Por Pegaso
Era una templada tarde de septiembre de 1989 cuando me presenté por primera vez en el CBTIS 7, que entonces era CECYT 149.
Todo nervioso, después de concluir la secundaria en la “José de Escandón”, buscaba a algunos de mis cuates, por si también habían decidido inscribirse en la misma especialidad que yo: Técnico Laboratorista Clínico.
Solo una lo hizo. El resto, al paso de los años se convirtieron en entrañables amigos.
Por supuesto, como ocurre en todas las escuelas, pronto se hicieron grupitos: Los hijos de petroleros eran los más pípirisnais, y luego estaban los hijos de médicos y de ingenieros.
Hasta abajo, en la escala socioeconómica, estábamos los pobretones, los que apenas íbamos a clases con unos cuantos pesos para comprarnos en el receso unos tacos de harina y una soda.
Estaba de Director el ingeniero Juan José Espinoza Rosales, ya fallecido, y como Subdirector el profesor José Luis Godina, quien ahora anda en la grilla, en las filas de MORENA.
Espinoza Rosales gozaba de una bien cultivada memoria. En cierta ocasión llegó hasta nuestro salón y pidió que le dijéramos nuestros nombres.
Acto seguido, procedió a recitarlos uno por uno, sin equivocarse.
Luego, ya entrado en confianza, le preguntaba: “Profe, ¿cómo le hizo para decir los nombres de todos nosotros?
Y me explicó: “Usando una técnica de memorización. Por ejemplo, tú traías en el cuello un paliacate, y yo lo asocié con tu nombre: “Chuy-paliacate”.
Yo tenía buena vibra con los maestros, así que en otra ocasión le pedí un consejo para mejorar mi aprendizaje, ya que andaba medio bajón por andar jugando ajedrez.
-¿Cómo le puedo hacer para sacar mejores calificaciones?-le pregunté, esperando una sabia y salutífera contestación.
-¡Cámbiate de cabeza!-me contestó aquel directivo que me recordaba mucho al profesor Jirafales, de “Chavo del Ocho”.
Había otros entrañables mentores. Cómo olvidar al profe Brondo, que me dio mis primeras lecciones de ajedrez, a la prefecta Mara Acosta González, que después se convirtió en una destacada catedrática a nivel nacional, la maestra Esperanza Cisneros, la maestra Arechandieta y muchos más de los cuales guardo gratos recuerdos.
El día 1 de septiembre de este año, el CBTIS 7 cumple 50 años.
En la cuenta de Facebook “Rumbo al 50 Aniversario del CBTIS7” se pueden ver fotografías de las distintas generaciones que han pasado a lo largo de ese tiempo.
La mía fue la Generación 79-82.
Al principio de este artículo decía yo que en mi salón pronto se formaron grupitos compactos, casi siempre relacionados con el nivel socioeconómico de sus familias.
A cuarenta años de distancia, me pongo a pensar en que, en su gran mayoría, quienes tenían papás ricos, crecieron, se convirtieron en profesionistas, hicieron una bonita familia, formaron un patrimonio y viven actualmente sin ninguna privación económica.
Por el contrario, los del grupo de los pobretones, seguimos igual de jodidos.
No es una ley, por supuesto. Cada quien puede romper esa cadena, pero a decir verdad, pocos de nosotros pudimos ascender en la escala socioeconómica.
Hace unos años, gracias al milagro de las redes sociales, los ex CBTIS 7 nos reunimos por primera vez, después de más de 35 años de no vernos. Fuimos a una posada como unos 38 de 45 que éramos, así que los abrazos, las risas, los recuerdos y las lágrimas estuvieron presentes.
Durante dos o tres años más nos seguimos viendo, cada vez en menor cantidad y más esporádicamente, hasta casi desaparecer el inicial entusiasmo.
Por supuesto, cada uno de nosotros tiene una vida hecha y nuestras ocupaciones nos impiden coincidir, pero siempre es bueno que podamos saber de nuestros cuates de la escuela, así como dice la canción de Eros Ramazotti: “Buscando así las fuerzas perdidas/ y los amigos que ya no volverán”. (Canciones Lejanas; autor: Eros Ramazotti; álbum: En todos los sentidos; fecha de lanzamiento: 1990; género: Pop).
Dos de ellos han trascendido el ámbito local y estatal para convertirse en todas unas personalidades: Alfredo Varela Echavarría, que hoy es Director de una de las Facultades de la UNAM en Juriquilla, Querétaro, y Juan Francisco Brondo Cepeda, hijo de aquel profe Brondo que me enseñó a jugar ajedrez, ahora destacado columnista en Saltillo, Coahuila.
La pandemia acabó por estropear los planes de hacer una gran celebración por el 50 aniversario del CBTIS 7, el próximo 1 de septiembre.
No obstante, yo haré acto de presencia ese día, a temprana hora para recordar viejos tiempos porque, como dice la misma canción: “Siempre es más cómodo/ quejarse que reconocer/ tiempo malgastado que no volverá”.
Y los dejo con el refrán estilo Pegaso: “¡Desea prorrumpir en llanto!¡Desea prorrumpir en llanto!” (¡Quiere llorar!¡Quiere llorar!)