdo exactamente la fecha, mi padre logró juntar un dinero para atender a mi hermano de un padecimiento.
Le habían recomendado al Brujo Mayor de Catemaco, Antonio Vázquez Alba, que en aquel tiempo aún no contaba con toda la publicidad y los reflectores que ahora le dan los medios de comunicación.
Llegó a nuestra humilde casa con un algunas sillas, maletas con brebajes y un chorro de amuletos.
Dejó todo en un tejabancito que teníamos en el patio. Luego de recibir el dinero de mi padre procedió a hacerle una limpia a mi hermano con ramas de pirul y no sé que otros tantos menjurges, y dijo que con dos o tres sesiones más quedaría como nuevo.
El brujo se fue esa tarde a su hotel, pero al día siguiente ya no llegó, ni al siguiente, ni al siguiente.
Lo que supuso la familia fue que el charlatán ya no quiso saber nada porque tal vez esperaba a una familia de clase acomodada, en lugar de una de clase humilde. Ahí dejó abandonadas las sillas y las maletas.
Mucho tiempo después volví a saber de El Brujo Mayor, cuando las revistas del corazón empezaron a consultarlo para saber qué nos deparaba el año nuevo.
El último oráculo que dio, luego de barajar y «ler» las cartas del Tarot fue que el candidato del PRI, Antonio Mid ganará la elección de Presidente de la República, y además, que en Estados Unidos los «dreamers» obtendrán la ansiada legalización.
Lo que va a ocurrir, como siempre sucede, es que a finales de año, cuando ninguna de las dos cosas se cumpla o le atine sólo a una de ellas, el susodicho Brujo Mayor se saldrá por la tangente: «Bueno, eso fue lo que dijo el Tarot, no lo dije yo».
Y los crédulos dirán: «¡Ahhh, bueno!¡Así, pos sí!»
Por eso aquí los dejo con el refrán estilo Pegaso: «A diferente can con tal pieza dura del esqueleto de los vertebrados». (A otro perro con ese hueso).